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Los Campesinos no habían aprendido a hacer algo, sino que eran parte de ese algo

La segunda mesa redonda para conmemorar el 50º aniversario del grupo de música y danza tradicional de Lanzarote Los Campesinos se celebró el día 2 de diciembre y reunió en la Sala Saramago a cinco miembros (antiguos o actuales), junto al escritor Félix Hormiga, “amigo y asesor del grupo”, tal y como lo definió su director, Miguel Ángel Corujo, que ejerció de moderador y pidió a los participantes, en primer lugar, que recordaran sus inicios en la agrupación.

Estaba previsto que en la mesa redonda interviniera uno de sus fundadores, Juan Brito, que no pudo asistir por problemas de salud. Su lugar lo ocupó su hijo, Juan Jesús Brito que también, siendo casi un niño, participó en la fundación de la agrupación. Recordó que las primeras reuniones se hacían en su casa, en el barrio de Titerroy, y luego se trasladaron a la de Pedro de León Corujo, cuando se sumaron miembros de la agrupación Ajei. Comenzaron a ensayar en el año 1963 y el primer concierto fue en 1965.

Lalo Betancort fue director musical, aunque entonces se le decía “el que afinaba”. No fue fundador pero ya participó en los primeros conciertos. “Yo no era un profesional, era un campesino”, señaló, destacando la gran aceptación que comenzó a tener el grupo fuera de la Isla. Tras él habló otro de los directores, Fefo García, que estuvo al frente de la agrupación a mediados de los años setenta, comentó que se vivieron “reveses” en la formación pero que se acordó un “pacto de silencio”. “Descolgamos el arado, nos pusimos a sembrar y la semilla germinó y fructificó”, dijo, añadiendo que el grupo destacó rápidamente por su fuerza, tanto al cantar como al bailar, con “cantadores rajados que tenían algo que decir”. En esos momentos de dictadura “no se podía decir nada, pero cantando sí se podían decir cosas”, señaló, y destacó una característica muy repetida durante toda la conversación, la naturalidad y autenticidad del grupo, porque los que bailaban y los campesinos “eran las mismas personas”.

En 1981 se incorporó el cantador Valentín Fernández, al que le impactaron sus componentes “porque no eran personas que habían aprendido a hacer algo sino que eran parte de ese algo, y eso no se enseña en las escuelas de música”. “Me enseñaron su valor humano y la sencillez con que hacían las cosas”, dijo. Félix Hormiga se vinculó a Los Campesinos cuando, de chinijo, se trasladó a vivir al barrio de Titerroy. Reivindicó los pueblos de San Bartolomé y Tao como cunas del folclore de la Isla y dijo que Los Campesinos le descubrieron un mundo magnífico, el del campo y el de la gente que se expresaba con naturalidad, algo que reiteró Corujo: “la autenticidad y el valor humano de la primera etapa, porque eran campesinos, no había que copiar nada”. Esa autenticidad también la destacó Lalo Betancort: “Había cantadores que te hacían tocar aunque no supieras, porque eran voces muy naturales”.

Juan Brito relató que su padre tenía en mente llevar todas las labores del campo, al escenario, a una coreografía, y reconoció que es muy difícil mantener tantos años a un grupo y que la raíz siga siendo la misma. Coincidió con Betancort en la personalidad de los cantadores: “Ellos cantaban y nosotros tocábamos, no al revés; esa era la diferencia con otras agrupaciones, el cantador mandaba”. También se mostró de acuerdo Fernández, que destacó que cada uno tenía su personalidad e imprimía su sello. Fefo García insistió en esa naturalidad diciendo que se instaba también a que cada bailador bailara “como le nacía” y dijo que había material para hacer más coreografías y otras cosas que no se atrevieron a hacer. También contó algún desencuentro, como el hecho de que en la Casa de Campo de Madrid, donde fueron a grabar un disco, algunos no querían que votaran las mujeres ni que se beneficiaran los bailadores. “Eran otros tiempos”, señaló. Félix Hormiga recordó que Los Campesinos comenzaron a bailar despegándose del suelo cuando nadie lo hacía, “como si escaparan de la gravedad” y que es extraño que habiendo cambiado totalmente de componentes, no haya habido transformación en el grupo.

Corujo les pidió, finalmente, que opinaran sobre el futuro de la agrupación y la validez del modelo para los próximos años. Fefo García dijo que se sigue emocionando cuando ve a Los Campesinos en movimiento y contó una anécdota sobre César Manrique, que no llegaba a comprender de dónde surgía la fuerza del grupo. “La esencia está ahí y a los nuevos hay que llevarles a que conozcan el campo”, señaló. Para Valentín Fernández, la agrupación debe buscar su camino “con los mimbres que tiene” pero no olvidar su esencia, su fuerza… y acabó lamentando la actual rigidez musical, de la “dictadura del pentagrama”. Betancort coincidió, tanto en que no se debería perder la esencia como en el riesgo de la rigidez “porque ahora todo se canta medido”. Corujo insistió en el concepto de “renovar desde la tradición” y Brito dijo que el modelo ha funcionado y que aún se pueden representar otras labores del campo, pero que lo que demanda la gente es lo que se ha hecho siempre. Por eso los cambios deberían hacerse poco a poco. Por último, Félix Hormiga afirmó que todos los procesos en la vida son dinámicos y que, por otra parte, “el folclore debe echar mano de los poetas porque la poesía tiene una orfandad de cantadores que no se merece”. Terminó diciendo que hay que estar con un pie en el pasado y otro en el futuro, pero la cabeza en el presente”.

