Se está lesgislando para desmontar todo lo que se ha hecho

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Wolfredo Wildpret, Faustino García Márquez, Fernando Prats y Federico Aguilera Klink, los cuatro invitados a la mesa redonda celebrada el 27 de septiembre de 2012, César Manrique. Una conciencia pionera de los límites, comenzaron relatando, tras la introducción del periodista Gregorio Cabrera, uno de los dos moderadores junto a Jaime Puig, su primer recuerdo sobre la figura de César Manrique. Tras su intervención inicial, Wildpret, catedrático de Botánica, calificó a Manrique como “un profeta de lo que ha ocurrido en Canarias” y dijo que le asombró de él su valentía y su coherencia, así como su inteligencia natural. Terminó hablando de Lanzarote, de la que dijo que en los últimos años ha perdido gran parte de su valor.  

El arquitecto Faustino García Márquez retomó el hilo para señalar que se ha producido en la isla una pérdida paulatina y constante y que Canarias es el relato de un fracaso por haber construido discursos de sostenibilidad coherentes plasmados en el planeamiento pero que no se han llevado a la práctica “seguramente porque quienes propugnaban esas soluciones no creían en ellas”.

Por su parte, el urbanista Fernando Prats dijo sobre César que fue un genio y un visionario y que aún hoy en día su visión sobre la ética y el medio ambiente sigue siendo pionera porque César aludía a los límites de la isla cuando nadie hablaba de ellos. “Como líder social, hoy sería un maestro en el 15-M”, añadió.

Federico Aguilera Klink, que no conoció al artista, dijo que su escuela, como reconoce Manrique en sus escritos, fue su capacidad de asombro, y destacó la necesidad de cambiar la educación “porque aprendemos a perder el juicio pero con títulos”. “El desastre financiero lo han montado personas que han estudiado en las mejores universidades”, apuntó Prats. 

Los ponentes hablaron sobre el modelo de desarrollo de España, de Canarias y de Lanzarote y sobre su futuro. García Márquez dijo que se debe recuperar la visión de que existen límites. Para Wildpret, el modelo actual se ha acabado y los gobernantes no tienen ni iniciativa ni ideas. “Se debe producir una revolución porque hay un retroceso incluso en las libertades”, aseguró, y puso como ejemplo el caso del puerto de Granadilla para ilustrar que los poderes fácticos siguen controlando el poder político en Canarias. Según Aguilera Klink, “a la conciencia de los límites que vamos teniendo se opone la educación, que te enseña que no hay límites”. Destacó que el desarrollo económico está saqueando el Planeta y que “estamos en un estado de guerra continua”.

Prats volvió al caso de Lanzarote para preguntarse la diferencia entre el prestigio de la isla en el exterior y la autocrítica interna y se respondió que “en Lanzarote nos medimos con lo que pudo ser, con ese Camelot utópico que soñó Manrique”, y en el que creyó la población. Ahora, según Prats, el verdadero problema es que la sociedad está incluso pero que el territorio, afirmando que “o renace (la sociedad civil), o no hay nada que hacer”. Afirmó que hoy no se puede comprender nada sin entender que estamos en un cambio de época profundo porque hay un desbordamiento de los límites del Planeta, con dos tercios de los ecosistemas básicos en riesgo “y frente a esto no hay el más mínimo debate, obnubilados por la crisis económica”.

Respecto al futuro de Canarias, García Márquez habló de las nuevas leyes de armonización para la recualificación turística que prepara el Gobierno de Canarias: “Se está legislando para desmontar todo lo que se ha hecho”, dijo, y aportó varios datos: la afluencia de turistas a Canarias entre 1999 y 2010 bajó un trece por ciento mientras que las plazas alojativas crecieron un 22%, y en Lanzarote aumentaron un 34 por ciento; o que en 15 años, entre 1987 y 2002, se asfaltó, se urbanizó y se construyó en Lanzarote el 60 por ciento de la superficie que se había urbanizado en toda su historia. Sin embargo, en lugar de volver a poner límites “ahora vuelven a cambiar la legislación para acelerar esos procesos. La Ley de armonización y sobre todo, la recualificación, es el fin de los límites, porque se liberaliza la posibilidad de construir hoteles de cinco estrellas y es posible que, en el trámite parlamentario, se amplíe esa posibilidad a los de cuatro ya que así lo ha pedido el Consejo Económico y Social de Canarias. Lo que viene es un acelerón”, señaló recordando el caso de las Directrices del Turismo de 2003, que intentaron contener el crecimiento y que “cuando se terminaron de redactar comenzó su voladura oficial”.

Prats coincidió con García Márquez en que esas nuevas leyes incentivan el crecimiento a pesar de que están basadas en la renovación como clave, y finalizó sus intervenciones alertando del atasco del modelo turístico de la costa en España, algo que reconoce la propia patronal turística Exceltur, porque bajan las pernoctaciones, los ingresos y los precios. También apuntó a la energía como el mayor de los retos para Canarias y dijo que pocos sitios como Lanzarote están tan preparados para afrontar ese reto. Aguilera Klink afirmó que el binomio crecimiento y creación de puestos de trabajo es falso y que hay que aprender a vivir de otra manera, mientras que Wildpret dijo que en estos momentos de crisis, quedarse en silencio y resignarse es un delito, y respecto al futuro de Canarias aseguró que tiene dos recursos: el clima (“que es de lo poco que no nos podemos cargar los canarios”) y el paisaje, que vuelve a estar amenazado. García Márquez concluyó hablando de la huella ecológica y señalando que si todos los habitantes del Planeta vivieran con las condiciones que lo hacen los habitantes del primer mundo “necesitaríamos diez planetas y medio para vivir”.

Proyección de la película Taro. El eco de Manrique

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En el marco de actividades programadas durante 2012 por la Fundación César Manrique (FCM), en conmemoración del 20º aniversario de su inauguración y, al mismo tiempo, de la desaparición de su fundador, el martes 25 de septiembre, coincidiendo con la efeméride de la desaparición de César Manrique, se proyectó el largometraje-documental titulado Taro. El eco de Manrique. Es una película de Miguel G. Morales que se aproxima a César Manrique, subrayando su activismo medioambiental y territorial, su lucha contra la especulación, y su pasión por la naturaleza de Lanzarote.

