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Curso «Economía, poder y megaproyectos»

“Los megaproyectos me parecen muy bien”, señalaba el director de la Fundación César Manrique, Fernando Gómez Aguilera en la presentación del curso ‘Economía, poder y megaproyectos’, celebrado en la FCM del 17 al 19 de octubre de 2007, que para él es al fin y al cabo un curso sobre la democracia. Se refería a megaproyectos como los Derechos Humanos, la inversión de la tendencia de la pobreza o la situación de la mujer en el mundo.

En la primera jornada del curso, en la que intervinieron José Manuel Naredo, uno de los directores, y Félix Arias, se pusieron muchos ejemplos de megaproyectos aunque no precisamente de este tipo.

Los dos ponentes desmontaron ese axioma que dice que los megaproyectos son buenos para todos los ciudadanos porque crean riqueza y puestos de trabajo que repercuten en el progreso de la sociedad donde se construyen. Naredo, por ejemplo, entre las consecuencias que traen estos megaproyectos señaló que “desplazan el poder hacia el mundo económico y empresarial”, crean un nuevo feudalismo o caciquismo “disfrazado de democracia” o logran lo contrario de lo que anuncian:que los beneficios empresariales no sólo no producen mejoras en la calidad de vida de las personas sino que son los contribuyentes quienes hacen posible, con dinero público, que se generen esos beneficios para unos pocos. De hecho, el pretexto para hacer los proyectos es el beneficio que generan, cuando todos están financiados, directamente o indirectamete, con dinero público.

En los megaproyectos, también llamados muchas veces “operaciones”, en lenguaje militar, “se inflan los beneficios y se ocultan los costes y sus daños ecológicos y sociales”.

Félix Arias, urbanista y concejal del PSOE en Madrid hasta el pasado mes de mayo, señalaba que “esa vieja idea de que son buenos para todos porque el crecimiento es bueno, está archidemostrado que no es cierta: generan desigualdad en los ciudadanos”. Arias aseguró que esos proyectos se justifican con razones globales y no hace falta “entrar en los procesos reales”. “El que pide que se cumplan las normas es el enemigo del pueblo”, señaló Arias, que dejó claro que “el modelo de ciudad que se construye a base de hacer las obras que necesita el sector inmobiliario no es es modelo sostenible”.

Ambos ponentes expusieron varios megaproyectos “ejemplares” en España que demuestran las conclusiones anteriores.

Centrales nucleares. No se trataba de generar electricidad sino de hacer el negocio construyendo la central. Se maneja a las empresas eléctricas para inflar los presupuestos de construcción y se multiplica el coste por siete, al igual que se hace con las autopistas, que tienen el precio por kilómetro más caro de Europa. Con las centrales no se hacía propaganda explícita de la energía nuclear pero se pagaba a periodistas para que hablaran bien de ellas (incluso apareció en esa lista Félix Rodríguez de la Fuente). Lo único que lo puede frenar, según Naredo, es: “información potente de lo que se traen entre manos y movilización popular”.

Trasvase del Ebro. Un trasvase se justifica por cantidad, calidad y cota. No se daba ninguna de las tres. De los diez últimos años estudiados, el Ebro no daba la cantidad suficiente de agua para trasvasar en seis de ellos, según los datos que manejaba la propia Administración. La calidad del agua tampoco era buena y además había que gastarse una gran cantidad de dinero en bombear agua desde el nivel del mar hasta casi 600 metros. Conclusión: costaba el doble que la desalación para lograr una calidad de agua similar. La clave: “forrarse en la construcción”.

Parque Warner. En Madrid. Entre la Comunidad Autónoma y las Cajas de Ahorro financian casi todo el proyecto. La Warner no pone ni un cinco por ciento de la inversión. Ha sido un fiasco. Iba a crear 3.000 puestos de trabajo y no llega ni al 10%. Además del coste, se invirtieron 84 millones en la autopista y 30 en el ferrocarril, de dinero público, por supuesto. La clave: se revalorizan los terrenos colindantes (el Parque sólo ocupa una cuarta parte de la “operación”).

