Mesa redonda / 14/06/2019

“César Manrique tenía un respeto absoluto por las opiniones de los demás, se debatía, pero jamás impuso una idea”


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César Manrique tenía un respeto absoluto por las opiniones de los demás, se debatía, pero jamás impuso una idea”

La mesa redonda titulada Proyectos junto a César: así se trabajaba es la primera de cuatro mesas que se celebrarán durante el año del centenario de César Manrique sobre los métodos de trabajo del artista y sus colaboradores. José Alfredo Amigó, José Luis Olcina y Esteban Armas, dos ingenieros y un arquitecto técnico, fueron tres personas en las que César “depositó su confianza”, como recordó el director de la FCM, Fernando Gómez Aguilera. Trabajaron junto a él en Tenerife, Ceuta o Lanzarote y son patronos de la Fundación desde su creación, nombrados por César Manrique “como ratificación del aprecio y la confianza”.

Antes del inicio de la conversación, moderada por los periodistas Isabel Lusarreta y Jaime Puig, se pasaron dos audiovisuales realizados por Miguel G. Morales, el primero de ellos extraído de la película Taro, El eco de Manrique y el segundo con imágenes sobre la construcción del Lago Martiánez.

Amigó comenzó explicando su primer contacto con César, por iniciativa del hotelero Cándido García San Juan, que quería ampliar la explanada junto a su hotel en Puerto de la Cruz y propuso que hablaran, Olcina y él, con César. Tras esa intervención en el Paseo de Colón, el Ayuntamiento propone hacer unas piscinas y ellos piden que las haga César. “Éramos dóciles como ingenieros – señaló Amigó – pero con César era muy fácil trabajar”.

Juan Alfredo Amigó

Lo primero que hizo César con el plano de la piscina diseñada por ambos fue cambiar las líneas rectas, “que eran un desastre”, por líneas curvas, y los ingenieros después dieron una solución técnica. César dibujó el proyecto en una servilleta “que se ha hecho famosa”, pero fue un punto de partida. Seis meses después, “con la servilleta, sus comentarios y el cocimiento que teníamos ya sobre cómo trabajaba César, conseguimos elaborar un proyecto”. Luis Díaz de Losada reunió “a las fuerzas vivas” del Puerto de la Cuz “y tuvieron que decir que sí”. A la semana siguiente, en el año 1971, se le presentó el proyecto al ministro Sánchez Bella, y lo aprobó por Real Decreto. El día que terminó la obra, subieron a la azotea del Hotel Tenerife Playa y César dijo: “Es exactamente a como yo me lo había imaginado”. En la fiesta de inauguración del Lago, los hoteleros reconocieron que sus hoteles valían entre un quince y un veinte por ciento más que el día anterior.

Esteban Armas mostró varios de esos dibujos improvisados de César, que hacía a pie de obra. “Cogía lo primero que tenía a mano y hacía bocetos”, señaló. También afirmó que le gustaba poner fechas de entrega “para que no se eternizaran las cosas”. Armas aseguró que “era muy minucioso en cada cosa, veía cada unidad de obra y siempre decía algo, normalmente para felicitar a la gente, y eso gustaba mucho”.

Esteban Armas

Debía haber un equilibrio entre la propuesta y la posibilidad técnica. En Martiánez tuvieron que renunciar a hacer unas cristaleras desde la sala de fiestas submarina porque no existían los materiales que hay hoy. “Claudicó ante la técnica porque era muy peligroso”, señaló Olcina. Sin embargo, para el llenado de las piscinas se le ocurrió convertir esa necesidad en un espectáculo, con un volcán de agua. “Es una idea genial porque todos los días había espectáculo”, dijo.

Cuando César iba a Puerto de la Cruz, pasaba cuatro o cinco días, desde la mañana hasta última hora de la noche “y tenía la capacidad de atraer a la gente y que disfrutaran de la obra”. Los trabajadores estaban orgullosos de participar en las obras. A César, en Tenerife, señaló Amigó, iba a tomar un café y no le cobraban, o cogía un taxi y tampoco le cobraban. Según Amigó, César “tenía un respeto absoluto por las opiniones de los demás, se debatía, pero jamás impuso una idea”.

José Luis Olcina

Los colaboradores hablaron sobre su relación con la Administración. Cuando se iba hacer Lago Martiánez, uno de los concejales, en una reunión, dijo que por qué no se hacían siete piscinas con la forma de las islas canarias. “César dijo que eso era una cursilada y una catetada y nosotros estábamos dándole patadas para que se callara porque el concejal era el que tenía que aprobar el presupuesto”. Para Amigó, la relación de César con la Administración era de “sinceridad absoluta, era un ser libre, al alcalde o al ministro le decía lo que pensaba”. “Al ministro Sánchez Bella lo sentó en una jardinera en Puerto de la Cruz y le dijo: mira la porquería esa que estás permitiendo”.

Isabel Lusarreta

Jaime Puig

En Ceuta, según relató Olcina, le dijo a una concejala que dejara de fumar “cuando estábamos negociando para el proyecto” y, en público delante de las autoridades, que eran “en un noventa por ciento militares”, dijo que iba a cambiar la ciudad porque “parecía un medio cuartel”. En Lanzarote, sin embargo, era distinto, como contó Esteban Armas, porque las obras las hacía el Cabildo con la colaboración de Pepín Ramírez, y después del resto de presidentes porque “todos querían dejar también su huella”.

Durante la mesa redonda se habló también de la importancia de la naturaleza en sus obras, de la poca importancia que le daba a los honorarios, de su maestría para enseñar a ver, a educar la mirada, y de proyectos que no salieron adelante. Armas recordó, sobre el mirador de El Golfo, el día que le dijo al entonces alcalde, Honorio García Bravo, que no lo quería hacer. Y Amigó y Olcina recordaron un proyecto en El Confital que no fraguó “por un tema político” y un proyecto de un hotel en Doñana que no fue posible por su cercanía al Parque Nacional.

Más información sobre la mesa redonda Proyectos junto a César. Así se trabajaba

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