Sami Naïr: “La crisis de los refugiados ha dañado de forma casi irrecuperable el proyecto europeo”
Propone tres soluciones: otorgar un pasaporte de tránsito a los refugiados, aumentar los visados legales para los inmigrantes e invertir en los países en desarrollo y dar libertad de circulación a sus ciudadanos
Con la conferencia de Sami Naïr, el pasado 30 de marzo, Refugiados: Frente a la catástrofe humanitaria, una solución real, la Fundación César Manrique abre una “programación estable” para 2017, como anunció su director, Fernando Gómez Aguilera, con el objetivo de “enfocar” 2019, año del centenario del nacimiento de César Manrique. Aguilera dijo que se escogió esta conferencia “para hablar de un problema que nos interpela a todos, la mayor catástrofe en Europa desde la Segunda Guerra Mundial”, “una vergüenza”, no sólo por los campos de refugiados sino también por la reacción de los gobiernos europeos: “Es un asunto de barbarie civilizada, que es la peor de las barbaries”, señaló.
Naïr comenzó añadiendo que no sólo es la mayor tragedia sino que revela la impotencia y el fracaso de los proyectos europeos: “Con esta crisis, una parte del alma europea ha desaparecido y ha dañado de forma casi irrecuperable el proyecto europeo”.
El conferenciante explicó el contexto. El año 2015 supone “un antes y un después”. Cinco millones de sirios salen de su país huyendo de la guerra y se encuentran con un muro de insolidaridad. Pero, “¿cómo hemos llegado hasta aquí?”. Lo primero es diferenciar refugiados de inmigrantes económicos: un refugiado se encuentra en peligro de muerte por sus convicciones, su raza o por una dominación, y la Convención de Ginebra de 1951 fue hecha para otorgarles protección. Ahora se da una paradoja en la Historia. Esa Convención fue elaborada para acoger a ciudadanos de países del Este de Europa que huían de regímenes comunistas, y los más beneficiados fueron los húngaros. Hoy, esos países son los que rechazan su aplicación. “No hay memoria; las víctimas de ayer pueden ser los verdugos de hoy”, señaló Naïr.
Con la destrucción de Irak en 2003 salieron de sus países millones de iraquíes y de afganos, que llegaron, principalmente, a Pakistán (nueve millones) y a Turquía (diez millones). “Esto explica lo que pasó en Turquía en 2015”. Con la llegada de los sirios, abren sus fronteras. Mientras que países empobrecidos como Egipto, Túnez o Líbano acogen a centenares de miles de personas, Europa, con el 23 por ciento, del PIB mundial, cierra sus puertas “con la idea de una invasión”. Así que nos encontramos “ante algo que nos interroga sobre lo que somos y lo que tenemos que hacer”.
Merkel, según señaló Sami Naïr, a pesar de su orientación liberal y la defensa de la austeridad, reaccionó de forma humanista diciendo: “Si mi país no ayuda a las víctimas, no es mi país”. Prometió acoger a un millón de refugiados y desató una reacción negativa del resto de países, excepto de Grecia e Italia. Acabaron entrando 745.000. Lo hizo por tres razones: porque ella misma es refugiada, de Alemania del Este, es hija de un pastor protestante y es una mujer inteligente que sabe que Alemania va a tener un problema demográfico y va ser adelantada por Francia en población. El resto de los países dijo que no y Merkel se echó atrás y acabó imponiendo a Turquía un pacto, logrando un “Golpe de Estado semántico” al transformar a los refugiados en inmigrantes ilegales, a quienes ya no hay obligación jurídica de ayudar. De los tres millones de refugiados que llamaban a la puerta de Europa, la Unión Europea acordó acoger a 160.000 en un plazo de dos años, tras los cuales ha acogido sólo a 13.000. El resto “vaga ilegalmente” por Grecia e Italia. El comisario europeo de Derechos Humanos acaba de reconocer el fracaso pero no propone nada, y los refugiados ni siquiera pueden salir de los campos donde se encuentran. Además, el pacto con Turquía es muy frágil porque Alemania aceptó dos cesiones que no se han cumplido: otorgar 6.000 millones de euros para ayudar a Turquía al acogimiento (y no ha llegado ni la mitad del dinero) y negociar la integración de Turquía en la UE. Para esto último, aún queda por superar una barrera de diez puntos difíciles de negociar. Erdogan, por tanto, amenaza con volver a abrir las fronteras. “Estamos en un callejón sin salida: la gente de los campos está bloqueada, no tienen solución para su futuro”.
La primera consecuencia “gravísima” de esto es la renacionalización de las potencias europeas. Francia empieza a rechazar, en lugar de dejarlos transitar libremente, a los inmigrantes que acoge Italia y pasan a su territorio. Polonia, Hungría, Chequia y Eslovaquia deciden no aceptar las cuotas “cortando la solidaridad europea”, y hace tres semanas, Hollande propone crear una Europa de dos velocidades con seis o siete países solamente, y mientras tanto Gran Bretaña sale de la UE. “Es el fin de la política común europea, y las instituciones no saben qué hacer”. “Todo esto ocurre- señala Naïr- por la falta de un proyecto político”.
Las propuestas
Ante esta situación se abren dos posibilidades: volver atrás o ir hacia adelante, hacia una política no sólo económica, sino una Europa solidaria, confederal, “que hable con una sola voz a escala planetaria”. En su último libro, titulado como la conferencia, Naïr propone tres orientaciones, que explicó al público:
1. La Unión Europa debe dar un pasaporte de tránsito para circular libremente por la UE y “poder buscar su suerte en el mundo entero” a los sirios, afganos e iraquíes. Una solución que ya se aplicó, con el pasaporte Nansen, tras la Primera Guerra Mundial.
2. Para los inmigrantes económicos indocumentados, la situación está empeorando cada vez más, se está endureciendo. Habría que lanzar políticas de ayuda a los países fronterizos para estabilizar sus sociedades. Europa tiene una población de 550 millones y se trata sólo de cinco millones de personas. Hay que aumentar el número de visados legales. “España puede hacerlo porque hay sectores económicos que necesitan esa mano de obra”.
3. En 2008 estalló la crisis de la globalización liberal. Si no cayó del todo fue porque China la sostuvo, convirtiéndose en la principal potencia liberal del mundo. Desde entonces, “Europa no sabe dónde ir, Estados Unidos se ha vuelto proteccionista y China se ha volcado en su mercado interior”. Para Naïr, hay que invertir en los países en desarrollo y dar libertad de circulación a sus ciudadanos.
Hay tres grandes desafíos para el futuro inmediato: controlar las reglas del sistema económico, regular el medioambiente y atajar el problema del desplazamiento de las poblaciones. “En el mundo hay más de 22 millones de inmigrantes y Europa, con una vista a largo plazo, debe saber responder. Para ello necesita la participación democrática de su población”.
Nota de prensa en PDF de la conferencia el día 30 de marzo:
Tuesday April 4th, 2017