 AVE a Guadalajara. El trazado del AVE llega a Guadalajara pero no entra. Hace un escorzo. La clave: la Ciudad Valdeluz construida en terrenos de un familiar de una alta responsable política. El que marca la pauta, el que atrae la inversión, es la propiedad del terreno, no la necesidad de los ciudadanos.

M-30. Gallardón se juega su prestigio porque es su gran promesa electoral. No tiene plan de movilidad ni estudio de impacto ambiental. El colapso de coches, después de las obras, es el mismo, pero invirtiendo 5.000 millones de euros, cuando se había anunciado un coste de 1.700. Eso sí, se hacen con “las tuneladoras más grandes del mundo” que, casualmente, cuando se adjudican las obras, ya están construidas. “Es la autopista más cara del mundo por kilómetro”, según dijo Arias. La clave: dar mejor acceso a las radiales de Madrid, especialmente a las de pago, y poner en valor así fincas a veinte y treinta kilómetros del centro de la ciudad.

Operación Chamartín. Es la primera operación urbanística en España que se hace por concesión. Un suelo público, de Renfe, se pasa a cederlo a una empresa. Después se multiplica por tres la superficie de la concesión sin hacer un nuevo concurso y se dobla la edificabilidad. En catorce años no se ha logrado ni aprobar el plan parcial de la operación.

Torres del Real Madrid. Se justifica todo porque “el Real Madrid es el mejor embajador de Madrid en el mundo”. En unos terrenos con uso deportivo, se inicia la idea de construir un pabellón olímpico. Se hace un convenio muy favorable para el Real Madrid (los cuatro edificios más grandes de España) y además se ceden para la nueva ciudad deportiva unos terrenos en Valdebebas que son propiedad de terceros. Para esa ciudad se le da una licencia en precario, sin plan aprobado, por la que sólo pueden construir algo desmontable. Construyen con hormigón pero presentan un aval por si hay que derribarlo.
Frente a esto, según José Manuel Naredo, sólo cabe “una refundación democrática del poder con el ejercicio pleno de la ciudadanía bien informada”.

El protagonismo de los mercados financieros afianza el carácter virtual de la riqueza

El mundo al revés. Los países ricos son los más endeudados y los países pobres los más ahorradores. Es más, los países ricos son ricos porque succionan el ahorro del resto del mundo. Tienen necesidad de financiación. Y contra toda lógica, la tasa de ahorro de los países pobres (sobre un 30%) del Producto Interior Bruto es superior a la de los países ricos (un 20%). ¿Y qué ha pasado en los últimos años? “Que los mercados financieros han tomado vida propia”. El profesor de la Universidad de Valladolid, Óscar Carpintero, trazó en la segunda jornada del Curso ‘Economía, poder y megaproyectos’ las claves del poder financiero que han adquirido los grandes grupos empresariales, los nuevos fabricantes de dinero.

Excepto Japón y Alemania, que lo que hacen con sus ahorros es financiar su estrategia de adquirir patrimonio directamente, el resto de los países ricos acude a los mercados financieros para poder expandirse. Es decir, piden dinero para comprar. Lo mismo que cualquier economía doméstica para adquirir una vivienda. Lo que ha pasado en los últimos años es que ya no se va al banco a pedir ese dinero, se acude a los mercados financieros. No obstante, “que los bancos pierdan peso no quiere decir que pierdan poder, porque lo recuperan por otro lado”. Tanto piden los ricos que tienen un déficit crónico. ¿Quién compensa este déficit? Los países pobres, principalmente China y el Sudeste asiático.