Taro. El eco de Manrique está coproducida por Televisión Española, Televisión Canaria, Obra Social de CajaCanarias, Miguel Morales y DXT Producciones, así como la coproducción en Alemania de Allary Film TV & Media.

Miguel Morales, el director del largometraje-documental proyectado, ha simultaneado su carrera entre el cine documental y la televisión, haciendo incursiones en la video-creación. En sus trabajos, ha realizado funciones como guionista, director, realizador, cámara, montador y productor ejecutivo. Muchas de sus obras han participado en festivales nacionales e internacionales y recibido premios y menciones especiales. Con esta nueva entrega, García Morales continúa su serie de documentales biográficos sobre artistas o escritores ilustres vinculados a las islas, como Óscar Domínguez, Juan Ismael, Cristino de Vera, Pepe Dámaso o, más recientemente, Domingo Pérez Minik, Ignacio Aldecoa y José Saramago.

En la película, se recuperan abundantes imágenes de archivo, en las que aparece el artista con su vibrante discurso crítico y de defensa de Lanzarote. Asimismo, se recoge el testimonio de diversos colaboradores suyos como José Juan Ramírez, Fernando Gómez Aguilera, Luis Morales, Santiago Hernández, Feliciano Luzardo, Antonio de León y José Manuel Curbelo, además de valoraciones de personalidades del ecologismo y la arquitectura, como el naturalista Joaquín Araújo y el arquitecto Frei Otto.

Al acto asistió Miguel G. Morales, que se dirigió al público al finalizar la proyección y también estuvieron presentes los colaboradores de César Manrique que participan en la película.

Video promocional:

http://www.youtube.com/watch?v=Q-j8WKq6Ntw&feature=player_detailpage

Juan Cruz: Ignacio Aldecoa supo ver el carácter arriscado y complejo que tenemos los canarios

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“Ignacio Aldecoa es el cuentista español más solvente del Siglo XX”. Fernando Gómez Aguilera recordó al inicio del acto, en la mesa redonda previa a la proyección del documental Aldecoa, la huida al paraíso, esas palabras de Miguel García de Posada sobre el escritor vitoriano. El director de la Fundación César Manrique añadió que Aldecoa es mucho más, “un personaje extraordinario”, y contó que tras su estancia de cuatro semanas en 1961 en La Graciosa, el escritor le dijo a su mujer: “He descubierto el paraíso, iremos algún día”. No volvió nunca. Gómez Aguilera dio la palabra al escritor Juan Cruz, de quien partió la idea de hacer este documental sobre la relación de Aldecoa con Canarias y su visón de ellas, plasmada en el libro Cuaderno de godo.

Cruz conoció vio por primera vez a Aldecoa en una foto que tenía en su despacho José Arozena, un abogado tinerfeño amigo del escritor, al igual que Domingo Pérez Minik. Años más tarde, cuando era responsable editorial de Alfaguara, conoció a su viuda, Josefina Aldecoa, y decidió publicar también la obra de su marido. Eso fue a partir del hallazgo, en la librería Dedalus de Madrid, de Cuaderno de godo, el libro que recorre el documental, “un libro para enamorarse de las islas”. ¿Y por qué recuperar a Aldecoa? “Pues porque los canarios cultivamos el desrecuerdo, que tiene una grave repercusión porque impide crear zonas de recuerdos y gratitud para edificar historias sobre ellos.”

El director del documental, Miguel G. Morales, dijo que Aldecoa le ha perseguido a lo largo de su vida. Su primera práctica de guión en la Escuela de Cine fue sobre un cuento de Aldecoa, a quien calificó como un outsider y “un personaje cinematográfico magnífico, de una película americana de los años 40 ó 50”.

Gómez Aguilera recordó la primera vez que Aldecoa llegó a Lanzarote y aseguró que hubo un tiempo en que la actividad del escritor era seguida por la prensa local de la época, que daba cuenta de sus conferencias en Madrid o en Nueva York. Aldecoa llegó a Arrecife en 1957 junto al fotógrafo José Pastor para hacer un reportaje de las islas encargado por el diario madrileño Arriba. Recala en el Parador de Turismo, donde duerme en un diván en el hall y traba amistad con Jesús López Socas, el médico José Molina, Leandro Fajardo y Andrés Betancort, que eran “buenos bebedores” como Aldecoa, con quien también compartían inquietudes literarias. Visitó Fuerteventura, donde asiste a una boda y a la botadura de la embarcación ‘La Peregrina’, de Antonio Fernández de Córdoba, apodado Buffalo Bill. En esa ocasión ya conoce al graciosero Jorge Toledo, y a La Graciosa volvería en 1961. Permaneció cuatro semanas en la Isla, pero antes de llegar, en el barco, les dijo a sus amigos lanzaroteños: “No me dejéis solo”. Pasaba por una crisis personal, “de destino, existencial”. En La Graciosa, durante ese tiempo, trasladado años después a su novela Parte de una historia, escribe, y corrige dos novelas, pero también vive, bebe, trabaja y se viste con y como los pescadores, según relatan las crónicas de Guillermo Topham. De allí regresa a Lanzarote y pronuncia una conferencia titulada “Mar de historias”, en el Círculo Mercantil del 28 de febrero. Posteriormente, sale a Tenerife para dar dos conferencias, declarando a la prensa “La Graciosa me ha servido para calmar los nervios y trabajar” y que “camino de Madrid me siento castigado con el paraíso a barlovento”, según contó al público Gómez Aguilera.

Miguel G. Morales añadió, por su parte, que la elaboración de la película se alargó durante ocho años y se exhibió en La Graciosa, aunque algunos gracioseros, según sus palabras, tienen reservas con la figura de Aldecoa. “La reacción de la Isla fue extraña”, dijo. Juan Cruz aseguró que Aldecoa vino a Canarias a buscar el paraíso pero a través de una huida y que estaba interesado en los riscos, lugares y rincones peligrosos, y que se asombró ante un paisaje que es “una metáfora de placer y riesgo” apreciando “el carácter arriscado y complejo que tenemos los canarios.” La mesa redonda concluyó con la lectura de una de las crónicas de Aldecoa publicada en Arriba en 1957, que describe el Archipiélago Chinijo. A continuación, se proyectó Aldecoa, la huida al paraíso.

