El reto de Pedro Cabrera: un sistema energético más flexible y con energías renovables

Sorry, this entry is only available in European Spanish.

En las historias de infancia que contaba el padre de Pedro Cabrera, el café tenía sabor a sal. Ese detalle, muy común en Canarias durante una época, se le quedó grabado y motivó que, para la tesis que le permitió doctorarse como ingeniero industrial, decidiera llevar a cabo una investigación sobre la desalación. Cabrera, que fue becado por la FCM en 2006 y 2007, pronunció, el día 22 de noviembre, en la sala José Saramago la conferencia Gestión inteligente de una desaladora accionada con energía eólica.

El problema del agua, de un acceso a agua limpia y segura, no es exclusivo de Canarias y no sólo depende de los recursos hídricos “sino de cuestiones complejas que tienen en cuenta problemas espaciales, temporales e institucionales”. En el Planeta, el 97 por ciento del agua es salada y por eso han surgido incontables instalaciones de desalación que tienen dos tecnologías: desalación o evaporación, y que más de la mitad de ellas funciona por ósmosis inversa. Para llevar a cabo la ósmosis hace falta una presión y, por tanto, una bomba, por lo que el problema del agua se convierte en un problema energético.

En los años setenta surgen dos tipos de desaladoras. Unas conectadas a la red eléctrica convencional y otras autónomas, que a su vez pueden ser híbridas o puras. Cabrera se centró en las puras, que necesitan muchas baterías y, por lo tanto, un gran coste y mantenimiento. Lo que propuso, por primera vez, fue conectar directamente una planta desaladora a una turbina eólica sin sistema de almacenamiento. “Nos pareció un reto, porque había un debate en la comunidad científica sobre si las plantas pueden trabajar de forma autónoma”. Los objetivos generales de ese reto eran incrementar la flexibilidad de operación de la planta para adaptar su consumo a las energías renovables y así, incrementar el uso de este tipo de energía en las desaladoras.

Primero diseñaron un prototipo y desarrollaron un sistema innovador de control de la presión y el caudal, instalando sensores en la planta. Durante la investigación se dieron cuenta de que a la planta también le afectaban las características del agua, la temperatura o la salinidad, y el sistema de control no funcionaba, así que se les ocurrió incorporar técnicas de inteligencia artificial para adaptar la potencia de la planta a una posible potencia de una turbina eólica teniendo en cuenta toda la casuística posible.

La inteligencia artificial necesita que se le incorporen datos, así que primero entrenaron a la desaladora con un “entrenamiento humano” instalando equipos para variar la conductividad, la salinidad, la temperatura y la generación a producir. Después extrajeron esos datos, seleccionaron las variables importantes, entrenaron al algoritmo y lo incorporaron al sistema de control. “Fue todo un éxito”, aseguró Cabrera, porque la planta fue capaz de seguir la potencia marcada. “Nunca se había visto esa variación en plantas de este calibre”. Comparada con una planta con baterías, esta última producía más agua pero trabajaba con más paradas y arranques, lo que es más perjudicial para las membranas.

El trabajo se publicó en revistas científicas. Entonces se preguntaron si la solución se podía trasladar a toda una isla y para encontrar la respuesta, Pedro se trasladó a Dinamarca, “un país idílico para las renovables” donde “son un proyecto para mejorar la sociedad”. En aquel país no investigan para la desalación sino para flexibilizar otro consumo, el del calentamiento de los hogares. Allí trabajó con Henrik Lund, que ha desarrollado dos teorías fundamentales. La primera es la Teoría de la elección consciente, que enuncia que para lograr cambios en la planificación energética hay que cambiar las instituciones “porque las actuales están afectadas por intereses y cuando se plantean soluciones desde dichas instituciones, esas soluciones se plantean con falsa elección”. Eso es lo que pasó con las prospecciones petrolíferas, que se plantearon como una opción única, inevitable. Lund propone que siempre hay alternativas que deben ser estudiadas. La segunda Teoría es el concepto de Smart energy sistem, derivado de la anterior, que identifica las demandas de un sistema, sus recursos energéticos y los sectores de un lugar y hace propuestas de nuevas estrategias para integrar la generación de renovables y que todos los sectores estén interrelacionados para que el sistema sea más eficiente. Puso un ejemplo: “Si tenemos un hotel, que demanda calor, y una central eléctrica cercana, se pueden conectar los gases de escape de la central para calentar agua”.

Pero Cabrera quería estudiar la desalación e ir adaptando la demanda de agua de Gran Canaria a la generación renovable. Lund le planteó: está bien la desalación, pero ¿por qué no integrar todos los sectores? Así que se embarcó en esa tarea. Identificó las necesidades energéticas y propuso una metodología para todas las islas, con 17 estrategias. “Fue publicado y está teniendo éxito pero exige cambios radicales muy a largo plazo”, señaló Cabrera.

Como conclusiones, aseguró que se puede flexibilizar el consumo de la desalación “y estamos detectando el interés de grandes plantas en incorporar estas técnicas para flexibilizar, no todo, pero sí parte del consumo” y, por otra parte, el concepto Smart energy sistem “permite hacer un sistema energético más flexible e incrementar el uso de las energías renovables”.

 

Más información sobre Conferencia de Pedro Cabrera: “Gestión inteligente de una desaladora accionada con energía eólica”

J.J.Millás: “Es más determinante lo que se nos ocurre, que lo que nos ocurre”

Sorry, this entry is only available in European Spanish.

El jueves, 8 de noviembre, a las 20:00 horas, en la sede de la Fundación César Manrique, Juan José Millás habló sobre “Lectura y vida”, dentro del ciclo El autor y su obra. Encuentros con creadores.

Cuando Juan José Millás era adolescente y leía novelas de noche, a la luz de una linterna, a escondidas, no pensaba que esa actividad formara parte de su educación. Empezó a leer, como todos, para intentar comprender el mundo y partiendo de una condición, que también es común para todos: estar mal. Porque “sin conflicto no hay escritura ni lectura”: “Leemos y escribimos porque algo no funciona entre el mundo y nosotros”.

Millás leyó una conferencia en Taro de Tahíche dentro del ciclo El autor y su obra. En esa conferencia explicó, a su vez, cómo son las charlas que imparte en los institutos de enseñanza secundaria para convencer a los alumnos de los beneficios de la lectura, aunque afirmó que “una de las cosas que más daño ha hecho a la lectura es el consenso respecto a sus virtudes” ya que ahora la recomienda “hasta el Ministro del Interior” y antes “la lectura no estaba bien vista”. Había libros prohibidos y eso confirmaba a los jóvenes que leían que estaban en el buen camino. “Si yo fuera adolescente no me acercaría a la lectura, me inclinaría por los videojuegos”, dijo Millás.