En este contexto, España tiene un papel más que destacado. Es el segundo país del mundo con mayor deuda en términos absolutos, sólo por detrás, aunque muy por detrás de Estados Unidos, que como país más rico del mundo es el más endeudado. Desde finales de los años noventa, la escalada de España, que ha pasado de país comprado a comprador, le ha colocado además en el dudoso honor de ser el más endeudado en términos relativos, respecto a su PIB. “Hemos imitado a USA superando al maestro, y sin el dólar”, según Carpintero. Ante esta situación, el ponente se hizo una pregunta: “¿Por qué no hacen lo mismo los países pobres”. Y se dio una respuesta: “porque hay desigual capacidad para emitir pasivos que admita el mercado”. Ya en el Siglo XVIII, Quesnay, economista y cirujano, intuía la respuesta, que de manera muy resumida, es ésta: a los pobres se les cobra al contado y a los ricos a crédito.

Las empresas de los países ricos, por lo tanto, se dedican a fusionar o adquirir empresas en los países pobres. En lugar de invertir para producir en esos países compran las empresas productoras. Y las compran, como se ha dicho, a través del canje de acciones. Realmente lo que están haciendo es emitir dinero: dinero financiero, virtual. Es virtual porque si alguien compra una acción, la empresa no le garantiza que cuando quiera le vaya a devolver el importe de esa acción en dinero. La emisión de este dinero financiero ya es mucho mayor que la emisión del dinero de los Estados. En el año 2000, en España, la emisión privada supuso un 21% del PIB, mientras que la pública fue negativa, se detrajo dinero. “Las empresas que lanzan una oferta de compra realmente se convierten en un banco emisor”, dijo Carpintero, que advirtió que esto genera una redistribución de la propiedad a escala nacional e internacional, afianza el carácter virtual de la riqueza, confunde la riqueza con la deuda y hace que “si la gente quiere materializar la riqueza, esta se esfuma”.

Los núcleos de poder en España son los mismos de siempre”

Albert Recio, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, contó una “historia de éxito del capitalismo español”. La historia de la oligarquía española. “Hace años ya se piensa que lo normal es que existan oligopolios: las empresas buscan seguridad y crecimiento, se basan en la fidelización, en la producción masiva y en el apoyo público”. El poder de las empresas españoles, como ya quedó claro en la anterior intervención, ha aumentado mucho. Ya hay nueve o diez entre las 500 más grandes del mundo, tres de ellas entre las cien primeras, y cuatro de esas diez eran empresas públicas.

Recio señaló que bajo el franquismo se consolidaron tres aspectos de la economía española: el status quo bancario, la intervención clientelar y el apoyo en el sector público. “Cuando llegó la democracia se vendió la moto de que la economía se iba a liberalizar: es falso”, dijo Recio. Lo que ha pasado es lo contrario. Los grandes grupos bancarios se han concentrado y la introducción de bancos extranjeros no es significativa. Además, en los años ochenta, “el Estado da unas ayudas cruciales para la reconversión bancaria”. La oligarquía económica nace y crece bajo el paraguas del Estado. Para Recio, los bancos tienen además un papel muy importante en la burbuja inmobiliaria, que es la que tira de la economía española, “ya que el banco genera la oferta y la demanda”.

En la construcción hay seis grandes empresas: ACS, Ferrovial FCC, Acciona, Sacyr Vallehermoso y OHL, además de Abengoa, más dedicada al montaje. Entre estas empresas hacen la mitad de toda la obra pública en España, tanto de Ayuntamientos, Comunidades Autónomas y el propio Estado. La mayoría de ellas tiene su origen más remoto en los primeros años del franquismo y surge gracias al apoyo público, de concesiones públicas. “Hay una continuidad”, señaló Recio, que explicó más detalladamente la trayectoria de los creadores de estas empresas. “Estos núcleos de poder son los mismos de siempre” pero se han ido adaptando a las nuevas reglas de juego.

