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Taller «ECO-ESTéTICAS. El arte como medio para repensar la ecología» impartido por Blanca de la Torre

Blanca de la Torre aborda en Ecoestéticas las propuestas artísticas más relevantes sobre la ecología

“El desbordamiento de los límites del Planeta nos sitúa en un cambio de ciclo histórico que afecta a la médula ósea de la vida”. El director de la Fundación César Manrique, Fernando Gómez Aguilera, abrió el taller Ecoestéticas. El arte como medio para repensar la ecología, impartido por la comisaria de arte Blanca de la Torre los días 27 y 28 de noviembre en la sala José Saramago. “Nuestros patrones de consumo dicen que así la vida no aguanta”, señaló. En este contexto, el arte se hace eco de estos desafíos, dialoga con ellos y sirve como herramienta para plantear preguntas. Pero el tiempo apremia “y el Planeta no puede esperar por nuestra pasividad, hay que avanzar a escenarios más democráticos, más justos y más sostenibles”.

Blanca de la Torre comenzó con una cita sobre la urgencia, la advertencia de Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía, de que 2017 sería el año en que la puerta se cerraría para impedir que la temperatura del Planeta subiera dos grados centígrados. De la Torre considera que la única forma de entender la ecología es a través de la ecología política y aseguró que el arte es necesario para afrontar la crisis ecológica por su capacidad de comunicación y porque puede activar cambios de comportamiento. “No basta con comprender los datos científicos”.

Primero expuso los precedentes de la ecología en el arte contemporáneo, desde 1843 con el primer libro ilustrado con fotografías de cianotipos de algas, de Anna Atkins, la primera fotógrafa, a otras manifestaciones artísticas, como el cuadro En el tiempo de la armonía (1893) de Paul Signac, la casa Dymaxion de Fuller en 1945 o La primavera silenciosa (1962), de Rachel Carson, un libro que advertía de los peligros para el medio ambiente y en el que se trató, por primera vez, el efecto que tiene la aplicación de insecticidas en los seres vivos, constituyendo un “punto de partida del pensamiento ecológico contemporáneo”.

Hybris

La directora del taller expuso durante la primera jornada distintas miradas de artistas sobre los problemas medioambientales, reunidas en la exposición Hybris. Una posible aproximación ecoestética, de la que ella misma es la comisaria y que se expone en el MUSAC de León. La exposición está dividida en tres capítulos. El primero es Soluciones, dedicado a intervenciones que aportan soluciones prácticas a problemas ecológicos. Están incluidos Alan Sonfist, Patricia Johanson o el proyecto de los 7.000 robles de Joseph Beuys en Kassel en 1982, pero también Zigor Barayazarra y sus abrigos vivos, Santiago Morilla con su “bicihuerta” para crear espacios verdes, Amy Balkin, que solicita la inclusión de la atmósfera como patrimonio a proteger o Nicole Dextras y sus jardines portátiles. Reutilizaciones es el segundo capítulo, que recoge obras realizadas con materiales naturales o encontrados en la basura, como los de Herman Prigann, que recupera espacios degradados, Carmen Casulá y su banco de memoria de agricultores, el ecografitti en forma de rana de Juan Zamora o la instalación de Juan Carrión que denuncia la sangre derramada para lograr el coltán que se usa en los teléfonos móviles. Otras propuestas son las de Jorge Barbi y sus fotos de excrementos de gaviotas, o los discos de agua congelada de glaciares de Islandia, de Kathy Paterson, que se derriten tras escucharlos una sola vez.

El tercer capítulo es el de Acciones, con la participación de Regina José Galindo, Fernando García-Dory, Agnes Denes, que creó una montaña artificial con 11.000 plantas sembradas por 11.000 personas, Nilo Gallego y Felipe Quintana con un coro de 3.000 ovejas o Hiroshi Sunairi, que recogió semillas de árboles supervivientes de la bomba atómica de Hiroshima y las reparte por el mundo.

Teorías

La segunda parte de la primera jornada estuvo dedicada a las principales teorías en torno a la ecología en el pensamiento contemporáneo. Entre los principales teóricos están Félix Guattari, Gregory Bateson y su concepto de salud ética e incluso Ortega y Gasset, que ya advierte que el hombre adapta la naturaleza a sus necesidades. Otros clásicos son Murray Bookchain, que vincula la ecología social al anarquismo, Henry David Thoreau, que se fue a vivir a una cabaña en el bosque construida por él mismo en 1845 y Aldo Leopold, otro de los pioneros con su obra Almanac, en la que explica la necesidad de que la humanidad practique una ética natural. De la Torre también citó a Arne Naess y el concepto de ecología profunda, que critica las soluciones que siguen aplicando estrategias del capitalismo, o Timoty Morton, que aborda el problema desde la ironía y plantea renunciar a la idea de naturaleza para dar cabida a la ecocrítica y la cultura ambiental. Más actuales y más cercanos son Jorge Riechmann o Joan Martínez-Alier y su ecologismo de los pobres, o David Harvey que habla de la acumulación por desposesión, Rob Nixon que apunta la violencia lenta que reciben las capas más desfavorecidas de la sociedad y Razmig Keucheyan y el Movimiento por la justicia ambiental. Junto a estos, autoras ligadas al ecofeminismo, como la escritora Arundhati Roy, Vandana Shiva, que habla de la explotación de la naturaleza como la opresión de la mujer o Alicia Puleo, de la Universidad de Valladolid. Y finalmente, autores de la teoría del decrecimiento como Bruno Latour o Carlos Taibo, que plantean que en un Planeta con recursos limitados no puede haber un crecimiento ilimitado.

