Lusarreta: «Espero que este libro sirva para sacar a Antonio Álvarez de la zona de sombra en la historia de esta isla»

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En las primeras fases de su investigación para la escritura del libro, a Isabel Lusarreta, autora de ‘Antonio Álvarez. La mano izquierda de Pepín Ramírez’, el nuevo volumen de la colección Islas de Memoria, le perseguía esta frase, que le repetían muchos de los entrevistados: “Antonio Álvarez no ha sido un hombre suficientemente reconocido”.

“Era un estímulo enorme escuchar aquella frase porque significaba que por fin llegaba su momento y además iba a poder contribuir a sacarlo de esa zona de sombra”, señaló la periodista en la presentación del libro en la sala José Saramago, el día 26 de septiembre, junto a los periodistas Soraya Morales y Saúl García. “Pero a la vez era un reto porque significaba que prácticamente no había nada sobre él escrito”.

Saúl García, Isabel Lusarreta y Soraya Morales

La autora comenzó narrando la vida “de novela trágica” de Álvarez, que fue vicepresidente del Cabildo durante trece años, pero que llegó por obligación a Lanzarote para poder seguir con su oficio de telegrafista. Lo hizo en 1940, con 30 años, represaliado por el régimen de Franco porque había pertenecido a la CNT y a Izquierda Republicana y después de la Guerra Civil, en la que participó en los dos bandos, y tras una infancia marcada por la pérdida de su padre y varias hermanas por culpa de la tuberculosis.

Lusarreta contó los tres momentos que le marcaron cuando preparaba el libro: la primera entrevista, que fue al hijo mayor de Antonio, quien le transmitió “el entusiasmo y el cariño por el personaje”, la primera visita a la casa familiar con su hija Marisol y “cuando aparecieron los diarios”. Álvarez escribió diarios durante la Guerra, “una línea inagotable para el proceso de documentación”. Eran de pequeño tamaño, pero de gran valor y con apuntes telegráficos sobre cómo se sentía, los cuales la autora ha incorporado al libro. Dos ejemplos: “Granollers. Llueve y tengo tristeza” o “Esto es eterno y creo que será toda mi vida”.

“Lo que justifica este libro es lo que ocurrió en la isla en los años sesenta, cuando Antonio Álvarez fue vicepresidente del Cabildo”, señaló Lusarreta, pero también se narra en esta obra el contexto de la posguerra, en el que se incluyen otras depuraciones y personas que sufrieron los rigores de la dictadura que “ayudan a entender la forma de ser de Antonio Álvarez”. “Eso explica muchos de sus silencios, de sus miedos, de sus recelos, en definitiva, mucho de su personalidad”. “¿Cómo llega un represaliado a convertirse en vicepresidente del Cabildo, a manejar sus presupuestos”?, preguntó Soraya Morales. “Sigo sin explicarme lo que acabas de plantear”, contestó Lusarreta.

Isabel Lusarreta

Otro contexto, u otro espacio que aparece en el libro es la farmacia Matallana, en la Calle Real, donde Álvarez encuentra varias cosas: un trabajo como contable, que complementa el sueldo de Telégrafos, una tertulia y una esposa, Lila Matallana, hija del farmacéutico. También conoce allí a Pepín Ramírez, que lo reclama como vicepresidente un año después de su llegada a la institución.

Álvarez fue para Ramírez un apoyo fundamental en sus deliberaciones y en sus decisiones y ambos se atrevieron a denunciar la corrupción instalada en el Cabildo, que acabó con condenas de cárcel para el interventor y el depositario. “Los dos forjaron una relación muy fuerte, eran hombres serios, rectos, cultos, formados, con muchas inquietudes en común, muy familiares también y poco dados a los eventos sociales, tímidos los dos, aunque a Antonio se le notara menos, y era el que se encargaba de hablar, de dar los discursos del Cabildo”, explicó la autora.

La denuncia fue sonada. “No es ya sólo que estuvieran denunciando a un conocido, es que era familia, yo creo que eso es ser honesto. En casos de corrupción hay un denominador común y es que nadie ataca a los suyos, y esa fue la gran diferencia que marcaron ellos. Porque al final, era el dinero de todos y Lanzarote lo necesitaba, era indispensable”, dijo Lusarreta.

Álvarez estuvo al frente de áreas como Hacienda o Turismo, que fueron “el motor de todo”, pero también de Educación y en la Comisión de Obras Públicas. “Le da mucha importancia a la educación pública y a mejorar las infraestructuras educativas y hablaba de la necesidad de construir viviendas sociales”. Y además tenía otro papel menos conocido: “Era un fiel guardián de los diseños de César”. Estaba a pie de obra, muy pendiente de cada detalle de las instrucciones para que, cuando César se ausentaba, se respetara cada particularidad. Muchos lo definieron como “la mano que movía todas las cosas, el ejecutor, el hombre de batalla, el que afianzaba las ideas y los proyectos”. El día que murió, César Manrique hizo esta anotación en su diario: “Ha muerto mi gran amigo y colaborador en el nacimiento de Lanzarote”.

