Jameos del Agua
Los Jameos del Agua son una de las obras esenciales en la trayectoria de César Manrique. Además de representar su primera gran actuación de arte público en el paisaje lanzaroteño, el proyecto sirvió para impulsar a Manrique hacia el rico sincretismo de disciplinas que practicó en sus intervenciones espaciales y lo encaminó de forma decisiva hacia el concepto de Arte-Naturaleza, su aportación más sólida y original al arte contemporáneo.
Desde su llegada a la presidencia del Cabildo de Lanzarote en 1960, José Ramírez promovió un modelo turístico genuino y exitoso basado en la remodelación de espacios naturales. Esta voluntad sufrió un avance fundamental con la implicación de Manrique en la creación de los Jameos del Agua, al mismo tiempo que abrió un campo de acción determinante para el ideario estético del artista.
El término de jameos hace alusión a los tubos volcánicos que carecen de coronación y éstos concretamente pertenecen a la gran oquedad subterránea —una de las más grandes del mundo— que corre desde el Volcán de la Corona. El espectacular espacio geológico de los Jameos del Agua era un lugar ya conocido pero que se encontraba en estado de abandono y degradado. Las primeras obras se llevaron a cabo entre 1964 y 1966 en el denominado „Jameo Chico“, mientras el acondicionamiento del „Jameo Grande“ se desarrolló en los siguientes años. Las últimas actuaciones se culminaron en los años ochenta con la creación del Auditorio en la zona del „Jameo de la Cazuela“ y la parte superior se destinó a la Casa de los Volcanes, un centro expositivo y didáctico de vulcanología. Como en futuras ocasiones, Manrique dirige un equipo en el que destaca la colaboración del artista Jesús Soto.
La entrada al magnético mundo de los Jameos del Agua empieza con el descenso al “Jameo Chico”. En esta parte, como en el resto de la obra, las líneas estructurales y los detalles formales del mobiliario, la decoración, la jardinería o la iluminación están perfectamente integrados en la naturaleza única que les rodea. Entre el “Jameo Chico” y el “Jameo Grande”, se encuentra un lago en el que reside una especie endémica de cangrejos ciegos. El visitante lo atraviesa por un pequeña vereda adosada a un lado y luego asciende hacia el “Jameo Grande”. El trayecto lleva de la oscuridad de la misteriosa laguna a una zona plena de luz en la que destaca una gran piscina de formas onduladas y una poderosa escalera helicoidal que sube hasta un restaurante y la Casa de los Volcanes. Además del contraste lumínico y cromático propio del lugar, Manrique pone en juego una suntuosa jardinería y una decoración exquisita y efectista que recrean la mirada del visitante. Al fondo del „Jameo Grande“ la entrada al Auditorio del „Jameo de la Cazuela“, en donde la naturaleza volcánica junto a una acertada pureza de líneas y la ornamentación dan un sello inconfundible a este singular escenario.
La intervención en los Jameos del Agua ofrece una idílica simbiosis entre la potencialidad plástica de esta impresionante cueva y lo realizado por el hombre. Manrique aporta soluciones insólitas, sutiles y elocuentes que realzan la belleza intrínseca del lugar sin enmascararla artificiosamente. Como en otros espacios, el artista combina recursos y conceptos de corrientes como el land art, el pop o el arte público para crear un auténtico laboratorio del paisaje que respeta la idiosincrasia geológica del lugar y conecta con las tradiciones culturales de Lanzarote.
En los Jameos del Agua, Manrique ya expone la clave que seguirá en otras intervenciones espaciales: conservación y recreación del patrimonio natural y cultural en sintonía con los lenguajes artísticos contemporáneos. Una receta que se sintetiza en el binomio Arte-Naturaleza y que dará lugar a combinaciones magistrales de valores paisajísticos, estéticos, culturales…
Para el crítico Javier Maderuelo, los Jameos del Agua “pueden ser considerados una obra pionera de las artes de la posmodernidad capaz de abrir caminos a la participación de los artistas en la recuperación y puesta en valor de elementos de la naturaleza y del paisaje, permitiendo concienciar a los visitantes, a través de los mecanismos del arte, de sus valores intrínsecos y de la necesidad de su conservación”.