Actividad desarrollada con una subvención del Gobierno de Canarias.
“César Manrique en el contexto de la cultura canaria”, la cuarta y última mesa redonda del ciclo César Manrique. Memoria compartida organizado en el marco de la programación del Centenario del nacimiento de Manrique, reunió, el 21 de enero a la directora de la Casa Colón, Elena Acosta, el director del Centro Atlántico de Arte Moderno, Orlando Britto, el director de la Fundación César Manrique, Fernando Gómez Aguilera, y el científico Wolfredo Wildpret, moderados por los periodistas Carlos Sosa y Victoriano Suárez Álamo.
Acosta comenzó hablando de la labor de César Manrique a su vuelta de Nueva York con un gran interés por “fertilizar de cultura”, no solo en Lanzarote sino en Canarias. Señaló que su labor cultural como impulsor de exposiciones en Canarias es desconocida para el gran público: “Tuvo un compromiso con la cultura de su tierra desde un punto de vista universal”, “su llegada es como la llegada del mesías”.
Wildpret apuntó que César es una especie de milagro del cerebro humano por su “polifacetismo extraordinario”. “En la historia de Canarias no se ha repetido un personaje como César, es el artista universal de Canarias, nadie lo ha superado”, añadió. También señaló que fue un líder indiscutible en la defensa a ultranza de la naturaleza canaria y que ojalá hubiera “dos César Manrique ahora para frenar lo que se está haciendo en Canarias”. Habló de su unión en Madrid con otros artistas canarios y de la influencia fundamental de su compañera, Pepi Gómez.
Orlando Britto expuso que Manrique tenía una personalidad poliédrica y fascinante, “difícil de definir”. Su legado trasciende lo que es un artista y se adelanta al concepto de sostenibilidad: “Qué cantidad de verdades hay en su mundo”. Para Britto, Manrique fue un hombre absolutamente libre y eso tiene un precio alto. Reconoció la importancia del binomio con José Ramírez Cerdá, habló de la capacidad visionaria y la mentalidad abierta de César y se preguntó cómo lidiaría, hoy, con las redes sociales.
Gómez Aguilera comenzó señalando que el perfil de César es el de un artista y un personaje que niega la apariencia y contradice el prejuicio. Su manera de crear es una paradoja permanente, pero que en su caso suma, no resta. Observó que el prejuicio contra César ha estado muy arraigado en la cultura canaria, con intentos de minusvalorarlo o reducirlo creando una cortina que vela la recepción y el alcance de su legado. Su vida dibuja un triángulo con tres vértices: Madrid en los años cincuenta, Nueva York entre 1964 y 1966, y su vuelta a Lanzarote. “Madrid es seminal, ahí está todo, el germen de las prácticas creativas multidisciplinares que luego va a desarrollar en Lanzarote”, mientras que Nueva York le aporta la dimensión del arte popular vinculado a la cultura de masas. César aplicó una función social al arte que no existía en el arte español. “El espesor de sus obras desborda a sus críticos y al propio César Manrique”, señaló. El director de la FCM recordó que César mantuvo una tensión permanente con el poder porque cuestionaba su esencia, que siempre es la jerarquía del dinero, el crecimiento del beneficio material, y esa actitud alteraba el tablero de juego. “Pasó con César, y sigue pasando, porque en este caso, para desgracia de algunos, muerto el perro no se acabó la rabia”, señaló en referencia a la Fundación.
Para Elena Acosta, es “evidente” que a César el tiempo le ha dado la razón. “Antes era una voz en el desierto y ahora sus verdades son evidentes”. Para Gómez Aguilera, esto es así en lo ambiental, pero no tanto en lo referente al territorio. Reconoció que hay artistas que solo hablan para su tiempo y se agotan, mientras que Manrique sigue interpelando a las nuevas generaciones, “pleno de vitalidad”. Wildpret considera que el valor económico de las obras de César ayuda a perpetuar su legado “porque produce dinero” y que, debido a las trabas burocráticas actuales, no podrían llevarse a cabo. Sin embargo, Gómez Aguilera cree que los que ostentan el poder económico siguen construyendo como y donde quieren y después la Administración cambia la ley para legalizar lo que hasta entonces no era posible. “Hoy seducirían tanto las obras de Manrique que le pedirían de rodillas que las hiciera”. Subrayó que en su tiempo no le entendió casi nadie, que hubo una extraordinaria presión sobre Pepín Ramírez porque la mayoría social y las élites no entendían que se gastaran el dinero en los Centros cuando había otras necesidades. “Su obra se levanta con la incomprensión general”, y según va teniendo éxito, se va sumando más gente al proyecto. La diferencia entre el antes y el ahora estriba en que César pensó en la cultura primero y después las obras acaban produciendo riqueza, mientras que hoy se piensa primero en la riqueza material y si hace falta se le suma luego la cultura como algo instrumental. En el caso de César, el orden de los factores altera el producto.
Aguilera manifestó que la obra que mejor refleja a César como un artista arraigado en la cultura canaria y a la vez con una visión universal es Raíces al viento del Lago Martiánez. “Esa creación es un autorretrato”. Para el director de la FCM, los Centros de arte, cultura y turismo fueron una operación de creación de patrimonio cultural contemporáneo, la construcción de unas “catedrales culturales”, generando desde la práctica artística un legado patrimonial contemporáneo superpuesto al paisaje único, que no ha ocurrido en ningún lugar más que en Lanzarote. Apuntó que en realidad supondrían una especie de pre tasa turística si el dinero recaudado se destinara a fines coherentes con su naturaleza y comentó que es un error tratar a los Centros con una visión economicista que acentúe su masificación porque afectaría tanto a su conservación como a la calidad de la visita, viciando su espíritu original. Para Acosta, el turismo de masas, efectivamente, pervierte la visita.
Se terminó hablando sobre educación. Para Wildpret, la educación en Canarias ha dado un bajonazo, no se sabe explicar bien la historia de Canarias ni se abordan los asuntos medioambientales como asignatura cuando el afán especulativo no cesa. Es, a su juicio, muy grave y se mantiene el desequilibrio entre economía y ecología. Gómez Aguilera manifestó que César evolucionó de la utopía a la distopía. “El espejismo le dura poco”. Quizá diez años, hasta que se dio cuenta de que su modelo había fracasado porque la realidad desbordaba el territorio y despedazaba la belleza de la isla tal y como él la entendía. Es entonces cuando comienza con su faceta de denuncia, de activista. En César, su obra habla por sí misma. Unía permanentemente tres tres ámbitos: la cultura, la educación y la naturaleza, y, sin embargo, la educación en Canarias le da la espalda. En las universidades canarias, según Gómez Aguilera, no se le ha dedicado ni una sola tesis doctoral a César, algo que no se entiende, mientras que sí lo han hecho otras universidades españolas, y en el mundo suscita interés creciente su obra, centro de constantes reportajes. “Fue el gran publicista de esta isla y se jugó el tipo por ella”, señaló Gómez Aguilera: “Hoy habría ámbitos sociales y culturales en los que César sería un gurú”.