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Sergio Ramírez: «En América las leyes justas pasan a ser la mentira y el poder arbitrario, la realidad»

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El escritor nicaragüense Sergio Ramírez inauguró la programación cultural de la Fundación César Manrique (FCM) en 2024. Lo hizo, en una renovada sala José Saramago, con un relato sobre la realidad y la imaginación, la crónica y la narración, la verdad y la mentira, que tituló “La literatura y sus fantasmas”. Tuvo sus primeras palabras de recuerdo para el escritor portugués, a quien visitó en la Isla en 1998, unos meses antes de que le concedieran el Premio Nobel.

Comenzó su intervención por Heródoto, considerado el primero de los historiadores, pero también narrador literario y periodista. Pertenece a una época en la que era imposible diferenciar el relato de los hechos verídicos del nacido de la imaginación. No había reglas para diferenciar la verdad de la mentira y las fronteras eran difusas. Heródoto descartaba la mentira y cumplía la primera regla del narrador, que es creer en la autenticidad de lo que cuenta. La dificultad, no obstante, reside en discernir los hechos reales de los imaginados. No se cuestionaban los relatos de los héroes ni de los dioses.

Las cosas no han cambiado demasiado. “Después de tantos siglos, no podemos afirmar que los hechos hayan ganado una claridad como para ubicarse en el terreno de la verdad objetiva”, señaló Ramírez. No podemos despojarlos de ese velo subjetivo, ese sesgo político, ideológico o religioso.

La Historia se comenzó a escribir a favor o en contra, y en ocasiones por encargo del interesado, como hizo Hernán Cortés, narrada por Francisco López de Gómara en su Crónica de la conquista de Nueva España, que provocó la publicación, por imprecisa, de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo. “Pero en todo caso es su visión de los hechos”. “La memoria es a la vez invención”, dijo Ramírez: “se altera lo que se recuerda. Dos personas que recuerdan los mismos hechos lo hacen de manera distinta”.

Los conquistadores eran hijos de la lectura de los libros de caballerías, y el “más descollante” de los cronistas imaginativos fue el propio Cristóbal Colón, que dio noticias de personas con cola de perro, de sirenas y de unicornios con pelo de búfalo y cabeza de jabalí. “La mentira, para ser verídica, tiene que estar muy bien detallada”. Cristóbal de Acuña también relató indígenas con los pies del revés en el Amazonas, y tres siglos más tarde, Alexander von Humboldt, ofrece otra visión más científica “pero la textura de su relato también se tiñe de imaginación”.

En el Nuevo Mundo, los inventores de historias entran en la Historia. El lenguaje de esos contadores de historias, ese estilo y esa exageración, pasa a ser una herencia de América, que llega hasta la literatura de García Márquez. La literatura no se ocupa de lo general, sino de lo específico, de la anormalidad, y en América se da una gran anomalía: “que las leyes justas pasan a ser la mentira, y el poder arbitrario, la realidad. Cuando el poder se vuelve anormal actúa como una deidad deshonesta y crea el miedo y silencio, pero al final también crea la rebeldía”.

La Historia, en cualquier caso es una palabra que sigue siendo demasiado genérica. La esencia de la escritura surge de la curiosidad de informador e informado, en la historia y en la literatura. Suetonio describe el asesinato de Julio César con todo detalle: las 23 puñaladas, la posición del brazo… Hace lo que hace un escritor, “fijarse en lo que parece irrelevante pero que da vida a la narración”, como cuando García Márquez escribe que en Macondo “llovió cuatro años, once meses y dos días” o como el afán de informar con exactitud de Bernal Díaz del Castillo o de Humboldt que explica con precisión cuánto comen los indios del Alto Orinoco.

La novela no solo supone un relato de hechos ficticios sino también una técnica: el suspense, las trabas al lector, la administración de la información que se ofrece, aunque se trate de hechos verdaderos. “En la novela cabe todo”, dice Ramírez. Las novelas hablan de los hechos anómalos de la historia, pero la crónica de hoy también tiene que ver con la anormalidad, la ocupan hechos como el narcotráfico, las pateras o la corrupción. Son temas que la novela reclama y disputa con la crónica, es un género híbrido. La delgada línea entre literatura, historia y ficción. Una mezcla de géneros que nace con Cervantes.

Sergio Ramírez, a quien le han despojado de su nacionalidad nicaragüenese y cuyos libros están prohibidos en su país, finalizó señalando que “por este oficio vale la pena pagar un precio” y que “el cronista no debe dejar de hacer su oficio”. A preguntas del público y del director de la FCM, Fernando Gómez Aguilera, dijo que de Nicaragua se han ido al exilio todos los escritores y artistas y que ya no existen periódicos propios y todas las noticias llegan desde fuera. Explicó que para que un escritor se meta en política, como hizo él mismo, hace falta una conmoción, como una dictadura, pero que en América han salido perdiendo los intelectuales metidos al oficio del poder.

Los temas en literatura siempre son los mismos: amor, locura, muerte y poder, con sus subdivisiones. Señaló que él puede escribir sobre el poder porque lo conoció por dentro, y que el poder “en cualquier sistema, tiene las mismas reglas porque las ideologías no cambian el sistema del poder”. Respecto a la prohibición de sus libros en Nicaragua, señaló que tiene la suerte de que escribe en español: “Es imposible hacerme desaparecer como escritor”.

Más información: Nota de prensa

Grabación de la conferencia: Grabación

7 marzo 2024