Pero el escritor suele explicar a los alumnos que leer es de lo poco transgresor que se puede hacer. Lo compara con el vandalismo de fin de semana que practican algunos jóvenes que odian el sistema, destrozando mobiliario urbano. “Ese acto de rebelión -señaló- fortalece al sistema”. “La sociedad -añadió- no puede prescindir de los delincuentes, de hecho si desaparecieran sacaría oposiciones en 48 horas”. “Esos jóvenes son funcionarios que trabajan gratis para el sistema”. “Les digo que el joven peligroso de verdad es el que se queda en casa un sábado por la noche leyendo Madame Bovary o Crimen y Castigo, ése es una bomba”.

La realidad está hecha de palabras y, por tanto, el que domina las palabras domina la realidad. Según Millás, como en el cuento de El rey desnudo, “vemos lo que nos dicen que veamos, lo que esperamos ver”. Explica a los alumnos que las palabras generan una realidad y la realidad, en gran medida, es una construcción verbal. También les explica que la ausencia de palabras genera realidades y lo hace con un ejemplo. En la película Léolo, los niños, francohablantes, repasan en el aula, en inglés, las partes del cuerpo del niño Johnny y nunca llegan a la parte que más le interesa a Léolo, la polla. Por eso el niño crece convencido de que los ingleses no tienen polla.

Para Millás, “es un desatino del sistema educativo”; que se enseñen todas las partes del cuerpo pero no se explique cómo funciona el aparato de imaginar, donde se encuentra la capacidad de fantasear, que tiene una gran importancia “porque todo lo que pasa por la cabeza de alguien acaba pasando por la calle tarde o temprano”, o dicho de otra forma: “Todo lo que hay alrededor alguna vez ha sido un fantasma en la cabeza de alguien”. El escritor se pregunta si no es escandalosa la ausencia en los planes de estudio de este aparato y le parece sorprendente “ese acuerdo universal por desconocer el aparato de la imaginación”, que tiene consecuencias catastróficas porque “lo que llamamos realidad es el producto del aparato de la imaginación”. Por eso, al final sí recomienda a los alumnos la lectura, “para fortalecer el aparato de imaginar”, y porque “hay un suceso catastrófico donde se jodió todo: cuando nos dijeron que bastaba con la ciencia y los contenidos racionales para entender todo”.

Insistió en que se escribe y se lee para comprender el mundo y que saber leer “es saber leer la realidad” y estar en disposición de estar o no de acuerdo. Por si este motivo no fuera suficiente, les dice a los alumnos que lean por dinero, porque “hoy ya es absurdo disgustarse si un hijo estudia humanidades”. De hecho, crece en el mercado laboral la demanda de personas que saben leer y escribir, que son las que se necesitan para ser lo que se ha acabado llamando “proveedores de contenidos”, desde creativos de publicidad hasta guionistas o escritores de discursos, que tienen que llenar de talento los grandes conductos que tenemos “y que ahora van vacíos o llenos de materia fecal”. Y puso otro ejemplo. Hace años la Comunidad de Madrid convocó cuatro plazas de telefonista y se presentaron 60.000 personas, por lo que “estadísticamente es más fácil ser astronauta que telefonista”. El cambio también lo ejemplificó así. “Antes si querías ser escritor, si tu padre era comprensivo, además de un bofetón te daba un consejo, y te decía: saca unas oposiciones a Correos y escribes por las tardes. Ahora te dicen que te hagas escritor y si, quieres, por las tardes, te haces telefonista”.

Acercándose al final de su intervención, afirmó que las charlas ante estudiantes de secundaria suelen hacer efecto, pero que la lectura no es una conquista fácil aunque “cuando uno lo logra ya no la abandona”. Terminó relatando dos anécdotas que demuestran que “no hay nada tan real como lo que calificamos de irreal”, que “es más determinante lo que se nos ocurre que lo que nos ocurre” y que tiene una gran importancia “el peso de la existencia de las cosas que no existen”. De hecho, “hoy seguimos matando por entelequias como Dios, o la patria”. A los alumnos acaba pidiéndoles que lean literatura para acercarse a esas zonas de la realidad donde no se llega de otro modo, y de la misma manera, al público que asistió a la Fundación César Manrique les pidió lo mismo: “Lean aunque no me lean a mí”.

Más información sobre la conferencia de Juan José Millás en la FCM

Selena Millares: “Lanzarote, el oasis de arte de la familia Millares Sall”

Sorry, this entry is only available in European Spanish.

Lanzarote fue el oasis de los Millares Sall. El poeta José María Millares y su hermano Manolo, el pintor, reconocieron públicamente que su estancia en Arrecife había sido uno de los momentos más dulces de su vida. “En Arrecife se hicieron todos artistas”, señala Selena Millares, catedrática de Literatura Hispanoamericana en la Universidad Autónoma de Madrid e hija de Totoyo, el timplista, el pequeño de los Millares Sall. Selena es autora de El Faro y la noche, las memorias de la familia en forma de novela. En la Fundación César Manrique , el día 20 de septiembre pronunció la conferencia Encrucijadas artísticas del imaginario insular: César Manrique y la familia Millares, que dividió en cuatro partes: los antecedentes del millarismo, de “una familia que era una celebración colectiva de las artes” repleta de pintores, músicos, escritores; la primera estancia de la familia en Arrecife en 1928; la segunda, entre 1936 y 1938; y finalmente, la última parte, el devenir de los artistas. El hilo conductor es el padre, el poeta y profesor de instituto Juan Millares Carló.

Esta historia de los Millares comienza con otro Millares, Agustín Millares Torres, hijo de músico de cuerda, nieto de músico de catedral, y excomulgado por el obispo debido a no rectificar su opinión sobre dos prelados. También fue novelista y poeta, amigo de Menéndez Pelayo y Pérez Galdós y autor de Historia General de las Islas Canarias y de Historia de la Inquisición en las Islas Canarias. Sus hijos fueron los Millares Cubas, dramaturgos y músicos. Uno de ellos también se llamó Agustín y tuvo otro hijo del mismo nombre y uno más que se llamó Juan: Juan Millares Carló, primo a su vez de otros artistas, Claudio y Josefina de la Torre. Su tío fue el pintor Juan Carló, gran bohemio contemporáneo de Tomás Morales, Saulo Torón o Alonso Quesada. Millares Carló se casó con la pianista Dolores Sall Bravo de Laguna y tuvieron nueve hijos, entre los que están los poetas José María, Sixto y Agustín, el pintor Manolo, la pintora Jane, Eduardo, dibujante conocido como Cho-Juaá, y los músicos Yeya y Totoyo, los más jóvenes.

En 1928 la familia se traslada a Arrecife por primera vez. El padre gana la cátedra en el Instituto de las Cuatro esquinas pero solo permanecen un curso. “Eran muchos hijos, la vida era dura y no llegaba el sustento”, asegura Selena. En Arrecife entabla amistad con el escritor Agustín Espinosa, comisario regio del instituto, con quien conversaba y bebía muchas noches. Juan era fornido y Agustín débil y algunas veladas acababan con el primero cargando en brazos al segundo y éste diciendo: “Le debo la vida”. Ambos dieron clase a César Manrique, que ya traba amistad con algunos de los hijos, también alumnos.