La segunda mesa redonda para conmemorar el 50º aniversario del grupo de música y danza tradicional de Lanzarote Los Campesinos se celebró el día 2 de diciembre y reunió en la Sala Saramago a cinco miembros (antiguos o actuales), junto al escritor Félix Hormiga, “amigo y asesor del grupo”, tal y como lo definió su director, Miguel Ángel Corujo, que ejerció de moderador y pidió a los participantes, en primer lugar, que recordaran sus inicios en la agrupación.

Estaba previsto que en la mesa redonda interviniera uno de sus fundadores, Juan Brito, que no pudo asistir por problemas de salud. Su lugar lo ocupó su hijo, Juan Jesús Brito que también, siendo casi un niño, participó en la fundación de la agrupación. Recordó que las primeras reuniones se hacían en su casa, en el barrio de Titerroy, y luego se trasladaron a la de Pedro de León Corujo, cuando se sumaron miembros de la agrupación Ajei. Comenzaron a ensayar en el año 1963 y el primer concierto fue en 1965.

Lalo Betancort fue director musical, aunque entonces se le decía “el que afinaba”. No fue fundador pero ya participó en los primeros conciertos. “Yo no era un profesional, era un campesino”, señaló, destacando la gran aceptación que comenzó a tener el grupo fuera de la Isla. Tras él habló otro de los directores, Fefo García, que estuvo al frente de la agrupación a mediados de los años setenta, comentó que se vivieron “reveses” en la formación pero que se acordó un “pacto de silencio”. “Descolgamos el arado, nos pusimos a sembrar y la semilla germinó y fructificó”, dijo, añadiendo que el grupo destacó rápidamente por su fuerza, tanto al cantar como al bailar, con “cantadores rajados que tenían algo que decir”. En esos momentos de dictadura “no se podía decir nada, pero cantando sí se podían decir cosas”, señaló, y destacó una característica muy repetida durante toda la conversación, la naturalidad y autenticidad del grupo, porque los que bailaban y los campesinos “eran las mismas personas”.

En 1981 se incorporó el cantador Valentín Fernández, al que le impactaron sus componentes “porque no eran personas que habían aprendido a hacer algo sino que eran parte de ese algo, y eso no se enseña en las escuelas de música”. “Me enseñaron su valor humano y la sencillez con que hacían las cosas”, dijo. Félix Hormiga se vinculó a Los Campesinos cuando, de chinijo, se trasladó a vivir al barrio de Titerroy. Reivindicó los pueblos de San Bartolomé y Tao como cunas del folclore de la Isla y dijo que Los Campesinos le descubrieron un mundo magnífico, el del campo y el de la gente que se expresaba con naturalidad, algo que reiteró Corujo: “la autenticidad y el valor humano de la primera etapa, porque eran campesinos, no había que copiar nada”. Esa autenticidad también la destacó Lalo Betancort: “Había cantadores que te hacían tocar aunque no supieras, porque eran voces muy naturales”.

Juan Brito relató que su padre tenía en mente llevar todas las labores del campo, al escenario, a una coreografía, y reconoció que es muy difícil mantener tantos años a un grupo y que la raíz siga siendo la misma. Coincidió con Betancort en la personalidad de los cantadores: “Ellos cantaban y nosotros tocábamos, no al revés; esa era la diferencia con otras agrupaciones, el cantador mandaba”. También se mostró de acuerdo Fernández, que destacó que cada uno tenía su personalidad e imprimía su sello. Fefo García insistió en esa naturalidad diciendo que se instaba también a que cada bailador bailara “como le nacía” y dijo que había material para hacer más coreografías y otras cosas que no se atrevieron a hacer. También contó algún desencuentro, como el hecho de que en la Casa de Campo de Madrid, donde fueron a grabar un disco, algunos no querían que votaran las mujeres ni que se beneficiaran los bailadores. “Eran otros tiempos”, señaló. Félix Hormiga recordó que Los Campesinos comenzaron a bailar despegándose del suelo cuando nadie lo hacía, “como si escaparan de la gravedad” y que es extraño que habiendo cambiado totalmente de componentes, no haya habido transformación en el grupo.

Corujo les pidió, finalmente, que opinaran sobre el futuro de la agrupación y la validez del modelo para los próximos años. Fefo García dijo que se sigue emocionando cuando ve a Los Campesinos en movimiento y contó una anécdota sobre César Manrique, que no llegaba a comprender de dónde surgía la fuerza del grupo. “La esencia está ahí y a los nuevos hay que llevarles a que conozcan el campo”, señaló. Para Valentín Fernández, la agrupación debe buscar su camino “con los mimbres que tiene” pero no olvidar su esencia, su fuerza… y acabó lamentando la actual rigidez musical, de la “dictadura del pentagrama”. Betancort coincidió, tanto en que no se debería perder la esencia como en el riesgo de la rigidez “porque ahora todo se canta medido”. Corujo insistió en el concepto de “renovar desde la tradición” y Brito dijo que el modelo ha funcionado y que aún se pueden representar otras labores del campo, pero que lo que demanda la gente es lo que se ha hecho siempre. Por eso los cambios deberían hacerse poco a poco. Por último, Félix Hormiga afirmó que todos los procesos en la vida son dinámicos y que, por otra parte, “el folclore debe echar mano de los poetas porque la poesía tiene una orfandad de cantadores que no se merece”. Terminó diciendo que hay que estar con un pie en el pasado y otro en el futuro, pero la cabeza en el presente”.

vendredi 5 décembre 2014