Curso / 28/06/2019

Hace falta mezclar subversión y ternura para afrontar el momento actual


Cuarta jornada del curso Ante el Antropoceno. Cuando la humanidad desborda los límites biofísicos del Planeta.

La ceguera de un parpadeo. Ese es el periodo y la situación de los últimos 250 años de burbuja civilizatoria. Así lo calificó Emilio Santiago Muiño, antropólogo social, en la última jornada del curso. “El mundo se da entre límites pero se instaló la ilusión de que podíamos eliminarlos”. Los combustibles fósiles han expandido esos límites y las consecuencias son claras. En Europa, cada año, muere medio millón de personas de forma prematura por la contaminación y, precisamente, tras el Acuerdo de París han llegado los dos años con más emisiones de la historia. Se trata de un desastre antropológico.

Hay una relación inversamente proporcional entre los responsables y quienes sufren las consecuencias. Así que no queda otro remedio que reducir el tamaño de la economía aunque “no sepamos cómo llevar la necesidad del decrecimiento a la esfera política mientras la economía siga siendo sagrada y la ecología esté condenada al marketing verde”. En el momento actual, según Santiago, hay una ultraderecha afinada, que sabe de la escasez estructural, opta por un cerrojo nacional y “están dispuestos a matar para que se empobrezcan otros”. Él apuesta por una revolución que sea una especie de acupuntura, aplicada en varios puntos. En primer lugar, llegar a la ‘lujosa pobreza’, que significa asumir hábitos de vida más austeros, una idea distinta de felicidad que debe ser un cambio deseado. En segundo lugar, la victoria de la igualdad, porque cooperar es mejor que competir. El tercero, la tarea ecofeminista, desfeminizar los cuidados y darles la importancia que tienen, y el último, la abdicación del huérfano, abdicar de un poder, “nudo a nudo hasta volver a casa”. En resumen, “ser capaces de pensar en una noción de lo suficiente”, con dos derechos: el derecho a admirar la realidad y el derecho a declarar nuestras múltiples dependencias.

Emilio Santiago Muiño

Lolita Chávez tuvo que salir de Guatemala amenazada de muerte. Su pueblo pasó hace 500 años el colapso y desde entonces resiste “con dignidad y esperanza”. “Nuestra cosmogonía tiene vigencia aquí y ahora, no se preocupen los científicos, porque estamos a la vanguardia de la modernidad”, dijo. “No vine a buscar lástima ni solidaridad caritativa ni como turista ni como folclore, vengo con dignidad para denunciar y exigir justicia general”. Pidió que España se replantee su historia y sus acciones neoliberales en América y que se hable de responsabilidad “porque muchos de los privilegios que se disfrutan en España en la actualidad son por nuestra sangre, y eso la historia lo tiene que reconocer”. También reclamó que se asumiese la responsabilidad en el calentamiento global. Para Chávez, César Manrique habría dicho hoy ante la situación del mundo: “Mierda, ya lo dije”.

Lolita Chávez

Declaró que Centroamérica está sufriendo las secuelas de la falsa democracia, con la conversión de los estados en narcoestados y que los pueblos originarios, en Guatemala, no son minoría pero que el país está a la cabeza de los países más desiguales y más pobres. “Estamos cansadas de informes y queremos acciones concretas para que cambie”. Instó al público que se pusiera en su lugar, que es el de una mujer perseguida, atacada, hasta con seis intentos de asesinato, y torturada “hasta extremos perversos” y ahora acusada de múltiples delitos. Su lucha es contra los patriarcados, el de occidente y el de su pueblo: “Esto también genera persecución contra mí”. Habló de un “racismo profundo” y de que no quiere ser mártir. “Quiero vivir dignamente y tengo un profundo arraigo a mi comunidad”.

