Presentación. Libro / 11/06/2019

“Los museos deben producir una perturbación crítica de la percepción”, durante la presentación de “Museopatías”


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Museopatías (Colección Ensayo, Fundación César Manrique) es una compilación de ensayos del antropólogo Fernando Estévez sobre museología y patrimonio. Sus editores, Mayte Henríquez y Mariano de Santa Ana, presentaron el libro en la Sala José Saramago. Estévez, que falleció en 2016, fue profesor de antropología social en diversas facultades de la Universidad de La Laguna, realizó su tesis sobre indigenismo, raza y evolución, dirigió el Museo de Antropología de Tenerife y fue comisario de exposiciones.

Mariano de Santa Anta quiso comenzar su intervención mostrando su apoyo a la Fundación César Manrique por los ataques “injustificados” recibidos en los últimos meses. Señaló que la Fundación y el Museo de Antropología han sido sus dos referentes culturales en Canarias y apuntó que este último le sedujo porque no estaba ceñido al “folclorismo ramplón” ni a una tradición “fosilizada”.

Mayte Henríquez hizo una breve semblanza sobre Estévez. Recordó que sostenía que el pasado es una invención y “que no hay manera de interpretarlo” y que Estévez fue incansable como buscador de las fuentes documentales de la historia de Canarias. Llegó a demostrar que había una gran endogamia entre muchos de esos estudios, pero ese trabajo no tuvo mucha relevancia “porque dejaba en entredicho la cientificidad de muchas personas” El título del ensayo Museopatías hace referencia a un pequeño libro que trata sobre museología y patrimonio, de Jim Brobnick y Jennifer Fisher, al cual Estévez estuvo muy apegado durante una época. Invitaba a reflexionar sobre el discurso de los museos y el efecto emocional sobre los visitantes, “que se ven afectados por cómo se exponen los objetos”, además de identificar los problemas y posibles soluciones para los museos.

Algunos de los ensayos del libro están relacionados con exposiciones que comisarió Estévez. La primera de la que se ocupó Henríquez fue Alimentación y cultura, en el Museo de Antropología, con la que “ya hubo muchos problemas”. Se exponía, entre otras, una instalación con carros de la compra, por ejemplo, que simbolizaba el volumen del consumo real de los canarios al año. No fue entendida en Valle de Guerra, donde se encuentra el Museo, y tuvo mala acogida de público pero buena crítica. 

Otra exposición fue El pasado en el presente, que pretendía mostrar cómo se construyen las tradiciones y hablaba del patrimonio vinculado al turismo y de la opresión que provoca el pasado. Henríquez señaló que las clases populares, que siempre se reivindican, “nunca están en los museos de historia”. Santa Anta apuntó, en este sentido que “existe la nostalgia de cosas que no tuvimos nunca” y señaló que “quien esté preocupado por la pérdida de las tradiciones, que no se preocupe, que cada vez tenemos más, porque somos los modernos los que creamos las tradiciones”. Por esa exposición fue destituido Estévez y posteriormente la FCM la acogió en Lanzarote. Antes de su destitución llegó a preparar otra en 2003, Traditour, que consistía en convertir el museo en una especie de hotel rural.

Henríquez destacó que Estévez hablaba de la excesiva infantilización de los museos, con procesos “de disneyzación” y señalaba, de forma irónica, que a todo el mundo le da vergüenza que le vean en un museo sin un niño. Santa Ana señaló que Estévez estaba en contra de adular al público y afirmó que los museos “deben producir una perturbación crítica de la percepción”. Estévez, por otra parte, quiso articular en Tenerife una red de museos coherente y apuntaba que muchos museos que pretendían tener una identidad local, acababan siendo parecidos entre ellos.

En 2007 organizó Mar de arena de mar en Fuerteventura, para estrenar la rehabilitación de la Casa de los Coroneles, por encargo del Gobierno de Canarias. La exposición quería hablar de la identidad híbrida de la Isla, en la que conviven nativos, inmigrantes y turistas. Se hicieron instalaciones con todos los topónimos de la Isla, con agua y arena de cada playa o con objetos recopilados de personas que vivían en Fuerteventura.

El año siguiente se inauguró Aura, veneración, identidad, en la que se planteaba el museo como elemento legitimador con una exposición que extraía objetos cotidianos y los reverenciaba colocándolos dentro de una vitrina. Después vino Souvenir souvenir, que fue una exposición de 2009 que se hizo de forma simultánea en la Fundación César Manrique y en Tenerife y reflexionaba sobre estos objetos y su significado. Tres años después instaló el Jardín de Jauja, pensado para la exposición Traditour y al año siguiente Fantasmagorías, que hablaba de la percepción, el modo de ver, “sobre cómo hemos sido domesticados para aprender a ver”.

Henríquez terminó señalando que el equipo de Estévez sigue trabajando en la misma línea y que la última exposición trató las revueltas estudiantiles durante la Transición en Canarias, un asunto que nunca se había abordado, se llamó De lo que (no) se sabe se debe hablar y que reunió a varias generaciones. Terminó destacando de Fernando Estévez, también, su faceta activista militante y su trabajo con asociaciones vecinales.

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