Taller / 16/07/2019

“Estamos llegando ya al momento en el que, si alguien es capaz de imaginar algo, será capaz de que exista”


Adam Jorquera es experto en diseño y fabricación digital tridimensional y fundador del proyecto educativo Los Hacedores. Impartió en la sala José Saramago el taller La fábrica de ideas. Introducción al diseño e impresión 3D, que se desarrolló durante dos jornadas: la primera teórica y la segunda práctica. Comenzó explicando qué es la fabricación digital, un proceso que convierte un archivo digital en un objeto tangible, que acerca la fabricación industrial a cualquier casa y nos coloca “a las puertas de la tercera revolución industrial” porque combina una tecnología de comunicación con una tecnología de fabricación, como pasó con el morse y la máquina de vapor. Su potencia revolucionaria es su capacidad para establecer puentes entre la imaginación y la realidad: “Cualquier individuo puede fabricar cualquier cosa en cualquier lugar en cualquier momento”. Según Jorquera, que considera que ahora es posible “poder tocar las ideas con la mano”, se trata de una convocatoria abierta permanente para la experimentación, innovación y fabricación y “si hubiera que elegir una palabra para representar esta tecnología, sería libertad”.

Jorquera señaló que es necesario cambiar el modelo de consumo, pero también el de fabricación. “No es necesario que China siga siendo nuestra fábrica” porque la fabricación digital permite la deslocalización y dar más importancia a lo colaborativo. Hay, en todo caso, cuatro revoluciones futuras, aunque dos ya se han conseguido: Internet y las comunicaciones móviles más la digitalización de la fabricación (todos los procesos serán automatizados). Y otras dos por conseguir: el reciclaje eficiente de materiales que permitiría una relación de los objetos más estrecha con un tiempo y un lugar y el desarrollo de las energías renovables. Se trata, en definitiva, de romper la barrera entre la economía de la fabricación y la de la información, entre China y Silicon Valley.

Esta revolución implicará ciertas cosas: volverá la fabricación a los países de origen, se necesitará menos mano de obra, se responderá con más velocidad a los cambios de mercado, habrá un empoderamiento de los pequeños fabricantes y se abandonará la fabricación en masa para pasar a una fabricación personalizada: “Necesitamos productos que se adapten a nosotros, y no adaptarnos nosotros a unos productos”.

Hay tres métodos principales de fabricación: sustractiva (fresado y mecanizado), conformativa (con moldes) y aditiva, que no parte ni depende de ninguna forma física previa y es la más adecuada. Reúne un decálogo de principios: la complejidad de la fabricación es gratuita (no existen objetos difíciles), la variedad también lo es (se puede imprimir una serie de mil objetos diferentes), elimina la necesidad de ensamblaje, se fabrica bajo demanda, hay un espacio de diseño ilimitado, no hace falta tener conocimientos de fabricación, genera fábricas portátiles, se desperdicia menos material, los materiales compuestos son infinitos y se pueden hacer réplicas precisas.

Entre los objetivos de esta revolución se encuentra la bioimpresión (ya es posible fabricar órganos con células madre), la impresión de alimentos, la fabricación bajo demanda y que se produzca una revolución colaborativa. Y entre los efectos: la deslocalización, una customización masiva, una revolución drástica en el transporte, el fin de la cadena de montaje y una libertad creativa sin precedentes. La fabricación digital también cambia la forma de medir el valor de un objeto porque hay parámetros que ya no son relevantes, como el número de máquinas necesarias para fabricarlo, la escasez de materiales, la demanda o su utilidad. La forma y la complejidad tampoco condicionarán su valor. No obstante, aún hay problemas por solucionar: la impresión es lenta, no se abarata a gran escala y algunos procesos producen gases y sustancias nocivas.

Este tipo de fabricación ya se está aplicando en campos tan diversos como la ingeniería (para hacer, por ejemplo, bisagras de aviones), la bioimpresión (órganos humanos, ya se ha llegado a fabricar un riñón), la ortopedia, alimentación, construcción, joyería o moda. Jorquera puso sobre la mesa la pregunta de dónde queremos ir, porque no se puede fabricar cualquier cosa y apuntó hacia una ética de la fabricación. Explicó la historia de la primera pistola fabricada en 3D, en código abierto, por el norteamericano Cody Wilson, que podría permitir poner una pistola al alcance de cualquiera.

Hacia el final de su intervención, el fundador de Los Hacedores señaló que, si mejora nuestra capacidad de describir la realidad, será más fácil la posibilidad de generarla. De hecho, asegura que “estamos llegando ya al momento en el que, si alguien es capaz de imaginar algo, será capaz de que exista”. Hasta ahora, los bits se habían transformado en muchas cosas, pero nunca en átomos. Esto permite, según Jorquera, aplicar la máxima de cobrar los átomos y regalar los bits. Es decir, lo físico se cobra y lo digital se regala.

Sigue habiendo unos condicionantes. Hay que aprender nuevos lenguajes, “abolir la fabricación en masa”, luchar contra las patentes “que son un atraso” y avanzar hacia el código abierto como herramienta de educación. Por último, pasar de ser un consumidor pasivo a uno activo, un “prosumer”.

Más información sobre el taller Diseño e Impresión 3D