El urbanismo B frente al urbanismo de espectáculo
El origen más remoto del libro Urbanismo para náufragos. Recomendaciones sobre planeamiento y diseño urbano hay que buscarlo en el año 1998, cuando se cumplían cincuenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los arquitectos Manuel Saravia y Pablo Gigosos quisieron combinar “los dos grandes logros del Siglo XX”. Por una parte, esa Declaración y, por otra, la ciudad, como la gran conquista de la civilización. Esa línea de trabajo les ha acompañado ya durante más de una década, primero con el libro editado en 2003, La ciudad y los derechos humanos, en el que no hablaban del derecho a la ciudad, sino de la materialización de los derechos humanos vinculados a la ciudad, y después con un taller en la propia Fundación César Manrique en 2007, con el mismo título que el libro, que se repitió en Zaragoza y en Bogotá y finalmente con varios cortometrajes de autores españoles.
El jueves 22 de abril, sus dos autores presentaron el libro, que hace el número seis de la Colección Ensayo de la FCM. En su línea de trabajo, los arquitectos parten de la base de que la referencia para hacer ciudad debe ser el último de los ciudadanos, no el ciudadano medio. Si se atiende a ese “último ciudadano”, habrá un efecto multiplicador. El urbanismo que proponen Saravia y Gigosos se preocupa de lo básico. “Primero facilitemos que se pueda ir andando por la ciudad y luego ya haremos el resto”, señaló Saravia, que apuesta por el llamado “urbanismo B” frente al urbanismo de espectáculo, aunque no se propone que uno sustituya al otro, ya que “es una batalla perdida”. “No pretendemos que sea global ni que esté integrado con el resto, pero sí que esté presente”. Por último, se plantean la necesidad de hacer frente a los gigantes, a las grandes empresas que tienen intereses que chocan “con la ciudad más medida”. Por eso planean la conveniencia de plantear estándares para no dejar abierto el criterio de lo que se puede y no se puede hacer en la ciudad.
Saravia y Gigosos dividieron la presentación en dos partes. Tras la explicación del origen del libro, pasaron a exponer tres aspectos que son imprescindibles en su planteamiento: la empatía, la resistencia y los Derechos Humanos. Según Gigosos, lo principal es modificar las actitudes. En el siglo XVIII, las novelas formaban conciencia, apelaban a la razón y al sentimiento. Richardson o Rousseau consiguieron crear empatía, sensibilizar a la gente para hacer cambiar las actitudes. La empatía, por tanto, es necesaria para implicarse en el desarrollo de los derechos. Gigosos se centró en un derecho básico: la movilidad, el derecho de los peatones a poder desplazarse caminando, para lo que se necesita que el espacio sea apto para ello. “Todas las ciudades están huérfanas en contemplar los movimientos de los peatones”, aseguró. En España, por ejemplo, muchos trabajadores del campo, en su mayoría inmigrantes, se mueven por las carreteras para ir a la ciudad. En África, donde todo el mudo se mueve por las carreteras, éstas, sin embargo, están pensadas sólo para los coches.
Saravia se refirió a la resistencia. “Siempre hay reacción frente a la expansión de los nuevos derechos y, ante ello, hay que resistir”, manifestó Saravia, que reflejó tres tesis sobre la resistencia: la perversidad, que afirma que la resistencia exacerba aquello frente a lo que actúa; la futilidad, que dice que resistir no sirve para nada, y el riesgo, que asegura que resistir pone en peligro otros logros. Pasando a la práctica, se detuvo en el caso de las viviendas sociales en Gran Bretaña, que su construcción ha sufrido un fuerte retroceso. Después de la Segunda Guerra Mundial, los laboristas sólo dejaban construir una vivienda pública por cada cuatro privadas, hasta que llegó Margaret Thatcher y desmanteló el sistema. Hoy surgen muchas leyes de derecho a la vivienda, pero no van acompañadas de una gran inversión pública.
El tercer aspecto es la Declaración de Derechos Humanos, con la que empezó la presentación. Gigosos explicó cómo se fueron plasmando los derechos y cómo algunos, por ejemplo la seguridad, se fueron desarrollando después. La seguridad está muy relacionada con las ciudades; de hecho, las palabras muralla y ciudad tienen el mismo origen tanto en inglés como en chino. Hoy se ha llegado en algunas ciudades a construir comunidades cerradas en las que viven privilegiados que pagan por disfrutar de una protección privada diferenciada: “Por eso hay que intentar conseguir normas para que esto no aparezca y que haya espacios públicos que atraviesen todo”, señaló el arquitecto.
jeudi 22 avril 2010Materiales: