Manuel Rivas: “El principal instrumento de la escritura es la escucha”
“Tengo la sensación de estar en un auténtico lugar… porque la Fundación César Manrique es pionera en muchas cosas que ahora forman parte de una conversación común”. “Como la poesía protege a los suyos, el nombre de la Fundación César Manrique protege a su gente”. El escritor Manuel Rivas comenzó su conferencia, el día 1 de octubre, sobre “la boca de la literatura” haciendo referencia al lugar en el que se encontraba, “un lugar para renovar ese pacto secreto entre generaciones que nos permite reconocer las injusticias”, la sala José Saramago, y recordó que le hizo al Nobel portugués una de las últimas entrevistas que concedió en la que le recordó que la muerte también devora las palabras, y que las palabras le habían ayudado a ponerse en pie.
Rivas, socio fundador de Greenpeace y siempre preocupado por el medio ambiente, señaló que “somos un planeta acantilado con la sensación de que nos roban la línea del horizonte” y avanzó que el proceso de degradación de la naturaleza también se da en el lenguaje: “Las palabras son como los seres más vulnerables de la naturaleza”, aunque también nos ayudan a levantarnos del suelo, cuando conforman una literatura insurgente, no una literatura “de karaoke”, “de clonación”, sino que ejerce de condición para poder luchar contra el miedo, “y el principal miedo es el miedo al abandono, que aparece en multitud de cuentos y novelas”. Los cuentos tradicionales infantiles provocan miedo. Tienen una función de adiestramiento, aparte de entretenimiento. Tú abres el libro, y el libro te abre a ti… en una especie de lucha erótica.
Manuel Rivas en la Sala José Saramago, de la Fundación César Manrique
“Pensamos que la boca de la literatura está en los libros, y sí puede estar ahí la semilla, pero a mí me gusta cuestionar esa idea”. La literatura está también en otros lugares. Rivas relató varias anécdotas referentes a dónde se ha encontrado con la boca de la literatura. La primera vez que se encontró con esa boca fue a la edad de tres años, en su casa, una casa baja en el barrio coruñés de Montealto, donde jugaba en un solar en forma de triángulo que tenía, por un lado el cementerio, al otro la cárcel, en el otro, un pasto con vacas y enfrente, la Torre de Hércules, un faro como lo fue su hermana mayor, que le avisó aquel día para que se asomara a la ventana a ver pasar un pasacalles de músicos y saltimbanquis. Dos rostros terribles se posaron contra la ventana y los niños se encerraron en el baño, con el miedo al abandono de su madre, que cuando llegó les dijo: “Eran os cabezudos; os reis católicos”. “Una frase que compendia la historia de España”. “Que nuestro primer miedo sean los reyes es predestinación, en seis palabras está la boca de la literatura”, dijo el escritor.
Su madre, de niña, frecuentaba la casa de la sobrina del cura, que tenía un loro llamado Pío Nono que hablaba latín (ora pro nobis). Como lo sacaban al balcón “entró en contacto con la boca de la literatura” y os piñeiros de Altamira le enseñaron a celebrar la anarquía. El día que se escuchó al loro decir “Viva la anarquía” fue el último día que se le vio en el balcón. Era 1936.
La boca de la literatura también estaba en la escuela. A su primer maestro lo llamaban Caballo Blanco y era un hombre temible, que les decía que hablaban mal porque hablaban en gallego. Un día les preguntó qué querían ser de mayores y uno contestó que “emigrante”. Esa respuesta desequilibró al profesor. Para Rivas, “era la boca de la literatura la que respondía, y lo primero que hace es causar un desequilibrio y poner en duda nuestras convicciones, ver aquello que no está bien visto o que está oculto”. El segundo maestro, don Antonio, suspendía las clases para llevar a los alumnos al bar a ver los combates legendarios de boxeo. “Esas fueron sus clases magistrales, que nos prepararon para la vida”. El recorrido de la boca de la literatura consigue una sutura entre la realidad y la ficción, “que es un círculo más de la realidad”.
Otra boca de la literatura es la ornitomancia, adivinar la realidad a través del comportamiento de las aves. Sus dos abuelos vivieron historias de ese tipo. Uno, encontró a dos abubillas peleándose a muerte, intentó apartarlas con el bastón pero no pudo, y días después comenzó la Guerra civil. El otro dejó de hablar después de la guerra. Solo decía “boh”, pero un día contó una historia sobre cómo un cura, del que se había burlado un grupo de jóvenes obreros, les avanzó el alzamiento: “Ya veremos cómo cantáis a mediados de mes”. “Ahí está la boca de la literatura, en el choque entre una broma obrera y su reacción airada”. También rompió su silencio para anunciar su muerte, cuando dijo. “Se o cuco non canta en marzo ou abril ou o cuco está morto ou chega o final”.
Manuel Rivas finalizó su charla señalando que el principal instrumento de la escritura es la escucha, “no hay herramienta comparable”. También apeló a la memoria, a Mnemósine, su diosa, madre de los procesos creativos. “Hablar de literatura también es hablar de memoria, no es posible ser libres sin memoria. La memoria es un proceso de rescate, es un activismo. Somos lo que recordamos, pero también lo que no recordamos”. La boca de la literatura, que nos habla en momentos decisivos de la vida, convertida en memoria, nos lleva a círculos concéntricos, a un punto que es un lugar de encuentro de los antónimos. Custodiar el sentido de las palabras en una obligación de la literatura. Aunque, como le contestó Flaubert a George Sand, que le había preguntado porqué no le consolaba con su literatura, en lugar de desconsolarle, “lo importante en la literatura es el matiz”. “El primer compromiso del escritor es escribir, a mí me apasiona, pero hay que ser sonámbulo, no hay que tener horario, y tienes que saber que cualquier cosa que escribas te va a comprometer”, concluyó Rivas.
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