César Manrique tenía sensibilidad no sólo para crear sino también para convencer a los que estaban con él

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La segunda de las cinco mesas redondas previstas este año sobre la figura de César Manrique se celebró el 7 de junio, bajo el título César Manrique. Construcción del espacio público, y reunió a cuatro colaboradores del artista lanzaroteño: Luis Morales, Esteban Armas, José Luis Olcina y Antonio Ramos, moderados por los periodistas Saúl García y Domingo Rivero.

Luis Morales fue jefe del departamento de vías y obras del Cabildo de Lanzarote, comenzó a colaborar con Manrique en 1952 y lo hizo durante cuatro décadas. A mediados de los años sesenta se formó un “equipo” que se dedicaba a supervisar todas las obras los sábados por la tarde. Lo formaban Manrique, Pepín Ramírez, Antonio Álvarez, Jesús Soto y el propio jefe de obras. “Lo que más me gustaba de César era cómo cuidaba el medio ambiente”, dijo Morales. A lo largo de sus intervenciones, Morales fue contando cómo se gestaron los Centros de Arte, Cultura y Turismo y otras obras, partiendo de una isla en la que apenas había tres trozos de carretera asfaltados y en la que el dinero de los obras previstas por el Estado se devolvía porque no había empresas constructoras. El Cabildo creó su propia empresa y comenzó a asumir esas obras: carreteras, las galerías de agua de Famara, la Granja agrícola o la pista del aeropuerto, y con los remanentes se inició la construcción de Los Jameos del Agua, “a mano, porque no había máquinas”, retirando toneladas de piedras “para hacer la sala de fiestas mejor del mundo” como contó Morales que prometió César. Otra obra complicada fue el restaurante El Diablo, en las Montañas del Fuego. Para hacer el foso de la gran parrilla se hizo un pequeño cráter y se canalizó el fuego, con el apoyo, eso sí, de una bandeja llena de agua para apagar las llamas que se encendían en las botas de los trabajadores. En esas obras, según Morales, “todo el personal estaba entusiasmado, no hacía falta jefe” porque Manrique logró sensibilizar a cada uno de esos trabajadores (llegaron a trabajar simultáneamente más de 300). “Él se llevaba bien con todos, era muy cercano, tenía sensibilidad no sólo para crear sino también para convencer a los que estaban con él y nos enseñó a ver el paisaje de la manera que él lo veía”. Terminó dando gracias a César “y a todos los que trabajaron con él, porque  lo que se ha hecho es como una cosa milagrosa, ¡cómo fue posible reunir ese equipo, esa casualidad tan grande!”

Esteban Armas entró a trabajar en el Cabildo como arquitecto técnico en 1978. Dijo que en los años sesenta, los lanzaroteños creían que Lanzarote era fea porque no había verde “y César reivindicó la belleza de la piedra, de lo seco”. Armas habló de la conjunción de Manrique con el entonces presidente del Cabildo, Pepín Ramírez, porque eran amigos de la infancia, lo que facilitó que se llevara a cabo la obra pública del artista lanzaroteño. También habló de la construcción del Jardín de Cactus, una obra planificada desde los años setenta pero que concluyó en los años noventa y en la que el diseño de César “fue total, detalle por detalle”. Y habló de dos obras frustradas: el Mirador de El Golfo, que César, “que tenía una capacidad desbordante”, decidió no hacer porque ya veía la masificación de la Isla “y pensaba que se lo iban a cargar” y la adecuación de El Charco de San Ginés, porque César falleció durante su ejecución. Quiso terminar desmontando el mito de que César hacía tirar muchas de las cosas que se construían. “No tiraba nada, es un mito, porque cuando había un problema técnico o un exceso de coste, él hacía otra propuesta distinta en el momento”, y subrayó la labor de Luis Morales “porque fue el traductor perfecto de César.”

Antonio Ramos, ‘Toñín’, era un adolescente cuando se incorporó en 1969 como electricista  a la construcción de Los Jameos. “Ya me di cuenta de que César era un artista y luego de que era un genio, nos inculcaba que las piedras eran bonitas, que todo había que cuidarlo porque era importante para el ser humano, nos hizo comprender que Lanzarote no era la niña fea.” En una ocasión, César le comparó a Lanzarote con una mesa, en la que una pata era la agricultura, otra la pesca, otra el comercio y la cuarta, que estaban montando, era el turismo. “Como esto funcione —decía— aquí vamos a vivir de maravilla”. “Y así ha sido —dijo Ramos con ironía—, nos hemos cargado la agricultura y la pesca, pero tenemos el turismo.” ‘Toñín’, que recordó a otros trabajadores como Marcial Martín, Ildefonso Aguilar, Jesús Soto, Ramón Martínez o profesionales de la piedra y albañiles, era ‘el chico para todo’: “Sabíamos cuándo empezábamos, a las siete, pero no cuándo volvíamos”, porque a veces César les pedía que se quedaran en Los Jameos para enseñar el lugar a alguien importante. “Para él todos eran importantes”, según Toñín. Por allí pasaron Lindsay Kemp, Nuria Espert, Alberti, Marsillach, Kraus… “y  gente muy moderna, bien vestida.” En los Jameos, Ramos pinchaba unos discos que Manrique había traído de Nueva York y así conoció y se enamoró del blues, el soul o el country. Para Toñín, César, que trataba muy bien a todos, era “un genio, un hombre sencillo, amable y muy trabajador.”

El ingeniero José Luis Olcina conoció a César en 1969 en el Puerto de la Cruz, junto con Alfredo Amigó y el contratista Luis Díaz de Losada. Decidieron que interviniera para hacer las piscinas del Lago Martiánez y en una pizzería dibujó en cinco minutos, en una servilleta, la forma actual del lago con la isla en medio. “La cogimos y presentamos el proyecto”, dijo Olcina, que formó parte de lo que Manrique llamaba “la familia de Tenerife”, con quienes colaboró durante 25 años. La ilusión de los trabajadores de Lanzarote también se contagió a los tinerfeños: “estaban ilusionados, se sentían partícipes y orgullosos de las obras”, según Olcina, que contó varias anécdotas de César con las autoridades. “Manrique nos enseñó a ver la belleza, la naturaleza, tenía una capacidad creativa impresionante, transmitía ilusión a todos y tenía un gran factor humano”, concluyó.

