Baltasar Garzón: «Las opiniones de Saramago empujaron a miles de personas a reflexionar sobre la corresponsabilidad»
José Saramago salió a recibir a cada uno de los asistentes a la presentación del libro José Saramago. La consistencia de los sueños, escrito por el director de la Fundación César Manrique, Fernando Gómez Aguilera. Lo hizo como sus libros, impreso, en una fotografía con el lema ‘Gracias, José’. Dentro de la sede de la FCM, algunas de sus páginas y un clavel rojo daban la bienvenida. En la sala, tras la mesa, dos grandes fotos del Nobel —’Gracias, José’— y una más, junto a Pilar del Río, con el lema ‘Gracias, Pilar’, presidían el acto. En la pared, impresa, una frase del Nobel escrita en 1999: “La gran victoria de mi vida es sentir que, en el fondo, lo más importante de todo es ser buena persona. Si pudiese inaugurar una nueva Internacional sería la Internacional de la bondad”.
“Una figura cumbre de la literatura contemporánea”. “Un referente ético”. Fueron las dos primeras, de muchas, descripciones de la noche sobre el escritor portugués, a cargo del presidente de la FCM, José Juan Ramírez, que hizo de maestro de ceremonias.
Pilar del Río, con el juez Baltasar Garzón a su izquierda, comenzó hablando de justicia: “Anuncio que si la justicia universal es el empeño al que estamos obligados, la justicia poética, sin embargo, ya está instalada en nuestro universo inmediato. Es justicia poética que hoy esté aquí la persona a la que Saramago dedicó uno de sus últimos escritos y es justicia poética que Fernando Gómez Aguilera nos presente este libro. Él, como nadie, sabe lo que a Saramago le gustaba”. Saramago, Garzón, Gómez Aguilera: “Tres personas de la misma sangre, de la misma especie, la de pensar, la de no bajar la cabeza ante las dificultades (…) y la de alzar la voz para decir que la única prioridad del mundo es el ser humano”, dijo la compañera del escritor portugués, que se lamentó de que él no estuviera presente… “¿O sí? Sé que también está Saramago”. La presidenta de la Fundación José Saramago anunció “lo que Saramago habría hecho si la puta muerte no se lo hubiera impedido”: que la Fundación promoverá al juez Garzón como candidato al Premio Nobel de la Paz, por su defensa de la justicia universal y su empeño en perseguir el crimen “lo cometa quien lo cometa”.
“Saramago y su tiempo”. Tomó la palabra el juez Garzón: “Saramago ha sido, es y será un ciudadano del mundo, su biografía lo acredita. Es un luchador de causas justas y siempre se le reconocerá su honestidad, valentía y coherencia entre la afirmación que hacía y la acción que desplegaba, incluso desde la discrepancia”. El recorrido de Garzón sobre Saramago partió de la convicción de que el escritor sabía que el mundo no está bien hecho, que aún permanece la explotación del hombre por el hombre y que “aceptar las cosas como son lleva al suicidio”. De él dijo también, como virtud, “porque el mundo no lo cambian los optimistas” que era un pesimista impenitente.
“Un defensor de causas justas”. Garzón recordó unas palabras del Nobel pronunciadas junto a él en un debate en Lisboa en diciembre de 2008: “La defensa de los Derechos Humanos no es de derechas ni de izquierdas; la gente honesta puede ponerse de acuerdo”. “Saramago —señaló Garzón— siempre ha estado del lado de las víctimas y ha sido implacable contra el poderoso”. “Sus opiniones empujaron a miles de personas a reflexionar sobre la importancia de la sociedad civil y la corresponsabilidad de todos en una sociedad democrática”. Hizo un repaso de su apoyo a esas causas justas alrededor del mundo, sus dardos hacia tiranos y malos gobernantes, su lucha contra la impunidad, contra la ausencia de democracia que reside en el poder o su aviso de que puede llegar un poder fascista a Europa. “Hablamos mucho de democracia y la practicamos poco”, decía el Nobel. “Cuando se alejan las voces críticas, las conciencias se adormecen y aparece el riesgo de la indiferencia”, dijo el juez.
“Saramago, amigo”. “Lo tuve por un gran hombre, fue un gran amigo, no un viejo amigo ni un camarada”. “Su interés por mí me hizo sentirlo muy adentro, escribió sobre mí cosas bellas e inmerecidas”. Garzón tuvo también palabras de agradecimiento para Pilar del Río: “A ella se debe en gran parte que José tuviera ganas de trabajar y de vivir”.
“El libro”. “Un documento exhaustivo, sin concesiones a la digresión ni a la dispersión, de un hombre hecho a sí mismo”, en referencia esta vez al biógrafo. “El libro, escrito con rigor académico, sistematicidad y justeza en los datos, permite al lector hacer su propio recorrido por el escritor”.
