Mirador del Río

La capacidad para integrar plenamente en el paisaje obras espaciales innovadoras y complejas es una de las grandes aportaciones de César Manrique. El Mirador del Río es un magnífico ejemplo de ello. Una comprobación de que es posible establecer un nuevo orden de comunicación entre el hombre y el medio natural a través de la fórmula Arte-Naturaleza que propugnó el artista lanzaroteño para desarrollar obras de arte público con un potente efecto funcional y económico.

Desde principios de los años sesenta, el Cabildo de Lanzarote, presidido por José Ramírez Cerdá, apostó por habilitar varios parajes naturales de la isla con el objetivo de crear una oferta turística única y de calidad. El Mirador del Río es un nuevo proyecto en este programa y el equipo que lo lleva a cabo vuelve a contar con César Manrique como principal artífice y con Eduardo Cáceres y Jesús Soto como piezas claves. La obra, que se comenzó en 1971 y se inauguró en 1973, se encuentra en el borde de los escarpados acantilados de la parte norte del macizo de Famara. Un enclave de gran valor paisajístico que antes pertenecía al Ministerio de Defensa por su ubicación estratégica.

El acceso al Mirador del Río está precedido de una escultura de Manrique que simboliza a todo el conjunto, como ocurre con otros Centros de Arte, Cultura y Turismo. Una de las aportaciones arquitectónicas más hábiles del artista se da en la fachada pétrea. Un semicírculo integrado en la montaña que asciende a través de varios niveles y que cuenta con la textura de la piedra como nota de color más expresiva. La estructura ideada dirige la mirada al cercano Volcán de la Corona, al mismo tiempo que guarda una relación muy estrecha con el paisaje insular ya que se asemeja visualmente a los tradicionales bancales de la agricultura local.

El acceso al recinto tiene un tratamiento casi escultórico y está coronado por un óculo que actúa como punto de fuga. Seguidamente se pasa a un pasillo decorado con elementos alusivos a la cerámica aborigen que también sirve para entretener la atención del visitante y aumentar de esta manera el efecto sorpresa que se produce al llegar al cuerpo central. En este espacio, formado por dos estructuras elípticas gemelas, la vista se dirige irremediablemente a la espectacular panorámica de las faldas del Risco de Famara y el Archipiélago Chinijo, compuesto por las islas de La Graciosa, Montaña Clara, Alegranza y Roque del Este. Junto a los ventanales se hallan dos grandes esculturas de Manrique y otros detalles decorativos muy propios del artista. Desde un lateral se pasa a la terraza exterior, donde se puede observar libremente el paisaje. De la zona central se asciende por medio de una escalera helicoidal hacia la tienda del recinto y encima nos encontramos con la terraza superior, coronada por un lucernario que integra afinadamente la piedra y el cristal.

La tipología de los miradores es bastante rica en la trayectoria de Manrique, además de éste realizó los de Malpaso (Lanzarote), El Palmarejo (La Gomera) y el de La Peña (El Hierro). Antes de su muerte ideó más miradores para Lanzarote y otras islas, pero su fallecimiento dejó los proyectos inconclusos.

Partiendo de la ecléctica sensibilidad artística de Manrique, el Mirador del Río depara unas formas fluidas y orgánicas que interactúan y se funden con el territorio insular. Esta suerte de arquitectura sensitiva y evocadora también lleva a la reflexión serena sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza. La obra pública del artista no sólo desvela la riqueza de sus concepciones e influencias estéticas sino que también conlleva una carga ideológica de conservación medioambiental que será fundamental en la postura vital de César Manrique.