El periodista Domingo Rivero cerró con unas palabras del artista y añadió que “en tiempos del todo vale, tenemos la obligación moral de preservar el legado que nos dejaron César Manrique y otras personas irrepetibles.”

César estaba solo y desesperado pero tenía mucha voluntad y era indestructible

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La Sala José Saramago de la FCM en la Plazuela (Arrecife) acogió la primera de la cinco mesas redondas previstas este año para abordar la figura de César Manrique desde distintos puntos de vista, cuando se cumplen veinte años de la apertura de la Fundación y de la muerte del artista. La mesa, moderada por los periodistas Soraya Morales y Gonzalo Mejías, y bajo el título César Manrique en Lanzarote. Artista moderno y agitador social, reunió a Ginés Díaz Pallarés, primer presidente de la asociación ecologista El Guincho; Mario Alberto Perdomo, periodista y economista, además de patrono de la FCM; y a Carlos Matallana, artista, patrono de la FCM y sobrino de César Manrique.

Matallana comenzó haciendo referencia al primer recuerdo sobre su tío, cuando regresó a la Isla desde Nueva York en 1965, con un gato en una jaula, un collar de brillantes falso y unas bermudas. “Me impresionó”, dijo, sobre todo por el contraste con la vida gris de la Isla en aquel momento. Díaz Pallarés también compartió sus primeros recuerdos de César, al que conoció gracias a que su padre era el único traductor de inglés en la Isla y “César estaba en todo”. “Me enseñó a ver las cosas de otra manera, te sentías pleno con él”, aseguró, y relató los inicios de la asociación ecologista El Guincho, de la que Manrique fue presidente de honor: “Aquello fue una bronca permanente, todos los días nos peleábamos”. Reivindicó la entrega y la energía de César Manrique en aquella época, con 55 años. “Lo de César era increíble —según Pallarés—, sólo con que los trabajadores del Cabildo nos pusiéramos a trabajar de verdad, le dábamos la vuelta a la Isla”. Mario Alberto Perdomo recordó que tanto él como otras personas de su edad accedieron a Manrique a raíz de la apertura de El Almacén, donde tuvo su primera sede social El Guincho, por una peseta de simbólico alquiler anual. Sobre este centro cultural dijo que “a mucha gente le abrió los ojos”, por la posibilidad de ver obras de teatro, cine o, por ejemplo, poder oír recitar a Rafael Alberti. Añadió que gran parte de la sociedad lo consideraba como un espacio de élite, como ahora ocurre con la FCM.

Los tres reflexionaron sobre la acogida de la sociedad lanzaroteña hacia Manrique. Matallana dijo que en los años 60 y 70 “César era el diablo” porque creaba polémica y la sociedad era muy conservadora mientras que él era muy moderno. Entonces era criticado e insultado pero, según Matallana, la situación después fue cambiando. Reveló que una vez César le dijo que estaba a años luz de la realidad de Lanzarote, y sin embargo seguía luchando por ella. Para Díaz Pallarés, el rechazo hacia Manrique no cambió nunca. “César estaba solo y desesperado pero tenía mucha voluntad y era indestructible, nunca estaba cansado”. Recordó que Dimas Martín “ganó unas elecciones llamando maricón a César Manrique”, para evidenciar que nunca tuvo grandes apoyos, excepto de la colonia alemana de Lanzarote. “César creó proyectos que suponían ‘pelas’ y entonces se lanzó todo el mundo, y después no hemos sido capaces de hacer nada de lo que él proponía”, dijo el ex presidente de El Guincho, que se refirió al ‘caso Unión’, asegurando que si César se enterara de esas cosas, “por la afinidad con algunas familias, se le rompería el corazón”. Añadió que la visión de César era insular y que las decisiones en la Isla han sido municipales. “Si en Lanzarote hubiera habido sólo un ayuntamiento la cosas habrían sido diferentes”, señaló.

Avanzando en el tiempo, Carlos Matallana fijó el año 1985 como la fecha en que la sociedad comenzó a darse cuenta del valor de César Manrique. Mario Alberto Perdomo traspasó un año más y colocó a 1986 como una fecha clave en la que el artista se plantó ante las autoridades. En ese año, César convocó a los alcaldes de la Isla en su estudio e hizo el Manifiesto ‘Lanzarote se está muriendo’. Perdomo explicó la relación dual entre el artista y las autoridades: César convenía para embellecer una zona y atraer inversiones y turismo pero no interesaba que hablara de territorio o ecología. “Interesaba un César parcial, el creador, uno domeñado, acrítico, sólo el artista y punto”, y comparó esta visión, de nuevo, con la situación de la FCM, de la que dijo que si se dedicara a las artes plásticas y a promocionar la Isla en el exterior, no tendría ningún problema.

Por aquellos años, llegó un momento en que a Díaz Pallarés le daba pena que Manrique no se fuera de la Isla, “para que no estuviera perdiendo el tiempo”. El líder ecologista criticó a los políticos insulares, que se aprovecharon de las condiciones que creó César en la Isla para ganar dinero muy fácil. “César estaba muy cabreado”. Carlos Matallana recordó que en esos años, los últimos de su vida, abandonó la pintura por el activismo social y algunos de sus amigos se lo echaban en cara. Frente a esto, Perdomo dijo que Lanzarote se convirtió en su “lienzo total” que se empeñó en seguir pintando pese a todas las dificultades.

Una última fecha: la manifestación de Los Pocillos en 1988. A Matallana le sorprendió ver tanta gente, y cree que muchas cosas se hubieran parado en Lanzarote si César hubiera seguido vivo aunque afirmó que César, en el fondo, era muy ingenuo porque creía que tan sólo explicando las cosas, la gente las iba a asumir. Díaz Pallarés dijo que “ahí —en Los Pocillos— teníamos que habernos muerto, yo no le desearía a César que viera esto”, opinando que tras la muerte de César, la FCM ha mejorado mucho y “ha frenado más la FCM, probablemente, que César”. Perdomo terminó coincidiendo con sus compañeros en lo cabreado que seguía César en sus últimos años y recordó el discurso (póstumo) que iba a dar el Día del Turismo en los Jameos, que era incendiario. “Hoy estaría dando una rueda de prensa en Alemania indignado por las prospecciones petrolíferas… y los canarios estarían orgullosos de él”, concluyó.