Estas grandes empresas invierten no sólo en la construcción, sino también en el sector inmobiliario, en concesiones, medio ambiente, servicios sociales, montaje, industria, transporte, “y ahora al asalto de la energía”. Y todas esas compras las financian los bancos. Las empresas se han hecho tan fuertes que han pasado de expandirse de América Latina a comprar en el mercado europeo. Y se han hecho tan fuertes “que están cambiando los modelos de gestión de lo público”. “Se saca a concurso la gestión de cárceles y hospitales durante treinta años”, dijo Recio. ¿Las consecuencias? Un modelo de elevados costes sociales, ecológicos o laborales: desigualdades, precariedad, corrupción, desequilibrio, mala calidad del servicio… “Un modelo de capitalismo canalla”, terminó Recio.

El objetivo económico es la acumulación de capital para poder seguir acumulando capital”.

“Sevilla, la construcción de un sueño”. Así se llamó una operación urbanística promovida por la empresa Heineken en la capital andaluza. La operación y cómo se llegó a ella sirve de ejemplo de actuación del “reacomodo de las viejas oligarquías andaluzas y los nuevos poderes transnacionales”, título de la ponencia del catedrático Manuel Delgado, que abrió la última jornada del curso ‘Economía, poder y megaproyectos’. Para llegar a interpretar ese ‘sueño’ hay que explicar previamente cómo llega Heineken a ser promotor de 2.000 viviendas de lujo en el centro de Sevilla gracias a una recalificación de un suelo industrial a residencial con un alto coeficiente de edificabilidad y con un proyecto avalado por Jean Nouvel, Foster e Isozaki. El solar del que hablamos es la antigua fábrica de la cerveza Cruzcampo, un emblema de la economía sevillana.

Antes de ser comprada por Heineken, fue la cerveza Guinness quien adquiere Cruzcampo. Por el camino y gracias a la supuesta inversión, se reestructura la producción y se pierde una cuarta parte del empleo de Cruzcampo, se compran marcas de cerveza locales y sus redes de distribución. Finalmente se presiona al Ayuntamiento para que recalifique la antigua fábrica y en la operación se ganan 300 millones de euros, la mitad de los que costó la compra. “Todo esto se incluye dentro de un plan que tiene como pilar básico la participación ciudadana”, como explica Delgado. Hay más detalles aún pero con estos ya se pueden explicar algunas de las características comunes de ese reacomodo del viejo poder oligárquico en Andalucía:“el capital se libera del peso de la gestión de lo real”, “se alimenta la marca y las acciones se orientan al marketing” y se busca “fabricar barato donde sea”. El resultado es que las viejas empresas locales se van desvinculando de su lugar de nacimiento.

Por una parte, esas viejas oligarquías se reacomodan dentro del capital internacional: unas se dejan comprar directamente, otras mantienen sus acciones dentro del paraguas de la marca internacional y otras sirven como franquicias del capital global. Delgado destaca que hay “una apropiación y desposesión de lo local desde lo global bajo el predominio de la financiarización”, una característica que ya indicó en su conferencia dentro del curso el profesor de la Universidad de Valladolid, Óscar Carpintero.

El ejemplo de Heineken no es el único, claro. El caso de Pernod Ricard es similar. Compra la empresa Larios, de larga tradición malagueña y se lleva la producción a Madrid, mantiene el nombre de la marca pero económicamente se desvincula por completo de Andalucía. “Es una corporación vacía, una empresa virtual que se separa de lo físico”, señala Delgado. Pernaud finalmente absorbe Allied-Domecq, formada a su vez por una fusión de una empresa internacional y una de las empresas de más arraigo andaluzas. Esa desvinculación con lo local le pasa igual a González Byass o a Osborne, mientras que como ejemplo del desmantelamiento de la producción podemos señalar la compra de Marcos Eguizábal de las viejas bodegas del casco histórico de Jerez para convertirlas en centros comerciales.

En el caso de las empresas de construcción, Delgado señaló el protagonismo del PSOE alimentando ciertas operaciones a través de las Cajas de Ahorro, controladas por el partido. “Quienes debían impedir los desmanes urbanísticos son quienes los promueven”. Como conclusión: la extensión de esa lógica de la acumulación depredadora que acaba por destruir el tejido social y los ecosistemas. “El objetivo económico es la acumulación de capital para poder seguir acumulando capital”.

