Almudena Hernando: «El orden patriarcal no niega a la mujer sino la importancia de lo relacional, que es la función de la que se encargan las mujeres»
La unión de individualidad y exclusiones no es un fenómeno reciente, sino que es el resultado de una lógica que se ha ido desarrollando poco a poco. Almudena Hernando atravesó ese recorrido, un proceso histórico que es como la corriente de un río, durante el taller “Identidades, individualidades y exclusiones. En la lógica de la corriente de la historia”. Explicó cómo, a lo largo de esa corriente, cuando aparece un dique que amenaza con el colapso, se desarrolla un instrumento de la cultura que lo supera.
Hay dos principios para entender este proceso histórico. El primero es que la persona construye a la cultura tanto como la cultura construye a la persona. El segundo, que la complejidad genera complejidad. Todos contribuimos a que la sociedad sea como es, de manera consciente o inconsciente.
Como el universo es inabarcable, hemos desarrollado unos mecanismos para que no nos alcance la angustia y sentirnos seguros, afirmó la catedrática. Generamos una idea del mundo que está a la medida de nuestra capacidad de control. Construimos nuestra idea del mundo contemplando solo una parte de la realidad y solo entendemos los fenómenos que están ordenados a través del tiempo y del espacio. El espacio elige referencias fijas, mientras que el tiempo, referencias móviles. Lo que está fuera ni siquiera podemos pensarlo, de manera que confundimos la realidad que ordenamos con el parámetro que nos permite ordenarla.
El segundo mecanismo para evitar esa angustia es el de sentirnos vinculados a un grupo de pertenencia, continuó explicando Hernando. Esto no es opcional, nos afecta a todos. Aunque no la reconozcamos, la identidad relacional es imprescindible. No es una identidad autoconsciente, como la individualidad, es una identidad actuada.
Esta identidad, la relacional, es la única que tienen las sociedades de cazadores-recolectores, en las que todas las personas tienen las mismas funciones. Por otra parte, la identidad relacional siempre es excluyente hacia el resto, pero en este caso, mientras no haya división de funciones, es igualitaria entre los miembros del grupo. Este tipo de grupos, caracterizados por la oralidad, otorgan su propio comportamiento a la Naturaleza, pero la sacralizan, y acaban concluyendo siempre que son el pueblo elegido. Su seguridad deriva de la ausencia de cambios, perciben el tiempo como cíclico y no se generan deseos para el individuo.
Con la especialización, aumenta la individualidad. A lo largo de la historia, para que unos individuos alcancen un alto grado de individualidad, tienen que convivir con otros que mantienen un grado menor. Cuando empiezan las relaciones de poder, entre individuos y entre grupos, el espacio, que era abierto y conforma a la persona tanto como la persona al espacio, se empieza a cerrar, y al mismo tiempo comienza la invasión de los ajenos.
El primer instrumento que rompe el dique de la oralidad es la escritura alfabética, que permite el paso de la prehistoria a la historia. La escritura es un instrumento de transformación subjetiva. Permite representar el pensamiento y aparece con ella la existencia de la conciencia de la mente, de la que deriva la concepción de la persona, ya que hasta entonces, en la oralidad, la persona solo es cuerpo. Empiezan a aparecer las diferencias entre individuos, que tienen pensamientos y emociones íntimas diferentes. El núcleo se sitúa en el yo y aumenta la sensación de control sobre el mundo y por lo tanto, de poder, y a su vez crece la seguridad.
El ser humano se relaciona con lo que entiende a través de la individualidad y con lo que no entiende a través de la identidad relacional. Con el paso del tiempo, quedan menos cosas fuera del alcance de la comprensión, como la muerte o la existencia de Dios, que siguen sujetas a la identidad relacional. El discurso de la Ilustración, aún dominante, opone la identidad individual, como símbolo de progreso, a la relacional, como si ya estuviera superada, pero en realidad la segunda no desaparece porque se desarrolle la primera. No se pasa de una a otra, se mantienen ambas. “Lo individual es el resultado de un proceso histórico pero no desaparece lo relacional porque es lo que nos da la sensación de seguridad. La vida no tiene sentido sin los vínculos emocionales”, señaló Hernando.