José Juan Ramírez: La FCM ha pagado un precio y lo seguirá pagando por su lucha contra la corrupción y la especulación

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La Fundación César Manrique (FCM) celebró su veinte aniversario con un acto abierto al público en su sede de Taro de Tahíche. La FCM se inauguró el 27 de marzo de 1992, con César Manrique vivo, aunque falleció en un accidente sólo seis meses después. Al acto asistieron más de 300 personas.

El presidente de la FCM, José Juan Ramírez, abrió el acto asegurando que durante estos veinte años la institución ha intentado mantener vivo el legado y el espíritu del artista lanzaroteño. Señaló que la viabilidad económica de la Fundación ha sido un elemento clave para garantizar la independencia de la FCM y poder actuar de manera “crítica y libre”. Destacó tres hitos en estos veinte años: la labor de investigación y difusión de la obra del artista, la conformación de un programa de actividades de “notable nivel” pero que tampoco es ajeno a la crisis y la consecución de un reconocimiento como plataforma cultural de referencia, principalmente en la línea de Arte, Naturaleza y Territorio.


Ramírez reconoció que el camino no ha estado exento de dificultades debido a su posición de defensa del medioambiente y el territorio, a su apuesta por una ordenación razonable del suelo y a su lucha contra la especulación y el desarrollo convirtiéndose en una “voz crítica contra el desarrollismo y la especulación”. “Una apuesta —dijo— por la quela FCM ha pagado un precio y lo seguirá pagando porque de la lucha contra la corrupción nadie sale indemne”. Aseguró que “es mucho lo que está en juego” pero que “la sociedad civil tiene en la FCM a un referente fuerte de independencia y rigor crítico” y prometió seguir trabajando “con perseverancia y por la dignidad del ser humano y la tierra, por encima del dinero”.

Por su parte, el director de actividades, Fernando Gómez Aguilera, recordó que el equipo humano de la FCM comenzó muy joven al frente de la institución y que veinte años después “lo relevante es que estamos”. Dijo que la Fundación tiene dos grandes patrimonios: el de la institución para perpetuar la memoria de César y el trabajo realizado en la línea de Arte, Naturaleza y Territorio, y el capital humano de la FCM, que calificó como “un verdadero equipo que trabaja para sumar” y que cree en un proyecto “con valores”.

Gómez Aguilera hizo balance de las cifras acumuladas por la FCM: 248 actos (conferencias, talleres, presentaciones de libros, mesas redondas, etc.), 300 ponentes (entre ellos tres premios Nobel), 22.000 asistentes a esos actos, 2,5 millones de personas que han visitado las 48 exposiciones, seis millones de visitantes a la sede de la FCM, 900.000 euros entregados en becas y ayudas, la edición de diez libros sobre César Manrique y la recopilación de decenas de miles de registros sobre su obra, además de decenas de dictámenes, así como más de 60.000 escolares que se han beneficiado de su programa pedagógico, entre otros datos.

Reveló que la programación de la FCM para 2012 y principios de 2013 se centrará en la figura de César Manrique, con el montaje de tres exposiciones. La primera, que recreará el taller del artista, se inaugurará en junio; la segunda, en octubre, con fotografías de César Manrique, artista, que se llamará ‘César, instante y vida’, y la última, en 2013, recuperará sus ideas sobre Lanzarote bajo el título ‘César Manrique, conciencia e isla”. A finales de año la FCM tiene previsto editar un libro que recoja el pensamiento del artista sobre diversos temas a través de cerca de un centenar de entrevistas aparecidas en la prensa escrita, realizadas en distintos momentos de su vida.

Además de esas tres muestras, recorrerán los centros educativos y los centros socioculturales dos exposiciones con serigrafías del artista, se organizarán cinco mesas redondas sobre su figura y se convocarán tres concursos para escolares para acercarles a las ideas de César Manrique. Gómez Aguilera leyó varios fragmentos del libro ‘La palabra encendida’ que recoge ideas de César Manrique, dedicados al valor de la educación, de la fidelidad, el respeto, la salvaguarda activa, el vitalismo y la dignidad del ser humano.

También señaló que la FCM está muy preocupada por los planes de modernización del Gobierno de Canarias, porque pueden terminar con el espíritu de las Directrices del Turismo, primando la renovación a costa de ocupación de nuevo suelo; y finalizó recordando unas palabras de César Manrique: “Tratándose de un posible deterioro de la Isla, proceda de donde proceda, no me caso ni con mi madre”.

Tras las intervenciones se proyectó un documental producido por el programa de TVE ‘La mitad invisible’ sobre la figura de César Manrique y la FCM. Al finalizar, se abrió al público la sede de la FCM para poder disfrutar de la visita del museo en horario nocturno, y se sirvió un cóctel.

José de León: «Ni un trozo de Canarias está salvado del todo si no hay una actitud permanente de resistencia de la población»

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El primer proyecto de urbanización del barranco de Veneguera contemplaba 140.000 camas turísticas, cuatro puertos deportivos y un campo de golf, que no se han llegado a construir. El libro Salvar Veneguera. El poder en movimiento recoge treinta años de lucha por evitar las obras en ese barranco de Gran Canaria. Sus autores, José de León, Miguel Ángel Robayna y Juan Manuel Brito, lo presentaron en la Sala José Saramago. De León comenzó señalando que “el libro tiene mucho que ver con las acciones de la Fundación César Manrique” y que “además está de actualidad por el Movimiento 15-M”, y dio paso a un vídeo en el que se muestran imágenes de esas tres décadas de movilizaciones, desde que nueve personas decidieran hacer frente a la urbanización, hasta que el Parlamento aprobó la ley para congelarla. Puntualizó que “Veneguera no está a salvo del todo, ya que no hay ni un trozo de Canarias que esté salvado del todo si no hay una actitud permanente de resistencia por parte de la población”.

