Sami Naïr: «Los movimientos sociales son la gran esperanza para la construcción europea»

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El politólogo Sami Naïr fue el primer interlocutor de las «Cuatro conversaciones de futuro» que dirigirá el periodista Iñaki Gabilondo durante el año del centenario de César Manrique. La primera, con el título Gobernanza siglo XXI. Barbaries y solidaridades, fue seguida en Taro de Tahíche, el día 8 de mayo, por más de 400 personas, muchas de ellas a través de varias pantallas instaladas en diversas salas.

El periodista comenzó advirtiendo que la línea central del pensamiento que iba a guiar sus preguntas era la de indagar sobre qué vamos a hacer, no sobre qué va a pasar, y pidió a Naïr que expresara qué palabras definen su estado de ánimo ante la situación general del mundo. Sus palabras fueron “preocupación e inquietud”. “Tengo la impresión de que hemos vuelto a los años treinta, después de la crisis de 1929 y antes de la II Guerra mundial”, señaló. Para Naïr, hoy todas las sociedades están en crisis. No hay sociedades “coherentes ni homogéneas”.

Gabilondo le preguntó por el desplazamiento del eje mundial, de Europa a Asia, y su significado, y Naïr comenzó explicando que por primera vez hay un proceso de occidentalización generalizada del planeta y Estados Unidos está en un proceso, a la vez, de implicación y rechazo. Se han cambiado los papeles. Estados Unidos se protege y China es la más liberalista. Aseguró que se ha globalizado el comercio y la producción pero no hay reglas del juego. Estados Unidos quiere imponer su derecho fuera de su territorio, sus reglas, y Europa no quiere, lo que genera conflictos. Trump reindustrializa su país (“va a ganar las presidenciales porque le van a votar los que no tenían trabajo”) mientras la guerra comercial y la militar van de la mano, “nunca se ha visto una correlación tan sintética”.

¿Y es inquietante?, preguntó Gabilondo.

Sí. Europa no tiene ejército y, por tanto, no tiene política de defensa, y hay que tomar en serio a Trump, que usa métodos de hombre de negocios, “solo usa razones de fuerza y ha destruido todo el sistema de alianzas internacional”. Por otra parte, China será la gran potencia militar del siglo XXI.

¿A la extrema derecha en Europa, hay que tomarla en serio?

“Cuando el diez por ciento de la población no está contenta –contestó Naïr– hay una crisis; pero si es el veinte por ciento de la población la que no está contenta, esto constituye una crisis grave”. Esta crisis demuestra el fracaso del sueño europeo. Se está construyendo Europa cumpliendo un pacto de estabilidad, con privatizaciones y destrucción de servicios públicos pero sin políticas sociales “para crear una identidad social común y que la gente se sienta implicada”. “Nos hemos saltado la idea de pertenencia”, señaló Naïr, que aseguró que en Europa podemos volver hacia atrás pero no mucho porque si no habrá revoluciones conservadoras. Afirmó, igualmente, que es posible poner en marcha políticas comunes pero que el gran accidente puede ser la elección en Francia de Marine Le Pen. “Si eso llega a ocurrir, Europa estará terminada”. Sobre los movimientos conservadores en Europa afirmó que usan el racismo y la xenofobia, pero son excusas porque su gran problema es que son antieuropeístas. Gabilondo planteó que de dónde o de quién puede salir una buena respuesta. “Tiene que ser una respuesta cultural y ahora no existe ese discurso”. Es imprescindible una política de empleo, financiar grandes planes de empleo para los jóvenes. El sujeto del cambio pueden ser Francia y Alemania, aunque hay una crisis entre ambas. Francia quiere un piloto político, un comisario europeo capaz de negociar con el Banco Central que ahora hace lo que quiere: “El Ministerio de Hacienda europeo puede ser clave para hacer políticas keynesianas de empleo, porque cada país, por sí mismo, es incapaz de generarlas”. Por su parte, Alemania domina la política monetaria. En definitiva, ya que con Italia ahora no se puede contar, Francia, España y los socialdemócratas alemanes pueden plantear la necesidad de la creación de empleo como un elemento central.

El papel de la inmigración

“Estamos desbordados por la situación que hemos generado, ya que la política migratoria europea favorece la inmigración clandestina». La llegada de emigrantes desde África va a seguir porque es un continente que en 2050 tendrá 1.200 millones de habitantes y esa cifra se doblará a finales de siglo. Así que, aunque se desarrollen todos los países de África, llegarán 30 o 40 millones de africanos a Europa. Naïr considera que el gran problema no es la igualdad, sino aceptar la diversidad y propone un movimiento circular, tal y como se hacía hasta 1974, donde los africanos puedan ir a Europa y volver a su país sin perder el derecho de poder regresar de nuevo a Europa, además de organizar la movilidad con flujos, ayudar a quienes quieran invertir en su país y apostar por África como espacio natural de expansión cultural, social y comercial”.

Naïr advirtió de que si avanzan los fanatismos identitarios habrá partidos neofascistas que se apoderarán de los gobiernos y destruirán el proyecto europeo. Sobre Gran Bretaña dijo que ha optado por considerar que su espacio no es Europa, sino el mundo entero (como si fuera el Imperio del siglo XIX) y sobre la diferencia entre China o India con Europa señaló que ellos piensan a largo plazo y Europa no, porque no es un Estado y porque no hay perspectiva y los políticos tan solo quieren salir elegidos. “El Parlamento europeo es el único parlamento del mundo que no aprueba leyes”.

En esta situación Europa, con el Plan Bolonia, no ha apostado por una educación cualitativa, basada en la reflexión. “Hemos hecho de lo urgente lo esencial en lugar de hacer de lo esencial lo urgente”. Sin embargo Naïr es optimista porque las ideas nuevas y los cambios nacen de los movimientos sociales, que son “la gran esperanza” y no de los partidos políticos.

Llegó el turno del medio ambiente y el periodista cuestionó por qué hay tan poco interés en la población ante el cambio climático. “Avanzamos lento”, dijo Naïr, que entiende que si se vive instalado en la precariedad es difícil preocuparse por el medio ambiente, pero también apuntó que nuestra cultura, desde el Renacimiento, está basada en el desprecio y la dominación hacia la Naturaleza.

Gabilondo preguntó entonces por el futuro de la democracia, que “no se transforma por decreto”, señaló Naïr. Los avances, de hecho, siempre se han impuesto desde abajo, pero en Europa las decisiones las siguen tomando entidades no elegidas democráticamente.

¿Y el papel de la cultura?

La Unión Europea se construyó sin un espacio cultural común, sin elaborar sus conceptos fundamentales. Sami Naïr sacó de su bolsillo un billete de diez euros para demostrar que los europeos no supimos aceptar símbolos comunes de la cultura, a pesar de que se planteó que éstos aparecieran en los billetes; finalmente, se imprimen puentes y catedrales pero no están Cervantes, Shakespeare, Goethe o Víctor Hugo.

Afirmó, para terminar que Schumann, uno de los padres de la construcción europea, dijo que se empezó por la economía y antes de morir reconoció que se habían equivocado: “Debimos empezar con la cultura”.

En medio de un gran aplauso, Gabilondo, ya de pie, concluyó lanzando el mensaje de que “lo que viene no está escrito, es lo que decidamos hacer, lo que decidamos no hacer, y lo que permitamos que se haga”.

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