Navegando la corriente de la historia, los hombres desarrollan mayor asertividad y van definiendo el destino de un grupo. Ellos se individualizan y ellas, las mujeres, se encargan de garantizar los vínculos y la pertenencia. Muchas sociedades impiden su movilidad y su acceso a la lectura y escritura. La identidad de género femenina es relacional, es una individualidad dependiente.
El hombre desarrolla la identidad relacional pero de forma inconsciente. Aunque lo relacional es imprescindible, se oculta en el discurso. Este orden, al que se llama el orden patriarcal, no niega a la mujer, sino que lo que niega es la importancia de lo relacional, que es la función de la que se encargan las mujeres.
Hernando señaló que ella considera al capitalismo como este régimen de verdad que, en su discurso, no reconoce la identidad relacional. Este sistema aumenta su velocidad y dispara su complejidad a través de la conquista de América y de la invención de la imprenta, que es otro instrumento que abre un nuevo dique en la corriente de la historia, pues necesita de nuevas personas que se individualicen. En ese régimen, el trabajo asalariado queda solo en manos de los hombres de raza blanca, pero todo está soportado por lo relacional. En público no se reconoce lo relacional. La sociedad nos reconoce por las actuaciones individuales, no se nos valora lo que hagamos en nuestra parte relacional.
Más tarde aparecen dos conceptos, como el Estado-nación y el patrimonio, que son dos hitos espaciales. Cuando las personas están muy individualizadas, el Estado cierra fronteras. Pero el sistema, para que siga la lógica del crecimiento, necesita más sujetos individualizados y entonces se incorporan las mujeres. Con esta incorporación, todo apuntaba a que nos íbamos a dirigir hacia un mundo más justo e igualitario, pero no es así. ¿Por qué? Pues, según apuntó Hernando, porque todos entramos en contradicción “porque somos identidad pensada y actuada”. Con la cabeza defendemos unos principios y con los actos defendemos el orden patriarcal sin ser conscientes de ello. “No ponemos en cuestión la lógica patriarcal, nos incorporamos a la historia a través de nuestras contradicciones”. Las mujeres se adhieren al discurso y comienzan a delegar lo doméstico en otras mujeres más precarias. Se mantiene, por tanto, la estructura del sistema, que sigue siendo patriarcal.
El siguiente instrumento que derriba el dique es Internet. Aquella persona que lo utiliza, transforma su individualidad. Internet marca el comienzo de una nueva etapa histórica, a la que Hernando llama poshistoria. Se disparan las individualidades, nace un nuevo tipo de persona y se van diluyendo los binarismos. El primero que se deshace es el de la orientación sexual, dijo la catedrática para luego seguir explicando algunas de sus características: tenemos mayor control sobre el mundo, actuamos tanto en la realidad como en su representación, la persona se va construyendo a través de la imagen de su cuerpo e incluso coloca su malestar en su apariencia, surge la “extimidad” “se hace público lo más privado”. La persona se piensa a sí misma para construirse, se particulariza la definición de la persona. Lo trans, que genera un gran debate, según Hernando, coincide con la nueva ontología que genera Internet. Al igual que ocurre con la mujer, lo LGTBI tampoco va en contra del sistema patriarcal porque encarna una de sus claves, que es la individualidad.
El espacio cede el protagonismo al tiempo, que se acelera, porque la individualidad está llena de cambios. No obstante, el espacio sigue siendo importante. En la identidad actuada se cierran los límites del espacio físico: las fronteras. “Para que haya gente que disfrute de los privilegios tiene que haber otros, más precarios, que son los que sostienen el sistema, pero a los que se les cierran las fronteras”. Se puede hablar de tres tipos de vidas: las que importan, las precarias y las vidas desecho.
Como alternativa, para no terminar sin esperanza, Hernando propuso construir comunidades de otro tipo, bajar el nivel de individualidad con dinámicas locales donde poner en práctica lo relacional, aunque sea difícil y haya muchas contradicciones en el camino.
Más información: Nota de prensa
Díptico completo: Díptico del taller
Grabación del taller: Grabación
Freitag, der 19. Mai 2023