La segunda estancia es obligada. Agustín Millares Sall había sido detenido con 19 años y enviado a un campo de concentración en Gran Canaria. Le ofrecen la alternativa del destierro y vuelve de nuevo a Arrecife toda la familia, esta vez, con dos hijos más. Había además otra razón: la depuración del padre. Juan, que en ocasiones sustituía al profesor de religión en el Instituto Pérez Galdós, fue delatado por el presbítero Manuel Socorro porque había comentado en clase que la creencia de que un Cristo de madera pudiera sudar sangre era una superchería. Ocho cartas del sacerdote en su contra acabaron por hacer efecto y Millares Carló pierde la cátedra. En Arrecife cierra el instituto y “el hogar se convierte en escuela”. Los niños dejan de tener una educación reglada y se vuelcan en el arte. El padre escribía obras de teatro cómicas que representan entre todos, dibuja para ellos y elaboran una revista familiar con poemas y dibujos que se completan de forma colectiva. Aparecen los primeros dibujos de Manolo Millares, con once años. Pero no dejó de haber problemas. Agustín fue denunciado por un chófer que escuchó una conversación sobre política. Otra vez la primera opción es el campo de concentración y, en esta ocasión, la alternativa es ingresar en Falange. Dolores tiene que vender su piano para comprar los uniformes, y tras el piano acabarán vendiendo los muebles para poder comer. La tragedia sigue: Sixto, muy debilitado, decide ingresar en el ejército para no ser una carga y muere con 19 años de tuberculosis.

Vuelven a Las Palmas y siguieron cultivando las artes. Los hermanos mantienen la amistad con César Manrique aunque Manolo y César, además de la amistad, mantienen diferencias. Y sigue la vinculación con Lanzarote: Jane expone en la Isla, Cho-Juaá hace los folletos del primer hotel, el Fariones y Manolo dedica varios poemas a la Isla. “El arte sigue siendo el centro de la vida familiar”, dice Selena. Continúan haciendo revistas familiares como La Pandilla o Viento y marea. Una de ellas, Planas de poesía, editada entre 1949 y 1951, llega hasta la Brigada político social. Detienen a José María, que fue encarcelado, interrogado acerca de una inexistente imprenta rusa y torturado. No pueden publicar nada hasta que en los años sesenta vuelven con Millares, una revista familiar, haciendo lo mismo que empezaron a hacer en Arrecife en los años treinta.

Mientras tanto, los padres, Juan y Dolores viven de manera muy pobre, en azoteas prestadas. Juan amaba la docencia pero no podía dar clase. Seguía escribiendo poemas y obras cómicas que enviaba a su familia para mantenerla unida. Después de veinte años le permiten dar clase, pero en La Palma. Sin embargo, vuelve la desgracia. Un cáncer de laringe le deja sin voz y tiene que dejar de nuevo las aulas. Muere en marzo de 1965 sin ver su obra publicada, una obra que su nieta, Selena Millares, recopila y publica. Este es su epitafio:

La mano que estas líneas escribe

en tiempo no lejano estará inerte

cuando la hora final al fin arribe

lo que haya de quedar será más fuerte. 

Nota de prensa anuncio conferencia Selena Millares

 

 

Joaquín Estefanía: “Lo peor no es el retroceso sino que se han roto las expectativas materiales y emocionales de muchos jóvenes”

A Joaquín Estefanía se le ocurrió la metáfora de los topos releyendo El 18 de brumario de Luis Bonaparte, de Karl Marx. De ahí el título de la conferencia que ofreció el pasado 14 de junio, en la Fundación César Manrique: La tribu de los topos. Jóvenes rebeldes, dentro del espacio de reflexión Fronteras y direcciones del progreso. Sólo tres días antes de la conferencia, Estefanía había sido nombrado director adjunto de El País.

El ponente habló de los movimientos juveniles que han marcado la historia en los últimos cincuenta años y que, como acción, han provocado una reacción para regresar al statu quo. Los tres hitos son 1968, 1999 y 2011. La primera fecha no fue sólo mayo y no fue solo París, y tampoco fue solo un movimiento juvenil. Fue el año de la invasión de Checoslovaquia “que acabó con la esperanza de un socialismo de rostro humano”, fue el año de la represión a los estudiantes en México que aún hoy no se sabe cuántas víctimas mortales provocó y fue el año, en Francia, de la huelga general “más importante de Europa”. A esa acción le sobrevino la reacción conservadora de Thatcher y Reagan que pretendió acabar con los valores del estado del bienestar.

El segundo hito, 1999, fue el del “mal llamado movimiento antiglobalización”, que surgió en Seattle en la asamblea de la Organización Mundial del Comercio, con la reacción consiguiente de los neocons, entre los que se contaban algunos de los jóvenes de mayo de 1968, recordó Estefanía. Y el tercer hito, el de 2011, el de los indignados, “que no fue solo español, porque se da en todo el mundo, con menos presencia pero con gran influencia”, como el movimiento Occupy Wall Street, que genera la candidatura de Bernie Sanders en el Partido Demócrata. La reacción a este movimiento es la presidencia de Donald Trump.

El último libro de Estefanía se titula Revoluciones. Cincuenta años de rebeldía (1968-2018). No alude al sentido estricto de revolución inmediata “sino a un sentido blando”, de protestas colectivas que acaban cambiando cosas. Estefanía considera que hasta 1968 los cambios eran patrimonio de la clase obrera pero después la juventud compite como sujeto histórico con el movimiento obrero. En 1968, lo que unía a los jóvenes era su odio al marxismo que provenía de la URSS (eran maoístas, trotskistas, seguidores del Che…). En los movimientos posteriores no hay ni un país, ni una clase de referencia y tampoco una ideología cerrada, son menos dogmáticos “y con una mezcla de ideologías logran entenderse y son capaces de trabajar entre sí”. Los factores que tienen en común es que son movimientos globales y antiautoritarios que reivindican más la Revolución francesa que la bolchevique. También tienen dos características nuevas: se fijan en la desigualdad, no tanto en la pobreza, y denuncian que la capacidad de influencia la ostentan poderes fácticos no elegidos (como los mercados o el sistema financiero). No obstante, la lucha de clases no ha desaparecido y además ahora emerge otro sujeto histórico para el cambio, que va a ser central, y es el de las mujeres.

