Conferencia / 03/10/2019

Simón Marchán: “Taro de Tahíche, Jameos y el Mirador del Río son obras de primerísimo orden en cualquier lugar”


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“Esta no es una actividad más”, señaló Fernando Gómez Aguilera en la presentación de la conferencia El embellecimiento de una isla: la obra de arte total en César Manrique, de Simón Marchán, el día 3 de octubre. El director de la FCM manifestó el afecto de la institución por el conferenciante y valoró su presencia como uno de los expertos “más reconocidos e influyentes en estética, arquitectura y arte” en España, un maestro de maestros.

Marchán hizo una larga introducción en la que explicó cómo conoció a César Manrique en 1973, en un congreso pionero sobre arte público organizado por el Colegio de arquitectos en Santa Cruz de Tenerife al que César no estaba invitado pero que “alborotaba un poco por allí”. Cinco años después, lo conoció más, a él y a Pepe Dámaso, y se dio cuenta de que a César entre los pintores sí se le aceptaba pero no así entre los arquitectos, y que los ambientalistas “ni existían”. “Los parámetros culturales no eran los que luego tuvimos, había una escisión entre lo culto y el arte popular” y el debate entre alta y baja cultura aún no había llegado. A César en la universidad no se le hacía mucho caso, señaló Marchán. “Lo que llamaba la atención de César es que no era un teórico, era una persona intuitiva con gran sensibilidad”, dijo.

Simón Marchán

El crítico de arte basó su exposición en una sucesión de imágenes comparadas que fue comentando. Comenzó por la identificación con el territorio. Señaló que Manrique primero quiso ser como Millares, después también como Pollock y luego fue activista “aunque no era un revolucionario”. Afirmó la “complejidad” de la existencia del artista, que no defendía la idea de conservar el territorio, “que entonces era algo reaccionario en términos políticos”. El arte, para Marchán, contiene elementos que pueden modificar los comportamientos, aunque no afecta al contenido de la conciencia. Y César en Lanzarote logra modificar el comportamiento. “César era un intempestivo”. Operaba de forma reformista e intentaba modificar lo que estaba viendo.

Otra de sus facetas es la de espectador, por cómo percibe a la Isla. “Todo espectador es un artista potencial”. Y en este sentido, es muy importante el libro de Manrique Lanzarote, arquitectura inédita. Marchán destacó a todos los coautores del libro pero especialmente a Juan Ramírez de Lucas, un “personaje por descubrir”, que debió influir mucho en César en cuanto al descubrimiento de lo popular. Para Marchán, el libro está dirigido a arquitectos y ambientalistas, y enlaza con el ideal krausista sobre el embellecimiento de la tierra y con el expresionismo, sobre la construcción de la tierra. En él aparece el inconsciente óptico de la Isla, “aquello que no vemos pero que está ahí”.

Marchán habló sobre el land art y las distintas formas que adopta en cada país, y señaló que César sitúa su enclave, su descubrimiento de la Isla, en la geología, y así enlaza con una tradición, en la que también entra Humboldt, Haeckel, Espinosa o Novalis. “César incluye fotos de las salinas en ese libro porque se da cuenta de que aquello era verdaderamente importante para la isla”. En esa línea de la geometría del territorio, también incluye una foto de los zocos de La Geria en el libro y eso le abre las puertas del ámbito internacional ya que se puede ver en Nueva York en una exposición sobre ‘arquitectura sin arquitectos’, en 1964.

El crítico de arte habló de la arquitectura mediterránea y de la estancia de Raoul Hausmann en Ibiza, que fue el primero en vehicular la arquitectura como algo artístico. También habló de otros movimientos españoles que influyeron en César, de quien dijo que tiene elementos sublimes y elementos kitsch. “Es un ecléctico nato”, señaló. Comienza uniéndose en los años 50 a la figuración geometrizante de Zabaleta y acaba pareciéndose a Miró. Los juguetes del viento, que estaban en la línea del arte populista, también viran hacia el arte cinético ambiental. “Y luego está la vertiente de lo lúdico”, añadió.

Para Marchán, al arte público no le hace falta ser original, sino “que esté en el sitio adecuado” y subrayó que Taro de Tahíche, Jameos y el Mirador del Río “son obras de primerísimo orden en cualquier lugar”. El Mirador, por dentro, es organicismo puro, Jameos es una auténtica catedral de piedra, apuntó, y de Taro de Tahíche le fascina la conexión entre las burbujas volcánicas. La de César es una arquitectura “por fusión completa con la naturaleza”, señaló.

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