Antoni Tàpies. Obra gráfica
La primera exposición individual que la Fundación César Manrique ofreció a un artista español vivo fue la dedicada al que es, seguramente, el más internacional de nuestros pintores de la segunda mitad del siglo XX, el catalán Antoni Tàpies. Su aportación supone una contribución decisiva y singular, en la que confluyen sedimentos culturales de muy diversa procedencia, releídos y sintetizados con indudable personalidad.
La muestra, dedicada a la obra gráfica que realizó entre 1981 y 1995, comprendía 51 obras estampadas en distintas técnicas: xilografía, aguafuerte, aguatinta, litografía, collage, etc., que recorren las distintas variantes de las que se sirve el pintor, al tiempo que remarcan su profunda relación con el material impreso, desde el libro al cartel, y la estrecha vinculación que existe entre la obra única y su producción seriada.
Antoni Tàpies (Barcelona, 1923) fue el fundador, en 1948, junto a Joan Brossa, Joan Ponç, Modest Cuixart, J.J. Tharrats y Arnau Puig de Dau al Set, el primer grupo artístico cuyas actividades, ligadas al surrealismo, enlazaron el arte de la postguerra civil con las vanguardias históricas. A principios de los años cincuenta, Tàpies abandona esa filiación surrealizante e inicia la obra que ha caracterizado, en una continuidad lingüística sin sobresaltos ni radicales cambios de estilo, su producción de más de cuatro décadas y por la que es internacionalmente conocido y apreciado. Son investigaciones matéricas en las que se sirve de materiales corrientes o de deshecho, paja, tierras, cuerdas, trapos viejos, que añade, a modo de collage, a superficies de tierra, polvo de mármol y otros soportes, marcados por incisiones y signos iconográficos característicos de su repertorio personal, la T inicial de su apellido y del nombre de su esposa, el aspa y la cruz o las barras del escudo de Cataluña, por ejemplo. A partir de 1938 se interesó vivamente por uno de los principales fundamentos de su labor: el arte, el pensamiento y la poesía orientales. En los últimos años, se ha acentuado su interés por la escultura, la cerámica y las instalaciones.
Su proyección internacional se inició con su participación en la Bienal de Venecia de 1952 y con la obtención del Premio de la Bienal de São Paulo del año siguiente. Desde entonces, ha realizado un número extraordinario de exposiciones, tanto individuales, como colectivas y retrospectivas.
Es autor, también, de libros en los que ha expuesto no solo su ideario estético, sino su pensamiento político y su entendimiento de la catalanidad. Así, La práctica del arte (1970), L´art contra l´estetica (1974), La realidad como arte (1988) y la autobiografía Memoria personal (1978). Entre los innumerables premios recibidos a lo largo de su extensa carrera, destacan el Premio de la Unesco (1958), la Medalla de Oro del Ministerio de Cultura (1981), la Medalla de Oro de la Generalitat de Catalunya (1983), el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (1990) y el Premio Imperial del Japón (1990).