El final de esos movimientos se encuentra en el capítulo de las diferencias entre aquel 1968 y la actualidad. Mayo del 68 acabó por dos razones: la primera son los acuerdos de Grenelle firmados entre el gobierno francés y los sindicatos, que lograron una subida salarial, la jornada de cuarenta horas y la presencia de los sindicatos en la empresa. “Obtienen eso pero los desarman”, señaló Estefanía. La segunda es más prosaica aún: para el movimiento estudiantil llegaron las vacaciones de verano. ¿Qué aprendieron los indignados de esto? Que la calle cansa, y que debían entrar en las instituciones. Así acaba el 15-M. Estefanía relató que se dio cuenta de la esperanza que generó ese movimiento viendo la película Libre te quiero, de Basilio Martín Patino, y también se dio cuenta de las grandes diferencias que había con su incorporación posterior a la política: “En las instituciones se pierde la épica”, pero el movimiento no fracasó sino que “hay que darle tiempo y distancia”. Frente a esa acción llegó la reacción, y a Estefanía le preocupa Trump pero también le preocupa Europa, “un continente frenado, que no sabe estar quieto y por ello, cuando no avanza, retrocede”. Considera que, ahora, las ideas de la extrema derecha no sólo están presentes en los partidos de extrema derecha sino que están impregnando las ideas del resto. “Ahora no se puede ser muy optimista pero si se mira con distancia, los valores de esos movimientos, como el ecologismo, feminismo, pacifismo, respeto a las minorías, no discriminación o lucha contra la desigualdad, aún permanecen”, aseguró.

El director adjunto de El País considera que la generación más beneficiada por todo esto es la suya, la de los nacidos en los años 40 y 50. Es la primera que no ha vivido una guerra, siempre han tenido un puesto de trabajo, no han vivido una precariedad estructural y han mantenido el estado del bienestar hasta la jubilación. “Nuestros hijos no van a vivir peor, sino que ya viven peor —señaló— y lo peor no es lo que se ha retrocedido sino que se han roto las expectativas materiales y emocionales de muchos jóvenes”. Hoy hay más pobres que en 2008, la desigualdad es estructural, la precariedad es una forma de vida, el estado del bienestar es más frágil y hay una crisis de representación política: “Hay una desconfianza de los jóvenes ante todo lo que está a su alrededor”. Y se suma otro factor: “Antes, la democracia era la mayor utopía y ahora es un factor instrumental; no importa mirar hacia países autoritarios”.

Estefanía acabó poniendo sobre la mesa el programa de mínimos, con solo tres puntos, por el que se podría luchar ahora: la igualdad de oportunidades, porque ahora el bienestar depende más de la renta de los padres que del esfuerzo de los jóvenes; los derechos humanos, incluidos derechos ciudadanos, políticos, civiles y sociales; y la lucha contra el cambio climático, “el principal problema al que se enfrenta la Humanidad”.

fc-manrique-nota-prensa-conferencia-joaquin-estefania

Agustín Hernández Aja: “La resiliencia urbana: enfocar los problemas como palancas de transformación”

“De la vulnerabilidad a la resiliencia urbana”. Un camino aún por recorrer que transitó Agustín Hernández Aja en la sala José Saramago el día 7 de junio. El destino de ese camino, la resiliencia, es un concepto aún novedoso para el urbanismo, donde no tiene una definición clara, pero que sí aparece en las políticas nacionales e internacionales. El ponente señaló que “podemos aprovechar en esa ambigüedad del término para realizar nuestro análisis”. Dentro del planeamiento urbanístico, apostó por centrar ese análisis en buscar soluciones complejas, no solo locales, y que se puedan mantener en el tiempo.

La resiliencia es la capacidad de volver al estado original después de haberse provocado una deformación o un trauma, aunque en lo social no está claro cuál es ese estado original. Aplicada a una ciudad o espacio urbano, podría ser la capacidad de un espacio para volver a ser funcional, o al menos de mantener su estructura social. El concepto se ha incorporado a los 17 objetivos de desarrollo sostenible en la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Está en el objetivo número 11, que habla de lograr que los asentamientos urbanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. Por otro lado, instituciones y empresas ya han incorporado estos 17 objetivos “que antes eran considerados inadecuados pero ahora están revestidos del lenguaje que da el documento aprobado por la ONU; es una marea que ya ha llegado a todos los sitios”.

Hernández Aja, profesor titular de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, estudia la vulnerabilidad urbana en los barrios desde los años noventa. En esos estudios se analizan tres parámetros: población sin estudios, desempleo, y viviendas sin servicio o infraviviendas, y en base a esos estudios periódicos obtiene herramientas suficientes para determinar la vulnerabilidad: todos los problemas pero también todas las oportunidades de cada barrio. “Algunos autores —señaló el ponente— sugieren que la resiliencia y la vulnerabilidad son polos opuestos del mismo continuo”. Es una forma de ver los problemas como palancas de transformación.

A esos problemas hay que incorporar también los problemas ambientales, y el reto sería saber qué hay que hacer para acercarse a un equilibrio en recursos y en residuos, ya que gran parte de los problemas sociales ocurren por falta de recursos, porque se han superado los límites, y se han originado ciudades, lugares y territorios vulnerables y degradados. Hernández Aja señaló que van a realizar un estudio sobre la construcción institucional para la sostenibilidad urbana y el derecho a la ciudad, que aporte las herramientas en accesibilidad, movilidad, bienestar o paisaje urbano… para poder actuar en todas las categorías de regeneración urbana.

Sobre la participación ciudadana, señaló que hay que huir de la “cultura del ‘post-it”, que supone que varias personas se reúnen y plantean una serie de soluciones escribiéndolas en esos pequeños cuadrados de papel de color amarillo, pero sin información y sin estructura, tan sólo fijándose en sus necesidades personales o de su colectivo. Hernández Aja dijo que la participación ciudadana “es una negociación en base a una información” y que necesita que haya confianza sobre la información de que se dispone. “La participación es un compromiso del que llama a la participación, y debe aportar sus objetivos y la información que tiene”.

El proceso de participación también es un proceso de resiliencia porque permite conocer a los ciudadanos. La resiliencia puede ser un motor de la transición, pero también tiene unos peligros asociados a ese concepto. Entre ellos, la adaptación como resignación a las agresiones, el abandono de políticas para solucionar problemas y sustitución de ellas por programas para paliar sus efectos, tener una visión conformista o renunciar al potencial transformador de la sociedad. Frente a esto, una “resiliencia fuerte”, según el ponente, sería hablar de oportunidades y no de problemas, articular dimensiones frente a la crisis ecosocial, tener capacidad para adaptarse a los cambios, contar con equidad, información, una conciencia de los límites ambientales y el respeto a los ciclos naturales. La polarización, señaló Hernández Aja, entre lo actual y lo posible, que necesita a su vez de la participación.

nota-prensa-fc-manrique-conferencia-resiliencia-urbana

 

 

Emanuele Montibeller: “Necesitamos volver a establecer un vínculo entre nosotros y el infinito, y el arte sirve para eso”

Arte Sella es un lugar único. Es un bosque, una montaña, un museo, una manifestación artística… Exhibe obras de arte realizadas por diversos artistas específicamente para ese lugar y que, en su mayoría, acaban desapareciendo. La película Arte Sella. La ciudad de las ideas muestra el proceso de trabajo de alguno de esos artistas. En Taro de Tahíche el día 10 de mayo, se exhibió este documental, en el que aparece uno de sus fundadores, Emanuele Montibeller, explicando cómo trabajan y cuál es la filosofía del lugar.