Garzón, recordó, finalmente, que Saramago mantuvo alguna de sus polémicas incluso después de muerto, principalmente la de “un periódico oficial malintencionado del Vaticano”. Se despidió con una mirada al futuro: “Ahora que tanta falta hacen los referentes éticos y los liderazgos verdaderos, continúa emergiendo su figura para las generaciones venideras”.
El autor del libro no habló del libro sino del escritor que lo ocupa. Se refirió a que “el abrazo de la ausencia hace pensar que hubo mejores días en nuestra vida” y reivindicó la necesidad “de contar con seres excepcionales para salvarnos de la zozobra diaria, la injusticia y la arbitrariedad del poder”. “Necesitamos a esos raros hombres y mujeres de luz imperecedera para creer que podemos ser de otra forma más humana”. Uno de esos seres excepcionales fue Saramago, quien desde su adolescencia asumió como valores propios los que enseñan estos versos de Ricardo Reis, heterónimo de Fernando Pessoa: Para ser grande, sé íntegro. Nada tuyo exageres o excluyas. Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres en lo mínimo que hagas. Así en cada lago la luna entera brilla, porque alta vive. El Nobel portugués, que tanto incomodaba al Vaticano, “todo lo hizo con palabras e ideas; sin hogueras”, y no reconocía ninguna prioridad por encima del ser humano, subrayó su biógrafo. Éste desveló que el origen del título “La consistencia de los sueños” eran las palabras de la abuela de Saramago a su nieto: “José, en los sueños no hay firmeza”.
El director de la FCM, calificó como “escasa altura de miras” la forma en que Lanzarote y Canarias habían tratado las honras fúnebres del Nobel. Habló de “arrogancia, torpeza y desidia” de la representación pública. “Las instituciones —dijo—cuando no están a la altura de la labor que desempeñan, no se respetan a sí mismas y menoscaban su dignidad, dañando a la democracia y a sus ciudadanos”. “A Lanzarote y a Canarias no les sobraba Saramago”.
Arropó a Garzón con muchos de los elogios con los que vistió a Saramago. Reveló que el juez era un referente moral para el escritor, que denunciaba los vicios de la democracia: “El problema del sistema democrático es que permite hacer cosas poco democráticas, democráticamente”, decía. Hacia Pilar del Río mostró su admiración y agradecimiento, apenas sin palabras: “¿Con qué palabras? Pilar, eres el futuro del pasado”.
Siguió con la evocación de Saramago: “un hombre bueno”, “un escritor de punzantes ironías”, “un escritor que convirtió la ficción en un proyecto homérico, que convirtió la novela en el género entre géneros, el lugar donde todo puede ocurrir”, un hombre que decía que el hombre no puede vivir sin renunciar a su libertad de hacer tres preguntas básicas: por qué, para qué y para quién. En el afán del escritor por buscar “el otro lado de las cosas, la palabra más importante para él era No”. “Al poder lo primero que se le dice es No porque el poder tiene que ser vigilado y tiende a excederse”, dijo Gómez Aguilera, que al halago sobre el escritor sumó el halago al ciudadano, por su empeño por desasosegar, por su faceta como intelectual, como contrapoder, su defensa de los Derechos Humanos, “incompatibles —aseguraba—con el capitalismo autoritario”. “Saramago fue un obrero de las letras y un príncipe de la literatura: una convivencia en pie de igualdad, iluminándose mutuamente”.
Y terminó con la bondad, “el único valor que cuenta”, el que permite “no hacer nada en la vida que avergüence al niño que fuimos”, el que puede desembocar en la felicidad, que es para el escritor, para el poeta, “estar en paz con uno mismo y no haber hecho demasiado daño a los demás”. Antes de dar las gracias, de decir obrigado, de mostrar su gratitud al escritor a cuya obra y a cuya vida dedicó cuatro años de la suya, de recibir el aplauso encendido del público y de ponerse en pie para aplaudir a su vez a la imagen de Saramago, el biógrafo resumió: “Saramago vivió para demostrar que en los sueños puede haber firmeza y eso es lo que demuestra el libro que escribí”.
Sonaron las notas del violonchelo de Pilar Bolaños interpretando el Cant dels ocells, de Pau Casals y, tras el silencio, Pilar del Río dijo que las cenizas del escritor no se quedarán en Lanzarote, que reposarán en la sede de su Fundación en Lisboa, “porque allí vivió y allí estaré yo”, en el jardín, bajo una piedra en la que se podrá leer: No subió a las estrellas porque a la tierra pertenecía.
Donnerstag, der 1. Juli 2010Materiales: