Conferencia / 10/03/2020

Patricia Molins: “El diseño es una cuestión transversal influida por motivos sociales, políticos y por el modo de vida”


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Actividad desarrollada con una subvención del Gobierno de Canarias.

La historiadora del arte y el diseño, Patricia Molins, impartió el día 10 de marzo la conferencia Entre la artesanía y el diseño industrial. Interiorismo en los años cincuenta en España y apoyó su explicación en decenas de imágenes. Partió desde la posguerra, una época marcada por una necesidad habitacional donde se buscaba, en el mobiliario, una vuelta al recuerdo de los años anteriores a la guerra, de felicidad y seguridad. Mientras que en los Paradores se rememora la grandeza histórica, al mismo tiempo hay una realidad de pobreza en la sociedad. El país está en una etapa de autarquía y se reivindica la artesanía, como elemento popular, aunque mezclada con elementos modernos. Comienzan a dedicarse al interiorismo artesanos, artistas o arquitectos, como Luis Feduchi. “Se impone la idea de que lo popular encarna la verdad”, señaló Molins, que destacó también a otros arquitectos como Héctor D’ors, Alejandro de la Sota, o Luis Fernández del Amo. En este periodo hay dos revistas importantes: Hogar y Arquitectura, de la Obra sindical del hogar y la Revista Nacional de Arquitectura, del Colegio de arquitectos.

El fin de la autarquía llega con los acuerdos con Estados Unidos en 1953 y comienzan a aparecer en España elementos arquitectónicos americanos. Rafael de la Hoz, que había viajado a ese país, constituye en Córdoba “un grupo fundamental para la idea de modernidad en aquellos años”, en los que existía una preocupación por amueblar las casas populares en las ciudades, diferentes y de menores dimensiones que las del campo. Se desarrolla el mueble estructural, donde la estructura se disocia del objeto. Como ejemplo, la Cámara de Comercio de Córdoba, con decoración de Jorge Oteiza, que tiene un interior que aporta una idea de apertura y continuidad de los espacios que es vital para la época.

“El diseño es una cuestión transversal influida por motivos sociales, políticos y por el modo de vida”. España participa en tres trienales de Milán, entre 1951 y 1957 con pabellones donde se exhibe el diseño español y se da una idea de modernidad que no se veía en España. El primer pabellón es del arquitecto Coderch, que incluye un libro de García Lorca o un cuadro de Miró. Después participa el estudio MoGaMo, con objetos de Chillida, y más tarde Carvajal y García Paredes, con butacas de Fisac, ente otros, que sostenía que el modelo de belleza había que imponerlo. Por otro lado, “la ausencia de fabricantes hizo que artistas o arquitectos crearan sus propias empresas para hacer objetos de diseño”.

Una conferencia de Gio Ponti en España sobre diseño industrial es uno de los puntos de partida para el debate sobre la belleza: sobre si hay que imponer el modelo, como sostenía Fisac, y fabricar objetos bellos o si la belleza la aporta la función, está al servicio de la eficacia. Se va produciendo un cambio hacia la tendencia de que los objetos deben estar al servicio de las personas, “a favor de ellas”, y hay una constatación de que la gente necesita el ornamento. Se crea la Sociedad Española de Diseño Industrial (SEDI), se empieza a involucrar a las empresas y se hacen concursos (César Manrique contribuye con diseños para telas). Primero participan las textiles, las tapicerías o las de objetos religiosos. “Uno de los puntos de modernidad del arte y la arquitectura, paradójicamente, fueron las iglesias”, dijo Molins.

La familia Huarte es fundamental en el diseño en el final de los años cincuenta y los años sesenta. Fueron mecenas del arte en España. Entran en contacto con el escultor Jorge Oteiza, que acaba ejerciendo como asesor de la familia y que venía de Argentina. Huarte también crea Hache Muebles. En esa época destacan Equipo 57 o Néstor Basterrechea, que van iniciando la carrera del diseño industrial en España. Pensaban que el diseño era una forma de poder aplicar el arte a los usos de la gente. Además, el interiorismo se va alejando de la idea de transparencia y desnudez y se va produciendo un cambio de modelo, desde lo estructural y metálico a lo orgánico y la madera. También van desapareciendo los valores de austeridad y sacrificio y empiezan a llegar los de placer, y la belleza.

Molins finalizó con Sáenz de Oiza y su proyecto del edificio Torres Blancas en Madrid, realizado para Huarte, que fue criticado porque era una arquitectura para ricos frente al arte popular que comenzaba a defender el Partido Comunista, aún en la clandestinidad. Siguió con Fernando Higueras, sus edificios y diseños y su relación con César Manrique, de quien ya había hablado anteriormente de su casa de Covarrubias, con espacios amplios y diseño moderno, transparente, frente a su casa de Taro de Tahíche, “con espacios privados de ensoñación”, o el Mirador del Río, donde César logra “hacer de los interiores marcos de continuidad con el exterior”. Citó, por último la revista Hogares Modernos, que refleja el cambio de paradigma.

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