Al finalizar la película, Montibeller intervino para explicar a los asistentes cuál ha sido el camino. Contó que conoció en una ocasión a César Manrique, quien le dijo que creía “en este lugar”, en Lanzarote, “y ese sentimiento es muy importante”. Arte Sella tuvo tres promotores, vecinos de la aldea más cercana, Borgo Valsugana. Para empezar, no buscaron a intelectuales ni artistas, sino a personas con profesiones sencillas, “porque es importante para un modelo cultural contar con personas con trabajos comunes”. “Es importante partir desde la sencillez”, dijo.

En Arte Sella reciben a artistas “y cuando atraes visitantes debes cambiar de actitud” porque los artistas tienen otra visión del lugar “y hay que estar dispuesto a cambiar”. Contó Montibeller que ha sido muy difícil construirlo, que han tenido muchas dudas y ha habido decepciones, pero ese lugar, que es un lugar para los demás, les ha cambiado a ellos mismos.

Arte Sella transmite emociones “y rellena mentes”, y para Montibeller es un icono de la esperanza, porque la cultura es esperanza. También dijo que, igual que en Lanzarote hay miedo de que sea visitada por demasiadas personas, pasa lo mismo en Arte Sella y por eso hay que restringir la entrada y poner límites, que no sólo es bello y necesario, sino que es el acto más creativo que llevan a cabo. Señaló que, aunque Arte Sella tiene una vertiente económica y hay personas que viven de su trabajo ahí, sus decisiones nunca tienen un punto de vista económico, sino cultural. En el turno de preguntas explicó que los artistas no siempre entienden el lugar o se adaptan a él, pero les muestran sus sueños y en Arte Sella se encargan de construirlos. “Es bonito y divertido”.

En Arte Sella no quieren decidirlo todo y de hecho es la Naturaleza quien acaba terminando las obras de los artistas, y el 99 por ciento de ellas acaba desapareciendo. “Por eso siempre digo que mi obra favorita es la próxima”. Por eso, también, Arte Sella es “crecimiento absoluto”. Explicó que a pesar de que los tres promotores eran vecinos de esa comunidad, se convirtieron en extranjeros porque empezaron a hablar otro idioma. Cuando comenzaron con el proyecto, los vecinos se enfadaron porque cambió la identidad del pueblo, “algo inevitable”. Algunos vecinos renunciaron a querer entender Arte Sella, y a Montibeller eso le preocupó menos que si todos hubieran estado de acuerdo “porque eso sería una dictadura cultural”. “Nos interesa que nos entienda la comunidad pero a veces nosotros tampoco nos entendemos a nosotros mismos”.

El promotor de Arte Sella dijo que la identidad de la Fundación César Manrique es la identidad de su asociación porque “su planeta es nuestro planeta”. “Son lugares de excelencia y transmiten mensajes a las personas en el día a día”. Para Montibeller, “necesitamos la belleza para imaginar mundos distintos”. De hecho, la calidad de la belleza quizá se mida en términos que aún no conocemos: “La belleza nos ayuda a imaginar un mundo infinito”. Para explicar esto, se remontó al nacimiento de Arte Sella, cuyo catalizador fue la catástrofe de Chernóbil (1986). “Ahí entendimos que el mundo era frágil, y somos la primera generación en pensar que quizá el planeta no sobreviva a nuestra existencia”. Según Montibeller, “hemos roto esa relación con lo infinito, que no son las estrellas, sino las plantas y las flores”. “Necesitamos volver a establecer un vínculo entre nosotros y el infinito. Y el arte, en esta época, sirve para eso”.

Terminó señalando que, igual que hizo César con Lanzarote, ellos intentan entender lo que el lugar les regala. “El legado más importante es el espacio para vivir, ése el verdadero patrimonio, no las obras de arte”.

nota-prensa-fc-manrique-documental-arte-sella

Por qué el arte es esencial para afrontar el necesario cambio de modelo de consumo

“Vivimos tiempos de transición hacia una sociedad de menor disponibilidad energética y de materiales”. El decrecimiento, según José Albelda, es inevitable. El modelo de consumo basado en un recurso como el petróleo, principalmente, se está acabando. “Vivimos tiempos de urgencias”. Albelda es doctor en Bellas Artes, pintor, ensayista y profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de Valencia. Trabaja desde hace tres años en un programa de I+D, en coordinación con José María Parreño, que es profesor de Historia del Arte en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. En la Sala José Saragamo de la Fundación César Manrique impartieron, el día 26 de abril, la conferencia Humanidades ambientales: artes y humanidades en el camino hacia la sostenibilidad. Teoría y prácticas.

 

Albelda señaló que los datos son elocuentes pero no se difunden mucho “porque cuestionan nuestro modo de vida”. Destacó que el cambio climático, el clima extremo, ya es evidente, y que no es aconsejable, por tanto, mirar para otro lado, sino hacer una transición equilibrada. Continuar con este modelo de consumo ya no es posible. Subrayó la necesidad de conseguir el reto de la Cumbre del Clima para 2020, es decir, hay que intentar evitar llegar a un aumento de dos grados centígrados de media de la temperatura del Planeta. “Es la apuesta que nos queda, el gran reto, y para ello hay que cambiar la sociedad de forma radical”. Para ese cambio es preferible “saber dónde estamos”. “Eso es una apuesta por la lucidez”. “Debemos estar contentos por disponer de tanta información”, dijo, algo que no les ha ocurrido a otras civilizaciones. Y todas acabaron desapareciendo.

En todo caso, no es una tarea fácil, porque “la transición hacia las energías renovables es factible para el sistema energético, pero para el industrial y para el sistema de transportes es más difícil”. Ya hemos superado la tasa de reposición de los recursos naturales: hemos consumido ya un Planeta y medio. Estamos, por tanto, en el inicio de nuestro propio declive.

En el capítulo de las soluciones, “habría que evitar las respuestas tecnocientíficas porque es difícil que lo que crea el problema pueda aportar el remedio”. En su lugar, hay que trabajar el campo de las ideas. No va a servir delegar la responsabilidad en otros porque los problemas son estructurales y es un problema de todos y tampoco va a servir aplazar la solución para otra generación. Albelda apuntó algunas respuestas que pueden ser eficaces para que haya un cambio sólido hacia la cultura de la sostenibilidad, es decir, para decrecer de forma ordenada. Para crear este nuevo paradigma es esencial la creatividad que aportan las humanidades ambientales: trabajar un pensamiento creativo, impulsar una ética de la sostenibilidad. Y esa nueva cultura debería ser holística, con una economía circular y autocontención.

