Conferencia / 17/06/2019

Carme Pinós: “Los arquitectos estamos siempre al lado del poder pero hemos de estar del lado de la ciudadanía”


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La arquitecta Carme Pinós tenía previsto, en su conferencia Tejiendo la ciudad, tratar exclusivamente sobre su proyecto de ampliación de la Plaza de La Gardunya, junto al mercado de La Boquería en Barcelona, pero decidió mostrar la exposición de otras intervenciones que consideraba que podían

interesar más al público que asistió a la Sala José Saramago.

La primera de ellas es la ampliación de un hotel rural en Mallorca, al que añadió cuatro villas camufladas en el paisaje de terrazas agrícolas. Convirtió toda su actuación en paisaje. Pinós explicó que siempre empieza, como César Manrique, leyendo el territorio. “Me dejo llevar por el contexto”.

La segunda intervención es la del Pabellón de Melbourne, el año pasado. Una filántropa regala un pabellón en un parque de la ciudad para realizar eventos. Pinós comenzó a pensar en abstracto pero “era un reto”. “Hasta que no llegó al lugar no sé pensar”. Su objetivo principal era el de cobijar al público pero que siguiera teniendo la sensación de estar en el parque.

Un pequeño pabellón en Guadalajara (México) es el tercer proyecto. Es “un capricho” en una finca, no es una casa, sino una especie de mirador que se mimetiza con el paisaje. “Mis proyectos – dijo – se explican desde la estructura y la estructura es la expresión del proyecto”. También explicó el crematorio del cementerio de Igualada, que proyectó hace años. No era un tanatorio, sino tan solo un horno donde llegan los familiares a despedirse de la persona fallecida. Tuvo la idea de que fuera “un poco elevado, para estar viviendo la muerte pero sintiendo la vida”.

Mostró un proyecto, no llevado a cabo, en el Charco de los Clicos. Le pidieron para una Bienal del paisaje que construyera un banco, pero pensó que en ese lugar era mejor no hacer nada, aunque luego acabó por plantear una reordenación de la cuerda que rodea el perímetro del lago “y ordenando los cables se convertían en asientos”. No se hizo porque faltó el permiso pero estaba pensado para quitarlo en cualquier momento.

Y finalmente explicó la intervención en la Plaza de La Gardunya. Ganó un concurso sobre ese espacio, que era “un agujero” en el que se quiso construir un edificio en altura pero se acabó haciendo un aparcamiento con una concesión para cincuenta años y hubo que esperar a su fin porque era muy caro recuperarla. El proyecto consistía en hacer viviendas y la nueva Escola Massana, una escuela de artes y oficios. “La solución pasaba por estudiar el contexto”, así que Pinós pasó horas y horas observando la vida del lugar, viendo cómo se movía la gente. “El proyecto casi lo hice sentada en el lugar”, aseguró.

Era un espacio rectangular y en Barcelona solo hay una plaza rectangular, la Plaza Real,que muestra un orden para resaltar a una clase social alta. “Me dije que no tenía nada que ver con esa plaza y que, además el Raval incluye a muchas clases”. El proyecto no podía ser una plaza estática y había que tener en cuenta su papel público, es decir, político. Dijo que corría el riesgo de hacer la plaza como la seña de identidad de su estudio de arquitectura, porque tenía tres fachadas que proyectar, pero decidió que cada uno de los edificios dialogase con lo que tenía detrás. Lo más singular es la Escola “porque es una institución” pero los profesores tenían miedo de que se convirtiera en una escuela muy urbana, así que intentó dotarla de espacios libres, que el edificio “no se comiera la plaza” y que no se violentara la intimidad de los alumnos. También le pidieron una fachada para el mercado pero acabó haciendo una continuación de los tejados de las naves.

En el turno de preguntas afirmó que un arquitecto debe ser buen observador, ha de saber escuchar y después conjugar todo y que el contexto no es solo físico sino que también se debe incorporar la sensibilidad de la gente que va a usar el edificio proyectado. “Tenemos la obligación de ser sencillos en el lugar y observar, porque hay que ir más allá del cliente y trabajar para la ciudad o el entorno”. “Es una gran responsabilidad ser arquitecto porque lo que hacemos no tiene vuelta atrás”. “Los arquitectos estamos siempre al lado del poder, de todo tipo de poderes, pero hemos de estar del lado de la ciudadanía”, concluyó.

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