Actividad desarrollada con una subvención del Gobierno de Canarias.
Memoria, utopía, identidad, precariedad, asociacionismo y tecnología.
El trabajo del cineasta Dailo Barco gira en torno a dos conceptos: memoria y utopía, tanto en un sentido personal como cultural. Su experiencia como investigador es la que es transversal a todo lo que hace. Expuso sus diferentes trabajos. Viudas blancas es un documental en el que dio voz a las mujeres que se quedaron en Canarias cuando sus maridos emigraron a Venezuela: “No hay nada escrito sobre esto”. Ya se han llevado a cabo unas 200 proyecciones públicas de la película. Barco no sube sus trabajos a Internet porque prefiere la experiencia de las salas de proyección como “lugares de encuentro”. Un hecho que le provocó un gran orgullo es que en Los Llanos de Aridane se cambió el nombre de una calle franquista por el de Viudas Blancas. El proyecto Memorias de contrabando tiene que ver con desparecidos de la Guerra civil y sus familiares. Afirmó que “el olvido de la represión es la represión misma”. En Archipiélago fantasma abordaba la figura de Guetón, un actor que apareció en El ladrón de los guantes blancos, la primera película que se hizo en Canarias, y que fue asesinado por el franquismo. Estos trabajos son “una manera de resistir al olvido”. Al igual que la película Las postales de Roberto, sobre un empleado de Iberia que rodaba documentales sobre Canarias. Para Barco, el cine es una herramienta para comprender la sociedad. Señaló que últimamente transita de la memoria a la utopía, y finalizó explicando que preside la asociación de cineastas de Canarias, Microclima, destacando la importancia del asociacionismo.
Mikel Luis Hernández es miembro del grupo de rap Material de contrabando. Explicó que su proceso creativo estuvo guiado por una lógica poco coherente con su forma de ver la música. “Estábamos siendo poco honestos con nosotros mismos”. Querían profundizar en su identidad y les liberó entender que solo se puede hacer un lenguaje universal desde lo local. “Empezamos a preguntarnos la importancia de la identidad en nuestra forma de hacer música, de avanzar en un proyecto con identidad sin perder el atractivo”. Ahora tratan de que la cuestión cultural pueda estar en su propuesta sin que sea tan explícita y hacen un mapa de los sonidos con que se sienten identificados. También habló de la “cultura del ya”. Les preocupaba que pasaban semanas hablando de estrategias comerciales y sin componer, y ahí se activó una alarma. Les preocupa la velocidad, que merma la libertad y la paz y obliga “a acelerar más de la cuenta”. Les llegaron a preguntar si habían desaparecido porque no habían colgado ningún tema en un periodo de tres meses. Considera que “vamos a una huida hacia adelante por la dictadura de lo digital”, que es otro desafío y que está recortando terreno a los espacios públicos “y eso sí es una emergencia”.
Carlota Mantecón, bailarina, comenzó mostrando un mensaje escrito: “No sucumbir a lo que parece que tiene que ser”. Mostró un fragmento, en vídeo, de su último espectáculo Esto no es una prueba de sonido y destacó la importancia de la experiencia en vivo. Tras vivir en Londres y Barcelona y volver a Tenerife donde ha encontrado la posibilidad de integrarse en su trabajo, se dio cuenta de que “la incertidumbre está en todos lados”. En 2017 empezó una mediación artística con mujeres mayores de 65 años, el proyecto Principiantes, donde ellas bailan y tienen un espacio desde el que vivir otras experiencias. Destacó la asociación Pie de base como otro de sus proyectos. “Ante la incertidumbre necesitamos asociacionismo”.
Paula de Vega es filóloga de formación y música desde niña. Formó un grupo con sus compañeras y la profesora de guitarra de un colegio de monjas, que con 14 años ya tocaban en antros. Pertenece a a grupos como Not a number, My day y otros proyectos más personales. Creció en la era de Internet, en el boom de la cultura de la inmediatez. Afirma que si Walter Benjamin levantara la cabeza se volvería a suicidar porque en Internet “pocas obras conservan su carácter singular”, pero sin embargo la tecnología favorece que aparezcan nuevas disciplinas porque fomenta lo underground y la contracultura. Señaló que no hay que rechazar las herramientas digitales sino saber usarlas y que, como creadora, cede en algunas cosas ante la tecnología, y en otras no. Son la generación mejor preparada para el trabajo pero también la que sufre más paro, más ansiedad y más depresión, además de más presión para el éxito y más competitividad. Sus letras hablan de distopía o de naturaleza, pero no de amor. “No solo estamos cansados sino que estamos preocupados por la incertidumbre”, con la sensación de no poder salir del hoyo porque la precariedad se abre paso entre los creadores. “La esperanza me parece algo muy lejano”.