Pero, ¿cuál es el lugar del arte en este escenario? Pues el arte es diverso, imita a los medios de la naturaleza, es empático con lo modelos sostenibles, colabora con el activismo y pone el nosotros por encima del yo. “El arte -señaló- será útil porque siempre ha estado vinculado al cambio, nos permite ver lo que se oculta y diseñar nuevos modelos”.

Parreño tomó la palabra para afirmar, en primer lugar, que impartir conferencias como la de la FCM no sólo es un acto académico sino también de militancia, porque no basta con saber, hay que actuar. Se preguntó, entonces, por qué no actuamos si sabemos. Y dio cuatro razones: por la dificultad de comprender lo que pasa (el sistema climático es difícil de entender), por la dificultad de percibir ese cambio (las alteraciones son dispersas y las amenazas no están bien definidas), por la dificultad de percibir el efecto que tienen las acciones que se llevan a cabo para mitigar los efectos y, por último, por el sesgo que tienen los indicadores económicos, que no miden el coste de reposición ni de gestión de los residuos, al igual que tampoco se mide en el Producto Interior Bruto los valores humanos o ecológicos.

Explicó que no nos movemos por razones, sino por emociones o sentimientos, y sin que quiera decir que tomemos decisiones irracionales, sino que las emociones o sentimientos pueden ponernos en mejor disposición de tomar decisiones racionales. Y el arte nos afecta emocionalmente y nos traslada a escenarios hipotéticos.

A partir de ahí, mostró una relación de artistas y obras de arte que transitan, de manera muy distinta, el camino de la sostenibilidad. Empezó por Andreas Polli, después por Joana Moll, que pone de manifiesto que Internet es una industria y su gran consumo de energía y agua. Siguió con los cuadros de Diane Burko sobre la evolución de los glaciares con una precisión científica, y con los retratos sobre el cambio climático de Gideon Mendel, con las instalaciones de Mary Miss, los carteles de Hannah Rothsein comparando los parques nacionales de Estados Unidos con cómo podrán ser en 2050. También hay artistas que utilizan residuos, sobre todo plásticos, como Chris Jordan y su Monte Fuji, los paisajes de Yao Lu, de Noble & Webster o las esculturas del colectivo español Basurama. Y también expuso las muestras arqueológicas de restos modernos de Barbara Fluxá, el areoceno, un globo hecho con bolsas de plástico, de Tomás Saraceno, las instalaciones de Yann Tomas o la intervención Tube Greenfort que consiste solamente en bajar la temperatura del museo al que lo inviten, en dos grados. Además, están los panales de abejas de Lucía Lorea, las propuestas de R. Graves o de Isaac Cordal, las fotos aéreas de Louis Helbig que muestran la belleza de la destrucción, de paisajes contaminados, de minas a cielo abierto…, o las imágenes, también contaminadas, de Richard Misrach, más cercanas. Y finalmente, iniciativas de activistas dentro de la propia industria del arte, como las campañas para liberar a la Tate Modern o el Louvre del patrocinio de empresas petroleras.

Tanto Albelda como Parreño citaron a César Manrique como precursor en este campo y a la Fundación César Manrique como pionera en el vínculo entre arte y sostenibilidad. Parreño finalizó diciendo que el mundo no va a cambiar por estas propuestas artísticas, porque el mundo lo cambian las personas que toman decisiones, pero que el arte es necesario para que se genere una cultura del cambio que sea el sostén de los cambios individuales y colectivos.

nota-prensa-fc-manrique-conferencia-humanidades-ambientales

La tesis de Alejandro Scarpa demuestra la influencia de la obra de César Manrique en la transformación de Lanzarote

La acupuntura urbana es “una chispa que acaba provocando un incendio”. Es un término acuñado por Jaime Lerner que se aplica a aquellas obras que han transformado una ciudad o un lugar, como el Parque Güell de Barcelona, el Museo Guggenheim de Bilbao o la Torre Eiffel de París. O como los Centros de arte, cultura y turismo de Lanzarote.

Alejandro Scarpa presentó en la sala José Saramago su trabajo de varios años, su tesis doctoral: César Manrique. Acupuntura urbana en Lanzarote. Un trabajo “que se ha convertido en una pasión”. Aseguró que se trataba de un “momento muy emotivo”. Scarpa es arquitecto y llegó a Lanzarote por primera vez en 2008. En la Facultad no había oído hablar de César Manrique, pero su obra le impresionó. “Descubrí que no era arquitecto pero lo que hacía era arquitectura”, así que decidió trabajar sobre su obra. Consiguió algunos planos, midió las obras sobre el terreno, hizo muchos dibujos, leyó cientos de artículos de prensa y entrevistó a quienes trabajaron con él. Para valorar su dimensión, también se entrevistó con algunos de los mejores arquitectos del mundo: con Fernando Menis, el arquitecto canario de mayor repercusión, y con dos premios Pritzker: Jacques Herzog y Álvaro de Siza, e indirectamente con un tercero, Frei Otto, fallecido en 2015. Los cuatro estaban fascinados por la obra de Manrique.

Scarpa explicó brevemente la biografía de César Manrique y también sus principales obras espaciales en Lanzarote, los Centros de arte, cultura y turismo. Se centró en los elementos comunes de estas obras: están realizadas en lugares degradados que fueron así revalorizados; reinterpretan la tradición en la línea de lo que decía Gaudí, que “la originalidad está en el origen”; aportan teatralidad ocultando las obras hasta el final como un elemento sorpresivo; son sostenibles incluso valorándolas con los parámetros con que se mide hoy en día; aportan desde el arte una función pedagógica y transformadora de la sociedad; se acentúan en ellas los espacios secundarios, como las escaleras e incluso los baños; están hechas en equipo, una de las claves del éxito; están desarrolladas por César de forma empírica, trabajando sobre el terreno, lo que le permite convertir los problemas en oportunidades… Y por último, se hicieron atreviéndose frente a grandes desafíos, como construir sobre un volcán o sobre un acantilado.

Las conclusiones las dividió por parámetros. Desde el punto de vista urbano, César Manrique insistió en controlar el desarrollo de la Isla, intervino, aunque fuera de forma indirecta, en la redacción de los planes insulares de 1973 y de 1991 y esa normativa se acaba propagando al resto de las islas. Desde el punto de vista paisajístico, se llega a crear un marco legal para Timanfaya y se logra el galardón de Reserva de la Biosfera. Además hay una protección legal para sus obras como Bienes de Interés Cultural. Precisamente, desde un ángulo cultural, es muy relevante —destacó Scarpa— que Timanfaya lo visiten tantas personas cada año como las que van al Guggenheim, y que entre los quince monumentos más visitados de España, haya tres de Lanzarote: Timanfaya, Jameos del Agua y Mirador del Río. A nivel mundial, comparando con la Torre Eiffel, es una sexta parte de sus visitantes.

