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Gómez Aguilera: «En Lanzarote, Saramago se resetea como escritor, inicia una nueva vida literaria»

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El acto conmemorativo de la Fundación César Manrique (FCM) para celebrar el centenario del nacimiento de José Saramago se celebró el día 7 de octubre de 2022 en la sede de Tahíche y comenzó con la presentación del libro José Saramago. El pájaro que pía posado en el rinoceronte (editorial La Umbría y la Solana) escrito por el director de la FCM, Fernando Gómez Aguilera, y se cerró con la mesa redonda titulada ‘Saramago. Conciencia de la palabra inagotable’ en la que participaron Sami Naïr, Pilar del Río, Juan Cruz, Pepa Bueno y el propio Gómez Aguilera.

Feliciano Novoa, editor del libro, explicó que la razón para publicarlo es simple, ya que la editorial se dedica a la literatura portuguesa. Dijo que Gómez Aguilera es la persona que mejor conoce la obra del autor portugués. Pilar del Río, autora del prólogo, avanzó que este libro, editado ya en lengua portuguesa, será fundamental para estudiar la obra de Saramago “en el mundo entero”. Sami Naïr afirmó que se trata de un libro original y profundo en el que el autor demuestra su dominio sobre las metodologías del análisis literario, pero no las muestra, como las suelen exhibir los críticos. El libro, “un trabajo de reconstrucción de la arquitectura de las obras” de Saramago, tiene una estructura “ágil, fluida, sutil y poética” y consagra el encuentro entre dos creadores: Gómez Aguilera y Saramago, que fue, para Naïr, “un infatigable investigador en su proceso creativo”, que lo desarrolla en el campo de las ficciones y no de los discursos analíticos, aunque en su literatura no se pueda separar la ficción del ensayo: “No busca los hechos sino que los usa como materia prima para crear algo superior, una alegoría de la realidad”. Para el ensayista francés, “hacer pensar al lector no es imponerle una ideología, es despertarle del sueño de la razón”.

Fernando Gómez Aguilera, Feliciano Novoa, Sami Naïr y Pilar del Río

El autor del libro, después de unos extensos agradecimientos, dijo que este libro quiere ser “un aliado de la buena memoria”. El título parte de la imagen del picabueyes piquirrojo, un ave centinela sobre el que hay una controversia: si avisa al rinoceronte del peligro de la presencia del hombre o al revés. Para Aguilera, esto pone de manifiesto que el punto de vista es central, y también lo es en la obra de Saramago, que es un autor que insta permanentemente a abrir los ojos, a no resignarse. “Levanta las piedras para que el lector vea lo que hay debajo”. ¿Qué es el libro? Se pregunta el propio autor. En primer lugar, expresa el privilegio de su amistad con el autor portugués y es un tributo a ese camino. Está escrito partiendo de la admiración por el autor y su obra y con la intención de penetrar en su lógica y mostrar su metabolismo.

Saramago escribió en Lanzarote una veintena de libros, la mitad de su obra. “En Lanzarote se resetea como escritor”, inicia una nueva vida literaria que él mismo reconoce calificándola como una “ruptura radical” en su literatura. Cierra el gran angular de la historia, bucea en las relaciones entre la ficción y la historia y en cómo la ficción puede contribuir a cambiar la mirada sobre el sujeto histórico y a rellenar espacios y borrar la oscuridad. En Lanzarote empieza a explorar las relaciones entre el individuo y la sociedad y “cómo la deshumanización nos destruye”. Entendió, según Aguilera, que el espacio de la realidad lo ocupaban ya los medios y entonces, para hablar de esa realidad, opta por la construcción de alegorías.

El director de la FCM desveló que aún queda mucho material inédito de Saramago, que guardaba en cuatro cajas de cartón: hay cuatro apuntes sobre novelas o novelas iniciadas, cuatro obras de teatro, cuentos y poemas. Ya en 1953, en una de ellas, ‘Os emparedados’, “una invitación a perseverar”, Saramago escribe que le falta todo para ser escritor pero se preguntaba qué haría si no lo fuera. “Su obra está iluminada por el principio de insatisfacción; no es un nihilista, es inconformista”.

