Fernando Vallespín: “La reorganización de la esfera pública es la mayor amenaza de la democracia liberal”
El politólogo Fernando Vallespín conversó con los periodistas Luisa del Rosario y Francisco Pomares sobre populismos y democracia en el segundo encuentro del ciclo Democracia y periodismo en su laberinto. “¿De qué hablamos cuando hablamos de populismos?”, fue la primera pregunta de Luisa del Rosario. “Todo el mundo – contestó Vallespín- pretende saber lo que son los populismos, pero es un fenómeno muy complejo”.No es una ideología sino una forma de hacer política que se caracteriza por dividir el espacio político en dos: nosotros (el pueblo) y ellos (que puede ser una élite u otros sectores populares). Si el populismo es de izquierdas, la casta, y si es de derechas, los inmigrantes. En el caso de Europa, el enemigo es el europeísmo, porque consideran que “impide tener una economía que proteja al pueblo”.
También tiene un componente social muy importante. Sus votantes son los perdedores de la globalización. En Estados Unidos son los que viven en zonas rurales o los que han perdido el empleo en el sector industrial. El populismo siempre unifica al pueblo a través de la representación de un líder, del vínculo con un liderazgo. Según Vallespín, es un invento latinoamericano que nace en 1946 con Perón y que permitió el acceso de las masas a la política. Fue democratizador y democratizante, pero pierde sentido cuando accede a las instituciones.
Su adversario es el liberalismo, que cree en los valores de tolerancia y respeto a las minorías. El populismo, para Vallespín, es fundamentalmente discurso. No presenta políticas, sino que es identitarista, tiene un discurso simplificador que apela a las emociones más que a la razón y convierte el resentimiento social en una herramienta política. Lo hicieron, de forma diferente, Trump y Podemos, que “dejó de ser populista cuando entró en las instituciones porque las demás fuerzas también representan a los ciudadanos”. El populismo aspira a la totalidad y a otra forma de representación y, como debe tener un liderazgo importante, le favorecen los sistemas presidencialistas.
Francisco Pomares preguntó por el papel del nacionalismo y Vallespín dijo que la emoción nacional es la forma mas eficaz, que “nada une tanto como la nación” y citó al independentismo catalán. Diferenció entre el populismo y lo populachero, que son esquemas que utilizan hoy todos los partidos porque la esfera pública ha cambiado y favorece al populismo. Por ejemplo, en otra época, sin redes sociales hubiera sido imposible la victoria de Trump porque “había mecanismos que excluían a estos personajes, como el propio partido o los grandes medios de comunicación”. Ahora no se necesitan intermediarios.
Para Vallespín, “la reorganización de la esfera pública es la mayor amenaza de la democracia liberal” ya que la democracia funciona porque hay control del poder. “Si no, no hay democracia”. En este sentido, los medios eran una forma de control eficaz mientras que ahora, en la época de la posverdad, “no importan los hechos sino si yo siento algo como verdadero”. La lucha política, por tanto, se ha convertido en estrategias de comunicación.
Pomares expuso que no hay consensos básicos y Vallespín dijo que hoy los expertos, aunque también exista la experiencia del uso partidista del experto, “no tienen nada que decir”. “Todos estamos afectados por una pérdida de autoridad”, que se convierte en paradoja porque necesitamos más que nunca a los expertos, pero “cada vez tienen más voz los charlatanes”.
Hay otro aspecto relevante, y es que “vivimos en un sistema de economía de la atención y, como no podemos atender a todo porque la oferta es muy grande, se apela a lo emocional”. Y otro cambio cualitativo: que antes solo se conocían nuestras preferencias cuando las hacíamos públicas y ahora se conocen con nuestra huella digital. Si vale para comprar en Amazon o en Zara, sirve para la política “y recibimos la información que va con nuestro perfil”. “Esto es muy grave porque se va a saber lo que la gente piensa y cómo va a ir a votar y se puede manipular políticamente”. Este es un gran desafío para la democracia y “en China ya lo están haciendo”. “Me preocupa porque no controlamos al controlador, que son las grandes compañías de Internet, y no sabemos lo que están haciendo”, señaló el politólogo. Además, como no hay tiempo de pararse a pensar y no hay distancia, “las condiciones son idóneas para que aparezcan los populismos”.
Finalizó comparando la actualidad con los años 30, dos épocas de agotamiento civilizatorio con paralelismos. En ambas se sublima la violencia, antes en la calle y ahora en el ciberespacio y en ambas surgió una nueva forma de comunicación: entonces la radio y hoy las redes. Vallespín cree que ahora no consiste en conquistar derechos sino en no perder los que se tienen, por lo que domina el resentimiento, pero no cree que haya guerra porque la sociedad es más vieja y menos pobre que hace noventa años. También quiso señalar que el populismo no es un movimiento fascista, sino democrático y dijo que hay dos fracturas políticas fundamentales: una generacional y otra entre el campo y la ciudad, y que debe haber dos grandes revoluciones: una para afrontar el cambio climático y otra para la organización del mundo laboral. El del futuro será, por tanto, un mundo diferente, “pero la pregunta es si seguirá siendo un mundo democrático”.
Más información sobre la conversación con Fernando Vallespín