Arquitectónicamente, la influencia de su estilo es clara en Lanzarote e incluso es un argumento-reclamo a la hora de la venta inmobiliaria de viviendas en la isla. Desde el punto de vista turístico, César apostaba por un turismo de calidad y luchaba contra un turismo de masas. Comparando las encuestas realizadas por el Gobierno de Canarias a lo largo de los años en las diferentes islas, Scarpa llega a la conclusión de que las playas de Lanzarote no son el valor que más destaca. Sus visitantes destacan la tranquilidad, la limpieza y las actividades culturales, es decir, los Centros de arte, cultura y turismo. La valoración general está un diez por ciento por encima del resto de Canarias y eso demuestra que los Centros tienen una relación directa con esta valoración. Scarpa dijo que regresaba a Lanzarote después de 4 años sin visitarla, y que ha visto cómo, gota a gota, “antenas, cables y anuncios van degradando la limpieza de la Isla; ustedes a lo mejor no lo ven, pero deben ser conscientes de que eso está pasando”.

Por último, se refirió a los parámetros económicos. Los Centros representan el ocho por ciento del Producto Interior Bruto de Lanzarote y suponen una relación directa con el 13 por ciento del empleo. En cuanto a la rentabilidad de las obras, comparando lo que costaron al ser construidas, con los visitantes que atraen, la relación oscila entre los tres y los nueve euros por persona, mientras que esa proporción en el Guggenheim es de 130 euros por persona. “Con inteligencia, pocos medios y trabajando en equipo se llegó a esto”, señaló, a tener ya cincuenta millones de visitantes. Terminó asegurando que ahora tiene intención de transformar este trabajo en un libro de divulgación, con la vocación de que se convierta en una obra de referencia.

nota-prensa-fc-manrique-alejandro-scarpa

Màrius Navazo: “Para cambiar la movilidad hay que pasar a la acción”

El geógrafo Màrius Navazo explicó en seis pasos el cambio “De la ciudad tránsito a la ciudad hogar”, el nombre de su conferencia, que se celebró el 16 de noviembre en la sala José Saramago de la Fundación César Manrique.

Para hacer ese tránsito primero surge una pregunta: ¿podemos planificar como queramos el espacio público? “Lo primero que tiene que estar presente es que hay un marco legal que hay que cumplir”, y que regula sobre todo la salud pública (calidad del aire, acústica, seguridad vial…), y después hay otros retos, que no son obligados pero son recomendables, como la autonomía de las personas, los vínculos entre éstas y su entorno urbano o la seguridad ciudadana. “Hay una tendencia entre los técnicos -señaló Navazo -, a decir que todo se va a solucionar con las nuevas tecnologías, y son bienvenidas, pero se solucionará si hay menos coches en circulación”. La mitad de los desplazamientos en coche en España son de menos de tres kilómetros, así que se podrían hacer a pie o en bici, pero “tenemos un síndrome de Estocolmo con el coche”. “Hablamos de una vaca sagrada y no sabemos cómo tocarla”, apuntó. También hay que tener en cuenta que el espacio público es escaso, lo conforman “esos hilillos que rodean a la propiedad privada”, es decir, las calles. Y hay mucha competencia por un recurso “escaso y finito”, así que no se puede contentar a todos. Si se gana espacio para el coche se le quita al peatón y viceversa. Muchas calles se han convertido en calles pasillo, sirven para circular, “pero las calles no son carreteras”. Para iniciar el cambio, según Navazo, “la respuesta debe tener poco de técnico y mucho de ideológico”. “Las calles son espacios de conflicto y no hay soluciones mágicas”.

Llegamos al segundo punto: de las calles pasillo a las calles habitación. En las calles pasillo hemos entregado la parte central a los coches y lo que sobra, las aceras, a los peatones. Para que la gente disfrute del espacio público la hemos mandado a las zonas verdes “pero su espacio natural es la puerta de su casa”. Navazo pidió un acto de fe: afirmó que después de décadas diseñando aparcamientos y calles de paso, si reducimos ambos no pasa nada, “la actividad económica no se hunde”. Comparó el diseño de las calles con el de las casas. “¿Por qué no hacemos lo mismo que hacemos con las viviendas? Las cosas ocurren en la habitaciones, no en los pasillos, “pero el espacio público es casi todo pasillo”. En una calle habitación, el coche es el invitado, no el anfitrión, su papel el de “un invitado que pasa con pudor”, y eso se logra reduciendo la velocidad de los coches, pero no sólo con esa medida.

La tercera cuestión es dónde actuar, hay que buscar los espacios para transformar. Sólo una de cada cuatro calles de las ciudades pertenece a la red principal, aquella que te permite llegar de una punta a otra. El resto son calles secundarias. Esas son, pues, las calles para transformar.

Después del lugar, la forma. ¿Cómo actuar? “Cambiando las reglas del juego pero sin cambiar el tablero”. El reto es recortar el statu quo del coche, sin hacer obras. “Es la manera más inteligente de hacerlo”, según Navazo. Así lo hicieron en Nueva York, donde peatonalizaron Times Square sólo con pintura y mobiliario urbano. Y la intervención duró ocho años, hasta que se pudieron acometer las obras definitivas. ¿Por qué actuar así? Si se plantea una obra se acaba confrontando el modelo que ya se conoce, con algo que no se sabe cómo va a ser. Se debate una realidad frente a una propuesta, y sólo se especula. Una intervención sin hacer obras es una prueba, y sobre una prueba “no puede haber argumentos en contra, se trata de experimentar”. Dos o tres meses después se evalúa la intervención y se debate lo que es acertado y lo que no, y así se confrontan ya, dos modelos que se conocen. Tanto si la calle se queda como está como si vuelve a su estado anterior, será el resultado de una decisión colectiva, no de un cargo público ni de un técnico. “Suele ocurrir -señaló Navazo- que si no pasas a la acción sólo oyes a los que lo ven todo negro. Y, a los que les parece bien, no los conocemos porque no dan la cara, pero si cambias la calle y luego quieres volver a la situación que había, ahí aparecerán los que les parece bien el cambio para pedir que no se revierta la situación”.

Una caso práctico es la calle Ricomá, en Granollers, una calle pasillo, estrecha, con coches aparcados a un lado y poca vida. Se cambió sin coste. Se pusieron dos piezas de cemento en mitad de la longitud de la calle, con lo cual los coches podían llegar hasta esa mitad pero no traspasarla, se colocó un banco y la gente empezó a llenar el espacio público: los niños jugaban en la calle, los bares sacaron terrazas, la gente se sentaba en su puerta… A los dos meses decidieron que querían seguir así, cambiaron el cemento por un árbol, y poco después, vecinos que no se conocían unos meses antes, ya organizaron en la calle una castañada, y después una calçotada y una butifarrada.