Para elaborar el libro, los autores utilizaron tres tipos de fuentes: más de treinta entrevistas a personas relacionadas con el movimiento, el análisis de las noticias aparecidas en prensa y el expediente de la urbanización. De León explicó la evolución de la propiedad del suelo y cómo se filtran a la prensa en 1983 los detalles del primer plan parcial, que da lugar al primer comité de ‘Salvar Veneguera’, que sirve como reacción no solo contra la urbanización sino contra todo el modelo de desarrollo económico y turístico y también contra el modelo político y legislativo que nace con la elaboración de las primeras leyes canarias. Destacó a “dos personajes que atraviesan esta historia y siempre apoyan la urbanización”: Lorenzo Olarte y Jerónimo Saavedra, así como los debates dentro del movimiento sobre si era mejor aceptar una pequeña urbanización o rechazar cualquier obra en el barranco. También puso de manifiesto el papel de Mario Conde en el proyecto. Veneguera pertenece a La Unión y el Fénix, que a su vez pertenece a Banesto y Urbis. “Uno de los tres grandes temas por los que cae Conde fue Veneguera”, dijo José de León, ‘Pepe el Uruguayo’.

El movimiento logra reunir 50.000 firmas contra la urbanización y presentarlas en el Parlamento como una Iniciativa Legislativa Popular (ILP). Esa ley, de un solo artículo, se convierte en otra completamente distinta tras las enmiendas, y se acaba aprobando un proyecto de 20.000 camas, aunque finalmente, cinco años después, se aprueba en el mismo Parlamento no llevar a cabo la urbanización. “El 35 por ciento de los parlamentarios que votaron una cosa, después votaron la contraria”. Hace unos meses, el Tribunal Supremo confirmó que los propietarios no tienen derecho a indemnización, pero aún no se ha puesto en marcha un proyecto de recuperación del barranco, tal y como contempla la última ley aprobada. “Hasta que esto no se cumpla, siempre habrá posibilidad de que se desarrolle”, apuntó de León.

 Juan Manuel Brito comenzó su intervención señalando que una de sus intenciones al afrontar el libro era la de ver “qué podía aportar esta historia a la sociedad” y explicó que la elección del subtítulo El poder en movimiento es una reivindicación “del poder basado en la legitimidad y no en la autoridad”, reclamando la idea de que “es posible actuar y condicionar las políticas públicas”. Dijo que ‘Salvar Veneguera’ es uno de los focos constituyentes del movimiento ecologista canario en el que aparecen las características más comunes de los grupos ecologistas posteriores. El Movimiento puso de relieve “la baja calidad del modelo democrático en Canarias”. “La reflexión sobre la democracia no está muy extendida”, aunque destacó que en ’Salvar Veneguera’ participaron miles de personas. Para Brito, lo ocurrido en el Parlamento con la ILP deja clara la vinculación entre el poder económico y el político y que los parlamentarios responden a una lógica de “mantenerse en el poder. “Hay falta de deliberación en el Parlamento —aseguró —, los mismos que rechazaron la ley, la aprobaron, cinco años después, sin dar ningún argumento”. También señaló que el conflicto de Veneguera “retrata a Coalición Canaria” porque desencadena una lucha de poder interna, tres de sus diputados no acatan la disciplina de voto y el consejero González Viéitez acaba abandonando el Gobierno y con él, el sector progresista de CC. También en el PSOE hubo conflicto entre Jerónimo Saavedra y Carmelo Padrón.

El tercero de los autores, Miguel Ángel Robayna, relató que su inicio en los movimientos sociales partió de Lanzarote con el del ‘Malpaís de la Corona’, “una batalla muy bonita”, que se ganó, aunque después se perdió la de ‘Salvar Papagayo’. Dijo que el libro es un intento de estimular la memoria para que las siguientes generaciones no empiecen de cero. Reflexionó sobre la necesidad de conseguir “que la defensa del territorio sea una parte importante de nuestro pueblo”. Describió, finalmente, cómo confluyeron en ‘Salvar Veneguera’ distintas corrientes ideológicas y cómo se plantearon entonces muchos de los problemas actuales, surgidos de la lógica impuesta por el turismo sobre el territorio, comparándolo con la locomotora de los Hermanos Marx, que van quemando los vagones para que continúe en marcha. Sin embargo, “los sucesivos  gobiernos de Canarias siguen fascinados por la falacia del crecimiento continuo”. “Hace falta coraje moral y valentía cívica”, concluyó.

 

Taller «Tejer el territorio. Una perspectiva etnográfica»

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El escritor y etnógrafo José Luis Puerto impartió el taller “Tejer el territorio. Una perspectiva etnográfica” los días 4 y 5 de abril en la sala José Saramago (Arrecife) de la Fundación César Manrique. El objetivo principal del curso era el análisis del paisaje, la conservación del patrimonio o del territorio, desde el punto de vista de la etnografía. El taller se planteó partiendo de cómo el ser humano, “ese yo grupal”, según señaló el director del curso, realiza una serie de acciones en cualquier comunidad, en el espacio en el que habita, de tal modo que ese espacio se convierte en territorio, en un espacio de cultura.

“Se habita y surge el hábitat, se edifica y surge la arquitectura tradicional, se trabaja y surgen actividades agrícolas o artesanas…”, señaló Puerto, que destacó y centró su estudio en cuatro acciones que realizan los hombres en todas las comunidades: habitar, trabajar, celebrar y descansar. “En todo territorio aparecen estas acciones del ser humano”, aseguró, destacando, que hay más acciones que caracterizan a las comunidades humanas, aunque en esta ocasión quiso poner el acento en aquellos aspectos de la cultura material y no en aquellos que conforman la tradición oral como las acciones de crear, creer o imaginar.

Cada una de las cuatro ponencias del taller estuvo dedicada a una de estas acciones, que puestas en común, dan una idea de cómo se teje el territorio a través de esos cuatro hilos y a través del tiempo, que, por una parte, es lineal (las generaciones de hombres y mujeres se van sucediendo) y por otra, está condicionado por la Naturaleza. El director del curso fue transmitiendo a los alumnos (algunos de los cuales provenían del mundo educativo, del  administrativo o del ámbito del turismo) una serie de “fogonazos, ideas o perspectivas” para que adquieran las herramientas necesarias para hacer una investigación etnográfica, para saber cómo se puede conocer el patrimonio, cómo valorarlo para preservarlo y cómo se configura una identidad, que, destacó, “nunca es cerrada sino compartida con el mundo al que pertenecemos”.