Uno de los proyectos a los que se opone ella y su comunidad es la Central Hidroeléctrica Renace, la más grande de Centroamérica, que lleva a cabo el Grupo ACS en el río Carchá. Para este proyecto no se consultó a la comunidad. “Aquí [en Occidente] lo venden como energía limpia y allí genera muerte y destrucción”, señaló, y se trata de un falso desarrollo porque hay que preguntarse para qué y para quién es esa energía. La central no surte de energía a las poblaciones, sino que se hace para suministrarla a las empresas mineras. Lolita Chávez también se opuso a un tendido eléctrico, “que decían que era estratégico”. Durante esa oposición murió el alcalde precisamente por el cable de alta tensión y llegaron a acusarla de ser bruja. Hubo desapariciones forzosas, activistas metidos en la cárcel y destrucción de ecosistemas. Afirmó que en España tienen miedo de denunciar a Florentino Pérez porque los jueces van al palco del Santiago Bernabeu. “Ese juego ya lo conocemos”. También habló de otros proyectos y de otras empresas, como el Grupo Cobra o la familia Gutiérrez Bosch; o como la reforestación, estimulada por subvenciones públicas, que supone un monocultivo forestal y se vende como una lucha contra el cambio climático; o como el de una empresa minera canadiense responsable de violaciones a mujeres. Frente a esto, citó que han logrado parar 32 licencias mineras en su pueblo y más de 300 en todo el país. “A pesar de todas las violencias estamos vivas y con dignidad”. Terminó solicitando a las empresas transnacionales que abandonen Guatemala.

Yayo Herrero

Yayo Herrero, antropóloga, ingeniera y activista ecofeminista cerró el curso. Afirmó que hace falta una mezcla de subversión y ternura para afrontar el momento actual, en el cual se ha declarado la guerra contra la vida. Somos seres ecodependientes e interdependientes, porque todo procede de la naturaleza y porque la vida no se sostiene si no hay gente que se ocupa de los cuidados de los cuerpos, pero actuamos en contra de estos principios: tomamos los recursos naturales como si fueran una parte de la economía e invisibilizamos las tareas de cuidado porque no forman parte de la economía productiva. La economía, la cultura y la política se han organizado de espaldas a esta doble dependencia material. También hay una guerra por los recursos porque hay una dinámica extractiva, no productiva: “La verdad del mercado es un fascismo territorial”. Se elevan vallas que no dejan pasar personas pero sí mercancías y así, un problema humanitario se convierte en un problema de seguridad que, por otra parte, es una situación que siguió creciendo durante la crisis. Además, hay una guerra contra los derechos laborales, una precarización del trabajo unida a una dificultad para ejercer los derechos de protesta. A esto se suma que la corrupción es la forma estructural del gobierno porque en esta necropolítica se usa el poder contra la gente. Y por último está la guerra contra las relaciones entre las personas: la sociedad, en su conjunto, en definitiva, ha declarado la guerra a la vida.

Irma Ferrer

Esto ha ocurrido porque históricamente se ha establecido el sujeto político y la idea de progreso al margen de la ecodependencia. Se ha creado un proyecto científico ligado a una lógica mecanicista “como si se pudieran controlar todos los factores de la naturaleza” y un capitalismo que no solo desarrolla bienes y servicios, sino que “nos fabrica como personas” y lo reduce todo a lo monetario. “Hace que el dinero sea sagrado y alimenta la lógica de sacrificio de todo en favor de la economía”. Y se ha generado una cultura sin percepción de los límites, de espaldas a la muerte y a la vejez, con una explosión del ego y una pérdida de la consistencia humana, una gran distancia entre los lugares donde se actúa y en los que se sufren las consecuencias. Un modelo violento que reduce a las personas a la condición de carne.

¿Qué hacer? Dar un giro epistémico. Cambiar la forma de entender la ciencia, que la vida sea la preocupación fundamental, cambiar el modelo de educación, la lógica de los derechos y disputar la hegemonía económica y política mundiales. Estamos abocados a un decrecimiento y los cambios han de ser para todo el mundo. “Se acabó dar la vida por la causa porque la causa es vivir”.

Irma Ferrer, que moderó la mesa redonda final, pidió a los participantes que formularan un deseo utópico y realizó el suyo: juzgar por delitos de lesa humanidad los delitos contra el medio ambiente. Señaló que la justicia está arrestada por orden de la avaricia y que es necesario empoderar a los ciudadanos para este gran reto que es el cambio climático.

Más información sobre el curso Ante el Antropoceno

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