Cristina Almeida: “La igualdad jurídica siempre está amenazada por la igualdad real”
Cristina Almeida comenzó su intervención el día 7 de noviembre, ante una sala abarrotada, acordándose de la última tragedia de una patera llegada a las costas de la Isla: “La insolidaridad no puede ser un avance de las naciones, y menos en este país”, dijo. También contó su relación con César Manrique, a quien conoció a causa del centro comercial La Vaguada, cuando ella era la concejal de distrito de Fuencarral, donde se construyó dicho centro.
Almeida habló sobre la evolución de la mujer española en los años de democracia. Comparó esa evolución con una carrera. Es la misma distancia para hombres y mujeres, pero para los hombres son cien metros lisos, y para las mujeres cien metros vallas. Se remontó primero a la II República, que tuvo las leyes más progresistas, y que no se recuperaron hasta los años ochenta. “Si se hubieran mantenido, a lo mejor ahora seríamos de los países más avanzados de Europa”, señaló. Habló de las olas feministas y de que de cada ola queda algo positivo: de la lucha por la ciudadanía, la lucha por el derecho al voto, los años sesenta y la ola actual, que sería la cuarta ola feminista.
Recordó que su madre se empeñó en que sus hijas tuvieran estudios universitarios. “Mi madre me decía: hija, sé muy lista pero que no te lo noten los hombres, que a ellos les gustan tontas”. Estudió Derecho y, cuando terminó la carrera comenzó a defender a presos políticos y trabajadores, pero no se percató de la discriminación a la mujer hasta que quiso denunciar al director de la cárcel de Jaén por negarle la entrada. Era recién casada, y en la comisaría le dijeron que debía tener el permiso de su marido para denunciar porque en 1968 aún era su representante legal. “Para marido lo he probado y me vale, pero de representante legal no”, dijo, entre las risas del público. “Tú le das tu amor y él se queda con tus derechos”. El franquismo derogó la licencia marital en 1975, en el Año internacional de la mujer.
Lo que llaman discriminación positiva, para ella son “acciones positivas”. “Tenemos obstáculos que otros se los saltan por derecho”, señaló. En 1978 se despenalizan los anticonceptivos, el adulterio y el amancebamiento. Es el mismo año en que se aprobó la Constitución, “que tuvo muchos padres aunque, al parecer, ninguna madre”. “Pero la discriminación no desaparece porque lo ponga la Constitución”. Hasta 1977, el domicilio conyugal se llamaba “la casa del marido”. En 1981 llegó la Ley del divorcio y después se crea el Instituto de la Mujer, cuya primera presidenta fue Carlota Bustelo, y entonces se empieza a saber la realidad de los problemas de las mujeres y surgen los términos como brecha salarial, distinción entre paro femenino y el paro masculino, o la violencia “porque se feminizan las estadísticas”. “Para luchar contra los problemas hay que conocerlos”. Los malos tratos y la violación no entran en el Código penal hasta 1989.
“La igualdad no se consigue solo con las leyes”, así que hay que luchar en varios frentes. Para Almeida, es un problema de perspectiva y no se trata sólo de dar facilidades, porque la igualad jurídica siempre está amenazada por la igualdad real. “Hay que luchar por lo evidente, por conseguir no solo el derecho sino la oportunidad”, e implicar a los hombres en este proceso.
Habló de las consecuencias de una sociedad cerrada, influida por la Iglesia y la Sección Femenina, en un contexto en el que muchos obreros consideraban que lo único que tenían de su propiedad era su mujer, y por eso esas influencias son más difíciles de cambiar que las leyes. “Por eso mismo pedimos cambios en la educación, que es como se logran cambiar las cosas”, porque los modelos se aprenden educando y porque hay que plantear otro modo de vida más acorde con la igualdad a través de la educación. Entre los problemas con la educación, por ejemplo, está la educación sexual, porque ahora los jóvenes se educan a través de la pornografía. Puso sobre la mesa el dato de que España es el país que más prostitución consume de Europa. En el debate sobre el abolicionismo, del que ella es partidaria, o la regulación, señaló que el noventa por ciento de las mujeres que ejercen la prostitución son víctimas de trata, “pero los hombres siempre conocen a pretty woman, o a la mujer que se prostituye por propia convicción”. La prostitución es un asunto que le preocupa mucho y no cree que sea un buen provenir el de legalizar y profesionalizar. Relató ejemplos en otros países europeos como Francia, Holanda o Alemania. Irónicamente señaló que porqué la Formación Profesional no la incluía en sus programas y opciones: “Hijas, apuntaros a estudiar el griego, el francés”, propuso de forma sarcástica. Y puntualizó: “El sexo no es un trabajo, es un placer”.
Así que “cambiar la sociedad es mas difícil que cambiar las leyes”. Habló de la nueva ultraderecha y su ofensiva por la violencia de género, de las cuotas, de las listas cremallera… Dijo que ahora no es tan importante pedir leyes de igualdad como la propia igualdad y que las luchas ya no son solo las luchas de las mujeres sino de toda la sociedad. “La lucha feminista es una lucha que absorbe muchas otras, porque todas las luchas son nuestras”.
Acabó hablando del relevo en la lucha feminista, que las jóvenes son la garantía de que la lucha de las mujeres no va a decaer, y no debe hacerlo, además, porque los derechos no se consiguen para siempre, porque en épocas de crisis “lo primero que se cuestiona son los derechos de la mujer”. Además, hay que tener presente el sacrificio de muchas mujeres, y aunque vengan relevos hay que seguir estando en la lucha. “Porque no solo se trata de derechos sino de felicidad, de cambiar la sociedad para hacer un mundo mejor, con mejores relaciones para todos: hombres y mujeres”.
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