El curso ofrecía una metodología de estudio de los territorios, abordando distintos aspectos de cada uno de esos cuatro campos: los materiales, elementos decorativos o ritos referentes a la arquitectura tradicional; la vida pastoril, la agricultura; las fiestas populares, los ritos de paso o los juegos y la forma en que se emplea el tiempo de ocio, finalmente. Puerto fue introduciendo estos aspectos, primero desde un punto de vista teórico, para después pasar unas imágenes ilustrativas de aquello que se va explicando y que pertenecen, principalmente, a ejemplos de la realidad que más ha trabajado este etnógrafo, el Oeste de Castilla y León y la comarca de Las Hurdes en el Norte de Extremadura.

El estudio etnográfico se tiene que articular, según explicó José Luis Puerto, mediante dos vías, la teórica y la práctica. “Para saber en etnografía hay que leer mucho, pero hay que enterarse de la cultura tradicional, hay que ir al territorio y hacer trabajo de campo”, señaló. “Pero claro —subrayó—, este trabajo no se puede hacer de cualquier manera, hacer una tarea etnográfica no es ir con una grabadora y ver qué se le ocurre al anciano con el que me encuentro, sino que tienes que saber a qué vas, qué quieres estudiar, qué quieres documentar, no es la ocurrencia del momento”. “En etnografía, el trabajo de campo es fundamental, pero siempre ha de estar fundamentado”. Para ello puso varios ejemplos de cuestionarios, que se pueden adaptar para estudiar cada caso particular, cada territorio. Hay que volver una segunda vez al lugar de la investigación porque “te están esperando, has reactivado su memoria, la ‘memoria dormida’ y tienen más detalles que te pudieran interesar”.

Una de las conclusiones del taller es que los seres humanos se comportan de modo muy parecido en cualquier territorio, pero utilizando los elementos que tienen a su alrededor y la cultura en la que viven. “Un campesino americano va a utilizar las herramientas a su alcance para lo mismo que uno europeo o uno asiático”. “Tenemos más en común de lo que parece —señaló Puerto—, y cada uno lo adapta o lo crea a partir de su realidad”.

El estudio etnográfico de un territorio sirve para poner en valor aquellos elementos propios, pero también para desmitificar. “En Lanzarote se podría estudiar la cultura tradicional de la Isla, pero eso no quiere decir que esa cultura sea una cosa cerrada, sino que también hay una universalidad”, aseguró el director del taller, que advirtió de un peligro: la manipulación política de la etnografía, que acaba por hacer una construcción interesada del pasado. “No se puede crear o inventar —dijo— una identidad interesada de una región porque eso es una recreación, una falsificación”. “Hay que documentar lo que se produce tal cual y el gran trabajo pendiente es la posterior comparación”, añadió. Por último, alertó de otro peligro, el de la escenificación de las propias tradiciones, que se repite prácticamente en todos los territorios que reciben turistas: “eso es una profanación de la identidad”, señaló Puerto.

Más información: Nota de prensa

Baltasar Garzón: «Las opiniones de Saramago empujaron a miles de personas a reflexionar sobre la corresponsabilidad»

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José Saramago salió a recibir a cada uno de los asistentes a la presentación del libro José Saramago. La consistencia de los sueños, escrito por el director de la Fundación César Manrique, Fernando Gómez Aguilera. Lo hizo como sus libros, impreso, en una fotografía con el lema ‘Gracias, José’. Dentro de la sede de la FCM, algunas de sus páginas y un clavel rojo daban la bienvenida. En la sala, tras la mesa, dos grandes fotos del Nobel —’Gracias, José’— y una más, junto a Pilar del Río, con el lema ‘Gracias, Pilar’, presidían el acto. En la pared, impresa, una frase del Nobel escrita en 1999: “La gran victoria de mi vida es sentir que, en el fondo, lo más importante de todo es ser buena persona. Si pudiese inaugurar una nueva Internacional sería la Internacional de la bondad”.

“Una figura cumbre de la literatura contemporánea”. “Un referente ético”. Fueron las dos primeras, de muchas, descripciones de la noche sobre el escritor portugués, a cargo del presidente de la FCM, José Juan Ramírez, que hizo de maestro de ceremonias.

Pilar del Río, con el juez Baltasar Garzón a su izquierda, comenzó hablando de justicia: “Anuncio que si la justicia universal es el empeño al que estamos obligados, la justicia poética, sin embargo, ya está instalada en nuestro universo inmediato. Es justicia poética que hoy esté aquí la persona a la que Saramago dedicó uno de sus últimos escritos y es justicia poética que Fernando Gómez Aguilera nos presente este libro. Él, como nadie, sabe lo que a Saramago le gustaba”. Saramago, Garzón, Gómez Aguilera: “Tres personas de la misma sangre, de la misma especie, la de pensar, la de no bajar la cabeza ante las dificultades (…) y la de alzar la voz para decir que la única prioridad del mundo es el ser humano”, dijo la compañera del escritor portugués, que se lamentó de que él no estuviera presente… “¿O sí? Sé que también está Saramago”. La presidenta de la Fundación José Saramago anunció “lo que Saramago habría hecho si la puta muerte no se lo hubiera impedido”: que la Fundación promoverá al juez Garzón como candidato al Premio Nobel de la Paz, por su defensa de la justicia universal y su empeño en perseguir el crimen “lo cometa quien lo cometa”.

“Saramago y su tiempo”. Tomó la palabra el juez Garzón: “Saramago ha sido, es y será un ciudadano del mundo, su biografía lo acredita. Es un luchador de causas justas y siempre se le reconocerá su honestidad, valentía y coherencia entre la afirmación que hacía y la acción que desplegaba, incluso desde la discrepancia”. El recorrido de Garzón sobre Saramago partió de la convicción de que el escritor sabía que el mundo no está bien hecho, que aún permanece la explotación del hombre por el hombre y que “aceptar las cosas como son lleva al suicidio”. De él dijo también, como virtud, “porque el mundo no lo cambian los optimistas” que era un pesimista impenitente.