El epílogo es el final de la conferencia pero responde a la pregunta de por dónde empezar. “Por donde tengas un aliado”. Navazo asegura que lo que tienen en común todos los lugares, todas las ciudades, es que va a haber personas y colectivos en contra del cambio, “pero en algún lugar habrá un aliado, una asociación de vecinos, un AMPA de una escuela… que esté a favor”. “Hay que hacer lo posible para que la primera experiencia funcione bien, porque si no, estás perdido”. Y si funciona bien se sumará otra aliada: “la envidia sana”. Los vecinos de otras calles querrán que también se intervenga en la suya y se quiten los coches. “Esa envidia sana sólo se activa si se pasa a la acción”, concluyó.

Nota de prensa en PDF:

fc-manrique-conferencia-marius-navazo

Glòria Poyatos: “Las brechas de género entre hombres y mujeres operan aún en todos los ámbitos”

“La justicia y la igualdad de género deberían ser un binomio inescindible, porque la justicia corrige y compensa y debe garantizar la igualdad”. La magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, Glòria Poyatos, impartió una conferencia el 26 de octubre en la FCM, dentro del foro Fronteras y direcciones del progreso, sobre “Justicia e igualdad de género”. Sostuvo que, a pesar de que muchos creen que “una vez conquistada la igualdad formal ya está conquistada la igualdad real”, las brechas de género entre hombres y mujeres operan aún en todos los ámbitos. Para despejar las dudas de los escépticos, en lugar de con datos, llegó “armada” con tres imágenes.

La primera es la foto oficial de la justicia española en 2017, la imagen que representa al Poder Judicial, sin mujeres. “Podría ser de hace 200 años -señaló- o de 1966”, año en que se permitió en España a las mujeres ser juezas o fiscales, una profesión que se consideraba contraria “a la delicadeza consustancial de las mujeres”. La foto da tres mensajes: niega la excelencia de las juezas, niega su aportación a la justicia (firman más de la mitad de las sentencias cada año en España) y exhibe el “techo de cristal” en la carrera judicial. Actualmente en el Tribunal Supremo, con 78 miembros, sólo once son mujeres. “Está carente de la perspectiva femenina y es donde se fija la jurisprudencia”, señaló Poyatos. En la Sala de lo Civil, donde se dirimen los asuntos de familia, sólo hay una mujer.

La segunda imagen es doble: el Tribunal Constitucional de 1998, presidido por una mujer, María Emilia Casas, la única que lo ha presidido hasta ahora. Pero sólo aparece ella. La otra foto es de casi veinte años después: dos mujeres de doce componentes. “A veinte años por mujer”. Según Poyatos, “que no haya mujeres en la RAE es grave pero en el Constitucional es inquietante, porque la vida no se ve igual desde un sexo y otro, y esas experiencias deben integrarse”. La magistrada destacó que “somos escrupulosos con las listas cremallera en el Parlamento y, este Tribunal, que tiene la potestad, entre otras, de anular resoluciones del Gobierno, sólo tiene a dos mujeres entre sus miembros”. Añadió que sería tan grave que sólo hubiera mujeres como que solo haya hombres.

La tercera imagen también es doble. Aparece la firma del Tratado de Roma (1957), que da origen a la Unión Europea. No hay mujeres. La segunda foto es de los actuales presidentes o primeros ministros de países de la UE, sesenta años después, en 2017, donde hay tres mujeres. “Otra vez, a veinte años por mujer”.

Poyatos asegura que lo que motiva la brecha es “un enemigo potente, infravalorado históricamente e inmune a las leyes”. “Los estereotipos, prejuicios y roles sexistas, que afectan a todos los sexos, edades y nivel cultural” y que “sólo se franquean con formación especializada”. Ahora bien, no es lo mismo un zapatero o un comercial con prejuicios que un juzgador o juzgadora, porque habrá resoluciones que abracen estos estereotipos y ayudan a mantener las discriminaciones. Puso tres sentencias como ejemplo.

En 1990, un hombre fue condenado por abusos sexuales a una empleada de 17 años, pero señalaba el fallo que la víctima pudo provocar por su vestimenta, porque llevaba una minifalda. A principios de 2017, un tribunal de Cantabria considera que no hay agresión sexual, únicamente abuso sexual, hacia una niña cuando tenía entre cinco y diez años de edad, porque no queda probado que opusiera resistencia. La tercera sentencia es de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo, que rebaja la pena a un condenado por pegar una paliza a una mujer, porque tenía condecoraciones militares y había realizado misiones de paz en Afganistán, “donde es habitual el uso de la fuerza”.

La magistrada, que preside la Asociación de Mujeres Juezas de España y que este año ha recibido el Mallete de oro como premio a la decisión judicial con mayor impacto positivo hacia las mujeres, señala que es el Consejo General del Poder Judicial “quien tiene la obligación de formarnos contra los estereotipos”.

También señaló que intenta cambiar las cosas juzgando con perspectiva de género: “No podemos decir que somos iguales y cosificar a las mujeres en la TV o tener permisos parentales distintos o un diccionario de la RAE que diga que sexo débil es ‘un conjunto de mujeres”. Juzgar con perspectiva de género no es una opción, “es una obligación que establece el artículo 4 de la Ley para la igualdad efectiva de mujeres y hombres y el artículo 1 de la Constitución”. Por eso, señaló, hay que evitar las interpretaciones de las normas de forma mimética y no tratar como iguales a quienes socialmente son diferentes.

Educando en justicia igualitaria

La magistrada promueve el proyecto Educando en justicia igualitaria “porque el machismo es una enfermedad de transmisión social y la cura es una formación especializada”. El proyecto está dirigido a jóvenes de entre 9 y 18 años, pero también a las familias y los docentes. Se inició en el IES César Manrique, de Lanzarote y ahora se lleva a cabo, durante el curso escolar en once institutos de Lanzarote, Valencia, Asturias y Madrid, con alumnos de 1º y 2º de Bachillerato.

El proyecto tiene varias virtudes: es plural, reversible (aprenden los niños y los formadores), no tiene prepuesto porque se hace con voluntarios, es un aprendizaje transformativo y se generan recuerdos permanentes en los jóvenes. Los alumnos trabajan sobre discriminaciones, después ven juicios con perspectivas de género y por último celebran un juicio ficticio. Al final de la charla se proyectó un vídeo realizado por alumnos sobre el taller de justicia igualitaria.

Glòria Poyatos terminó su conferencia con una “frase barómetro”, de Clara Campoamor, que cuando se cumpla “habremos conquistado la igualdad”: “Habrá igualdad cuando los hombres encuentren a las mujeres por todas partes y no sólo allá donde vayan a buscarlas”.

Nota de prensa en PDF:

fc-manrique-gloria-poyatos