A cada megaproyecto le corresponde su megamentira: el camino hacia la desobediencia civil

Federico Aguilera Klink, codirector del curso, recogió el testigo de la intervención anterior. “Los auténticos damnificados de esto son las pequeñas y medianas empresas”. Aguilera comenzó diciendo que las grandes empresas “no quieren competir”. Citó a Adam Smith, el padre del liberalismo , que ya decía en el Siglo XVIII que “sólo quieren ampliar el mercado y reducir la competencia”. Smith decía que los que dictan las reglas del juego son los que tienen más interés en defraudar o que la regulación del comercio siempre es un engaño. “Prohibido ver lo evidente”, señaló Aguilera Klink parafraseando una viñeta de El Roto. El director del curso advirtió que no se enseña economía incluyendo la influencia que tiene el poder sobre ella. “No se puede estudiar economía excluyendo al poder “ya que es el poder el que explica lo que ocurre”.

Para hablar de la situación actual, Aguilera recurrió al pasado. Comenzó con Smith y siguió con Galbraith, que en 1973 decía que “la corporación moderna controla, fija precios, soborna y es una influencia dominante en el Estado”. Se da, pues, una confusión entre el interés privado y el público. De hecho, el primero acaba por transformarse en el segundo. Como ejemplo: el eje transinsular que se quiere construir para unir las siete islas. A mayor escala, el Plan Hidrológico Nacional, que se llegó a presentar en la sede de la patronal de la construcción en Murcia. “Prohibido ver lo evidente”. ¿Qué capitalismo es este que piensa que los fondos públicos son suyos?, se pregunta en alto Aguilera Klink, y lo hacía tras explicar que el Plan de Infraestructuras y Transportes destina 250.000 millones de euros a obras, como una especie de compensación por derogar el trasvase del Ebro. Más ejemplos de la transformación del interés privado en público: el AVE, que a 350 kilómetros por hora gasta tanta energía como una ciudad de 25.000 habitantes mientras se desmantela la red de ferrocarril y se construye un país cuyo futuro es tener la mayor densidad de kilómetros de autopista por habitante.

Aguilera Klink relaciona megaproyectos con megamentiras:se deroga el trasvase del Ebro pero se mantienen las sobreestimaciones de la demanda de agua, aunque altos cargos del Gobierno reconocen que se había sobreestimado esa demanda. “No hay cálculos fiables ni honestos y menos de los expertos”, dijo Aguilera, que volvió a recalcar las características de los megaproyectos que destacó José Manuel Naredo el primer día del curso:“se sobreestiman los beneficios, se subestiman los costes y se ignoran los impacto ambientales”. Como gran ejemplo de megamentira puso todo el proceso para intentar construir el puerto de Granadilla y cómo se va cambiando de mentira según se va desmontando la anterior. “Ahora están con el gas y con Kyoto para justificarlo”. En este contexto ni siquiera Bruselas, el Parlamento Europeo, es una esperanza. “La presión de los lobbies es terrible, ya no es una esperanza”.

Para hacer frente a este capitalismo “gansteril” que crea precariedad salarial y saqueo de fondos públicos, el director del curso propuso: más independencia judicial, más fiscales de medio ambiente y anticorrupción, más democracia, una sociedad civil más activa y por último: desobediencia civil. “Hay que usarla de manera pacífica, seria e inteligente, pero empezar a usarla ya”.

Más información: Nota de prensa

17 de octubre de 2007

Materiales:

José Manuel Naredo, durante su intervención

José Manuel Naredo, durante su intervención

Federico Aguilera Klink, durante su intervención

Federico Aguilera Klink, durante su intervención

Félix Arias, durante su intervención

Félix Arias, durante su intervención

Albert Recio

Albert Recio

Manuel Delgado, durante su intervención

Manuel Delgado, durante su intervención