“Un defensor de causas justas”.  Garzón recordó unas palabras del Nobel pronunciadas junto a él en un debate en Lisboa en diciembre de 2008: “La defensa de los Derechos Humanos no es de derechas ni de izquierdas; la gente honesta puede ponerse de acuerdo”. “Saramago —señaló Garzón— siempre ha estado del lado de las víctimas y ha sido implacable contra el poderoso”. “Sus opiniones empujaron a miles de personas a reflexionar sobre la importancia de la sociedad civil y la corresponsabilidad de todos en una sociedad democrática”. Hizo un repaso de su apoyo a esas causas justas alrededor del mundo, sus dardos hacia tiranos y malos gobernantes, su lucha contra la impunidad, contra la ausencia de democracia que reside en el poder o su aviso de que puede llegar un poder fascista a Europa. “Hablamos mucho de democracia y la practicamos poco”, decía el Nobel. “Cuando se alejan las voces críticas, las conciencias se adormecen y aparece el riesgo de la indiferencia”, dijo el juez.

“Saramago, amigo”. “Lo tuve por un gran hombre, fue un gran amigo, no un viejo amigo ni un camarada”. “Su interés por mí me hizo sentirlo muy adentro, escribió sobre mí cosas bellas e inmerecidas”. Garzón tuvo también palabras de agradecimiento para Pilar del Río: “A ella se debe en gran parte que José tuviera ganas de trabajar y de vivir”.

“El libro”. “Un documento exhaustivo, sin concesiones a la digresión ni a la dispersión, de un hombre hecho a sí mismo”, en referencia esta vez al biógrafo. “El libro, escrito con rigor académico, sistematicidad y justeza en los datos, permite al lector hacer su propio recorrido por el escritor”.

Garzón, recordó, finalmente, que Saramago mantuvo alguna de sus polémicas incluso después de muerto, principalmente la de “un periódico oficial malintencionado del Vaticano”. Se despidió con una mirada al futuro: “Ahora que tanta falta hacen los referentes éticos y los liderazgos verdaderos, continúa emergiendo su figura para las generaciones venideras”.

El autor del libro no habló del libro sino del escritor que lo ocupa. Se refirió a que “el abrazo de la ausencia hace pensar que hubo mejores días en nuestra vida” y reivindicó la necesidad “de contar con seres excepcionales para salvarnos de la zozobra diaria, la injusticia y la arbitrariedad del poder”. “Necesitamos a esos raros hombres y mujeres de luz imperecedera para creer que podemos ser de otra forma más humana”. Uno de esos seres excepcionales fue Saramago, quien desde su adolescencia asumió como valores propios los que enseñan estos versos de Ricardo Reis, heterónimo de Fernando Pessoa: Para ser grande, íntegro. Nada tuyo exageres o excluyas. Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres en lo mínimo que hagas. Así en cada lago la luna entera brilla, porque alta vive. El Nobel portugués, que tanto incomodaba al Vaticano, “todo lo hizo con palabras e ideas; sin hogueras”, y no reconocía ninguna prioridad por encima del ser humano, subrayó su biógrafo. Éste desveló que el origen del título “La consistencia de los sueños” eran las palabras de la abuela de Saramago a su nieto: “José, en los sueños no hay firmeza”.

El director de la FCM, calificó como “escasa altura de miras” la forma en que Lanzarote y Canarias habían tratado las honras fúnebres del Nobel. Habló de “arrogancia, torpeza y desidia” de la representación pública. “Las instituciones —dijo—cuando no están a la altura de la labor que desempeñan, no se respetan a sí mismas y menoscaban su dignidad, dañando a la democracia y a sus ciudadanos”. “A Lanzarote y a Canarias no les sobraba Saramago”.

Arropó a Garzón con muchos de los elogios con los que vistió a Saramago. Reveló que el juez era un referente moral para el escritor, que denunciaba los vicios de la democracia: “El problema del sistema democrático es que permite hacer cosas poco democráticas, democráticamente”, decía. Hacia Pilar del Río mostró su admiración y agradecimiento, apenas sin palabras: “¿Con qué palabras? Pilar, eres el futuro del pasado”.

Siguió con la evocación de Saramago: “un hombre bueno”, “un escritor de punzantes ironías”, “un escritor que convirtió la ficción en un proyecto homérico, que convirtió la novela en el género entre géneros, el lugar donde todo puede ocurrir”, un hombre que decía que el hombre no puede vivir sin renunciar a su libertad de hacer tres preguntas básicas: por qué, para qué y para quién. En el afán del escritor por buscar “el otro lado de las cosas, la palabra más importante para él era No”.  “Al poder lo primero que se le dice es No porque el poder tiene que ser vigilado y tiende a excederse”, dijo Gómez Aguilera, que al halago sobre el escritor sumó el halago al ciudadano, por su empeño por desasosegar, por su faceta como intelectual, como contrapoder, su defensa de los Derechos Humanos, “incompatibles —aseguraba—con el capitalismo autoritario”. “Saramago fue un obrero de las letras y un príncipe de la literatura: una convivencia en pie de igualdad, iluminándose mutuamente”.

Y terminó con la bondad, “el único valor que cuenta”, el que permite “no hacer nada en la vida que avergüence al niño que fuimos”, el que puede desembocar en la felicidad, que es para el escritor, para el poeta, “estar en paz con uno mismo y no haber hecho demasiado daño a los demás”. Antes de dar las gracias, de decir obrigado, de mostrar su gratitud al escritor a cuya obra y a cuya vida dedicó cuatro años de la suya, de recibir el aplauso encendido del público y de ponerse en pie para aplaudir a su vez a la imagen de Saramago, el biógrafo resumió: “Saramago vivió para demostrar que en los sueños puede haber firmeza y eso es lo que demuestra el libro que escribí”.

Sonaron las notas del violonchelo de Pilar Bolaños interpretando el Cant dels ocells, de Pau Casals y, tras el silencio, Pilar del Río dijo que las cenizas del escritor no se quedarán en Lanzarote, que reposarán en la sede de su Fundación en Lisboa, “porque allí vivió y allí estaré yo”, en el jardín, bajo una piedra en la que se podrá leer: No subió a las estrellas porque a la tierra pertenecía.

Sala José Saramago como espacio de recuerdo y homenaje

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La Fundación César Manrique, en la sala José Saramago (La Plazuela, Arrecife), abrió un espacio de recuerdo y homenaje al escritor fallecido el día 18 de junio. El público que se acercó a la Sala pudo participar en una lectura continuada de la obra del Premio Nobel de Literatura 1998, José Saramago, muy querido por esta institución.

La sala estuvo abierta al público desde el día 18 de junio a las 18,30 h. hasta las 12 de la noche, y al día siguiente, día 19, desde las 10 de la mañana y durante todo el día.