Mesa redonda Saramago. Conciencia de la palabra inagotable

“Saramago era un pesimista confeso”, comenzó la periodista Isabel Lusarreta, que ejerció de moderadora y quiso saber si era un entrevistado incómodo. La directora de ‘El País’, Pepa Bueno, dijo que hablaba “claro, cortito y por derecho”. “Una bendición”. Comentó asimismo que era un visionario, pero no un chamán. Leyó intervenciones fragmentos de artículos que escribió en ‘El País’ sobre cuestiones que se han confirmado después. Ya en el año 2001 decía que “estamos en La Caverna de Platón, mirando pantallas creyendo que es la realidad”.

Juan Cruz, Sami Naïr, Pilar del Río, Isabel Lusarreta, Pepa Bueno y Fernando Gómez Aguilera

Sami Naïr resaltó que Saramago vivió en dos épocas: una en la que se pensaba que era posible la transformación de la sociedad y otra en la que los grandes relatos estallaron. “Vivimos una colectividad humana que no tiene idea del futuro, todo el sistema está basado solo en el presente”. El escritor pasó de una época a la otra sin abandonar su paradigma, aunque sí lo adaptó. Saramago dice que hay que intervenir en los problemas del mundo y hacerlo en nombre de la justicia y la igualdad, en defensa de todos los seres humanos frente a los poderes, que lo dominan todo. Creía que esa realidad, según Naïr, se puede superar con una idea de compromiso con los seres humanos.

Pilar del Río contó que quiso añadir la palabra “cabreado” a su epitafio y que no era un santo ni un profeta sino una persona que pensaba y escribía y que afirmaba que “él no era pesimista, que es el mundo el que es pésimo”. Destacó su capacidad de observar y que fue un hombre que se formó a sí mismo. Recordó algunas colaboraciones en periódicos nacidas de la indignación y señaló que lo último que escribió o dictó en su vida fue esta entrada en su blog: “Obrigado, Mankell”, agradeciendo la presencia del escritor sueco como participante en la flotilla de la libertad, que transportaba material escolar y sanitario hacia Palestina y que fue atacada.

Para Juan Cruz, José Saramago siempre fue un periodista. Diferenció el escritor que escribe y el escritor que mira y dijo que cada uno de ellos está en un libro: uno en el de Pilar del Río, “La intuición de la Isla”, que trasmite una enorme capacidad de sosiego, y otro en el libro de Gómez Aguilera “José Saramago. El pájaro que pía posado en el rinoceronte”. Recordó que, tras la traumática salida de Portugal del escritor, Cruz le preguntó mientras miraba hacia Fuerteventura y hacia el monumento a Unamuno, cómo se encontraba, y dijo que bien, “mirando a Unamuno y mirando al futuro: esa gente no me va a quitar el aire de Lanzarote”.

Pepa Bueno, sin embargo, señaló que la mirada de Saramago no era de periodista, sino de intelectual, porque actuaba con el imperativo cívico de intervenir y porque siempre miró la vida desde el mismo sitio.

Gómez Aguilera señaló que, ciertamente la actitud y la actuación del Nobel portugués no coincidía con la de un periodista, pero que, en cualquier caso, no se le puede explicar sin los periódicos. Subrayó que lo que nos fascina de José “es que era un tipo decente”. “Hoy es algo insólito en el espacio público, es extraordinario y genera fascinación”. Saramago “no mutó ni traicionó sus principios de origen. Hizo de la coherencia y la lealtad una regla moral inviolable. Era decente por muchas razones, entre otras, porque ejercía el papel de intelectual en sentido puro: quien reflexiona libremente y expresa en público y ante los poderes lo que piensa sin medir las consecuencias, sin transar. De ahí su credibilidad”. 

Naïr abundó en que no consiguió sus éxitos haciendo concesiones. “Era uno de los nuestros y su regla de vida era disentir, era indomable”. Lusarreta pidió alguna palabra más que definiera a Saramago. Del Río dijo que era un tipo “simpático” y Bueno cerró señalando que encarna la “dignidad” del ser humano”.

Thursday October 13th, 2022