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Joaquín Estefanía: “Lo peor no es el retroceso sino que se han roto las expectativas materiales y emocionales de muchos jóvenes”

A Joaquín Estefanía se le ocurrió la metáfora de los topos releyendo El 18 de brumario de Luis Bonaparte, de Karl Marx. De ahí el título de la conferencia que ofreció el pasado 14 de junio, en la Fundación César Manrique: La tribu de los topos. Jóvenes rebeldes, dentro del espacio de reflexión Fronteras y direcciones del progreso. Sólo tres días antes de la conferencia, Estefanía había sido nombrado director adjunto de El País.

El ponente habló de los movimientos juveniles que han marcado la historia en los últimos cincuenta años y que, como acción, han provocado una reacción para regresar al statu quo. Los tres hitos son 1968, 1999 y 2011. La primera fecha no fue sólo mayo y no fue solo París, y tampoco fue solo un movimiento juvenil. Fue el año de la invasión de Checoslovaquia “que acabó con la esperanza de un socialismo de rostro humano”, fue el año de la represión a los estudiantes en México que aún hoy no se sabe cuántas víctimas mortales provocó y fue el año, en Francia, de la huelga general “más importante de Europa”. A esa acción le sobrevino la reacción conservadora de Thatcher y Reagan que pretendió acabar con los valores del estado del bienestar.

El segundo hito, 1999, fue el del “mal llamado movimiento antiglobalización”, que surgió en Seattle en la asamblea de la Organización Mundial del Comercio, con la reacción consiguiente de los neocons, entre los que se contaban algunos de los jóvenes de mayo de 1968, recordó Estefanía. Y el tercer hito, el de 2011, el de los indignados, “que no fue solo español, porque se da en todo el mundo, con menos presencia pero con gran influencia”, como el movimiento Occupy Wall Street, que genera la candidatura de Bernie Sanders en el Partido Demócrata. La reacción a este movimiento es la presidencia de Donald Trump.

El último libro de Estefanía se titula Revoluciones. Cincuenta años de rebeldía (1968-2018). No alude al sentido estricto de revolución inmediata “sino a un sentido blando”, de protestas colectivas que acaban cambiando cosas. Estefanía considera que hasta 1968 los cambios eran patrimonio de la clase obrera pero después la juventud compite como sujeto histórico con el movimiento obrero. En 1968, lo que unía a los jóvenes era su odio al marxismo que provenía de la URSS (eran maoístas, trotskistas, seguidores del Che…). En los movimientos posteriores no hay ni un país, ni una clase de referencia y tampoco una ideología cerrada, son menos dogmáticos “y con una mezcla de ideologías logran entenderse y son capaces de trabajar entre sí”. Los factores que tienen en común es que son movimientos globales y antiautoritarios que reivindican más la Revolución francesa que la bolchevique. También tienen dos características nuevas: se fijan en la desigualdad, no tanto en la pobreza, y denuncian que la capacidad de influencia la ostentan poderes fácticos no elegidos (como los mercados o el sistema financiero). No obstante, la lucha de clases no ha desaparecido y además ahora emerge otro sujeto histórico para el cambio, que va a ser central, y es el de las mujeres.

El final de esos movimientos se encuentra en el capítulo de las diferencias entre aquel 1968 y la actualidad. Mayo del 68 acabó por dos razones: la primera son los acuerdos de Grenelle firmados entre el gobierno francés y los sindicatos, que lograron una subida salarial, la jornada de cuarenta horas y la presencia de los sindicatos en la empresa. “Obtienen eso pero los desarman”, señaló Estefanía. La segunda es más prosaica aún: para el movimiento estudiantil llegaron las vacaciones de verano. ¿Qué aprendieron los indignados de esto? Que la calle cansa, y que debían entrar en las instituciones. Así acaba el 15-M. Estefanía relató que se dio cuenta de la esperanza que generó ese movimiento viendo la película Libre te quiero, de Basilio Martín Patino, y también se dio cuenta de las grandes diferencias que había con su incorporación posterior a la política: “En las instituciones se pierde la épica”, pero el movimiento no fracasó sino que “hay que darle tiempo y distancia”. Frente a esa acción llegó la reacción, y a Estefanía le preocupa Trump pero también le preocupa Europa, “un continente frenado, que no sabe estar quieto y por ello, cuando no avanza, retrocede”. Considera que, ahora, las ideas de la extrema derecha no sólo están presentes en los partidos de extrema derecha sino que están impregnando las ideas del resto. “Ahora no se puede ser muy optimista pero si se mira con distancia, los valores de esos movimientos, como el ecologismo, feminismo, pacifismo, respeto a las minorías, no discriminación o lucha contra la desigualdad, aún permanecen”, aseguró.

El director adjunto de El País considera que la generación más beneficiada por todo esto es la suya, la de los nacidos en los años 40 y 50. Es la primera que no ha vivido una guerra, siempre han tenido un puesto de trabajo, no han vivido una precariedad estructural y han mantenido el estado del bienestar hasta la jubilación. “Nuestros hijos no van a vivir peor, sino que ya viven peor —señaló— y lo peor no es lo que se ha retrocedido sino que se han roto las expectativas materiales y emocionales de muchos jóvenes”. Hoy hay más pobres que en 2008, la desigualdad es estructural, la precariedad es una forma de vida, el estado del bienestar es más frágil y hay una crisis de representación política: “Hay una desconfianza de los jóvenes ante todo lo que está a su alrededor”. Y se suma otro factor: “Antes, la democracia era la mayor utopía y ahora es un factor instrumental; no importa mirar hacia países autoritarios”.

Estefanía acabó poniendo sobre la mesa el programa de mínimos, con solo tres puntos, por el que se podría luchar ahora: la igualdad de oportunidades, porque ahora el bienestar depende más de la renta de los padres que del esfuerzo de los jóvenes; los derechos humanos, incluidos derechos ciudadanos, políticos, civiles y sociales; y la lucha contra el cambio climático, “el principal problema al que se enfrenta la Humanidad”.

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vendredi 15 juin 2018