Imbalance

La segunda jornada se abrió con otra exposición colectiva, Imbalance, comisariada también por De la Torre en la ciudad polaca de Gdansk, dividida en cuatro ejes y presidida por la Mesa de negociación de Antoni Muntadas, una mesa con doce mapas del reparto de la riqueza del mundo. La primera parte de la muestra, Domesticación del paisaje, muestra obras como las de Sergio Belinchón, que fotografía extrarradios de ciudades o el fotógrafo Xavier Ribas, que muestra los efectos secundarios del ocio en los modos de ocupación del territorio de las sociedades contemporáneas. La segunda parte, Catástrofes medioambientales, cuestiona que se trate de hechos naturales y no motivados por el ser humano. Incluye las obras de Allan Sekula sobre el Prestige, Jun Nguyen-Hatsushiba, denunciando las enfermedades por contaminación por mercurio en la región japonesa de Minamata, Máximo González y su proyecto para la reutilización de vehículos obsoletos, como maceteros de árboles frutales, después de la desaparición del petróleo. En la tercera parte, Gestión de recursos y hábitos de consumo, están las propuestas de Chus García Fraile o Andreas Gursky, y la cuarta, Mirando al Sur Global, está inspirada en teorías como la del ecologismo de los pobres, en quienes recae la mayor parte de las consecuencias negativas, con las obras de Marjetica Potrč y su Caracas House o el colectivo Superflex que construyeron en África unidades móviles para hacer gas metano a partir de la basura doméstica.

Otros aspectos

La última parte del taller estuvo dirigida a intervenciones artísticas que abordan diferentes aspectos de la ecología. En el apartado de derechos de los campesinos, De la Torre expuso las propuestas alternativas de Asunción Molinos-Gordo, basada en ejercicios de caligrafía en países de Oriente Próximo, Critical art ensemble para eliminar la agricultura multinacional, o Inland, un proyecto de aldea reconstruida en Asturias con el lema “arte, agricultura y territorio” o las propuestas de la mexicana Minerva Cuevas contra famosas marcas comerciales.

El racismo ambiental lo trata Mel Chin, que realizó un proyecto de creación de dinero en escuelas sacudidas por el huracán de Nueva Orleans que después fue cambiado por dinero real para donaciones. Sobre el petróleo y el gas trabajan Oilwatch, una red de resistencia a actividades petroleras, el colectivo Platform que actúa contra el arte esponsorizado por la industria petrolera o The yes men y su película The yes men are revolting en la que ridiculizan a directivos de grandes corporaciones. Por otra parte, Diego Arribas, Edgard Aragón, Ursula Biemann y Paulo Tavares trabajan sobre los efectos de la minería.

Denunciando la situación de los bosques trabaja Green belt movement, fundada por Wantari Matai en 1977 y que desde entonces ha plantado 51 millones de árboles y ha logrado que 31.000 mujeres se capaciten en la silvicultura, o el movimiento Chipko, precursor del ecofeminismo, que surgió en el Himalaya en 1973 para evitar la tala de árboles, abrazándolos. La polaca Cecylia Malik realizó una propuesta similar mediante fotografías, que se acaba convirtiendo en una acción colectiva. Otro movimiento destacado es el Seringueiro, de los recolectores de caucho en Brasil.

Aosis es una coalición de islas que denuncia los peligros del calentamiento global y la subida del nivel del mar. Re-locate Kivalina, en Alaska, es un proyecto para realojar una isla afectada por la erosión. En el apartado de refugiados climáticos, categoría aún no recogida por Acnur, trabaja el colectivo Argos, y sobre las semillas, alza la voz Vandana Shiva, contra Monsanto y su biopiratería y su política de propiedad intelectual de las semillas, que ha provocado en India el suicidio de muchos campesinos obligados a endeudarse. Se refirió De la Torre a la “cheap fashion” y la concienciación sobre la moda a bajo precio, el cultivo y el manejo del algodón, que esclaviza a las comunidades. Los problemas del agua, o de su escasez, los abordan Ichi Ikeda y Navjot Altaf, que crea una estructura para generar fuentes donde no hay acceso al agua.

El taller terminó con las aportaciones de los alumnos, con propuestas de alternativas ecológicas, un balance de las dos jornadas, y con esta frase de Ernst Bloch: “Incluso en los tiempos más oscuros, el arte proporciona al espectador la visión latente de la utopía”.

Más información del taller: Horarios y objetivos

Más información: Nota de prensa

01 de diciembre de 2017