Isabel Lusarreta con los hijos de Antonio Álvarez

Para muchos era o sigue siendo Antonio el telegrafista. También fue responsable de la Radio Costera, que le ayudó a tomar el pulso a la sociedad lanzaroteña, “a esa sociedad pobre y ese mundo de pescadores”. Al final de su vida, con setenta años, participó además en las reuniones de la primera asociación ecologista que hubo en la isla, junto a personas mucho más jóvenes que él.  

Lusarreta finalizó explicando que el título “surgió solo”. “Tenía claro que había sido la mano derecha de Pepín Ramírez, pero al ir a escribirlo me salió añadir: o quizá la izquierda”. No solo era un hombre de izquierdas, un demócrata convencido, sino que aglutinaba bastante bien a distintos sectores y cuando había un tema polémico de debate en el pleno, solía mediar. “Vamos, que tenía mano izquierda”.

El final de la intervención se centró en la necesidad de que sea reconocido su papel institucionalmente. “Es un personaje entrañable y ha sido muy injusto este olvido”. Era un gran admirador de Manuel Azaña y Lusarreta quiso terminar con una frase del que fuera presidente de la República, que decía que en España la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro. “Espero que con este libro no pase lo mismo y que sirva para sacar a Antonio Álvarez de esa zona de sombra y ocupe el lugar que le corresponde en la historia de esta isla”.

Más información: Nota de prensa

Gregorio Cabrera: «Personas como Antonio Corujo demuestran que hay un hilo conductor entre el ayer y el presente que jamás debemos perder de vista»

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La Fundación César Manrique (FCM) acogió el viernes 24 de noviembre la presentación del libro Antonio Corujo. Siglos de arena y sal, escrito por Gregorio Cabrera y editado por el Departamento de Publicaciones de la FCM dentro de su colección «Islas de Memoria». El acto tuvo lugar en la sala José Saramago (La Plazuela, Arrecife) y fue retransmitido en directo a través de la web y el canal de Youtube de la institución.

El periodista Saúl García abrió el acto justificando su presencia por su amistad con Gregorio Cabrera y por ser el prologuista del libro que se presentaba. Comentó que autor y protagonista son dos personas auténticas, genuinas, que reciben la misma frecuencia, que tiene que ver con la tradición oral y el patrimonio inmaterial de la isla, y con la idiosincrasia lanzaroteña.

Señaló que Corujo es una artista innato y que, tras la lectura del libro, comprendió la importancia de Antonio Corujo como depositario de una tradición pero que además, añade el valor de hacerla suya y de transformarla, que es lo que hacen los grandes. Asimismo, señaló que se trata de un libro muy bien escrito, con el lenguaje adecuado, el tempo, la composición o el tono, y pidió que se culmine el trámite para su nombramiento como hijo predilecto de Lanzarote.

Saúl García y Gregorio Cabrera

Gregorio Cabrera comenzó señalando que hay acontecimientos que permanecen para siempre en la memoria. «Yo fui uno de aquellos niños y niñas del colegio Salinas de Arrecife a quienes avisaron un día antes de que vendría un señor a actuar en clase. Nos dijeron algo de unas coplas de El Salinero, aunque nuestra imaginación infantil pasó a otra cosa rápidamente», afirmó.

Aquel hombre, claro, era Antonio Corujo, con su cachorro, su timple y sus lapas. «Y el eco de ese timple, de esas lapas y de esas coplas resonó para siempre en nuestro interior», aseguró. «Nos entregó su arte, su verdad, su conocimiento, y es lo que ha hecho toda su vida. Por eso nadie que haya escuchado a Antonio puede olvidarlo».

Enlazó este hecho el autor del libro con la impresión que debieron llevarse los hombres que estaban en la barbería y cantina de su padre, en San Bartolomé, «aquel día que el pequeño Antonillo se arrancó a cantar y los dejó a todos con la boca abierta antes de volver a ‘ver, oír y callar’, que era la orden que le imponía su padre mientras servía vasitos de vino de La Florida o cogía la brocha para echar espuma en los rostros de quienes iban a ser afeitados».

«Antonio, en definitiva, es un artista porque deja huella. Y también porque es incapaz de interpretar algo que no sienta como propio y porque quiebra los límites del tiempo». Cabrera narró el proceso de entrevistas con Corujo para afrontar la escritura de este libro, que supone el séptimo número de la colección «Islas de Memoria». Comenzaron dialogando en su peluquería, pero las entrevistas se veían interrumpidas por los clientes, y después en restaurantes, donde Antonio solía terminar enhebrando una copla, una seguidilla o un poema tras otro, «así que era normal que acabara llamando la atención de todo el mundo, lo cual no era lo mejor para la entrevista, pero sí suponía la mejor demostración de que donde está Antonio está el escenario», tal y como reconocen sobre él desde el escritor Antonio Hormiga hasta el timplista Domingo Rodríguez, El Colorao.

«La verdad es que si no existiera un Antonio, habría que escribirlo. Por fortuna, existe, y solo ha sido necesario escribir su biografía», dijo el autor, que considera que «hablar con Antonio y contar su historia es como entrar en un túnel del tiempo», en un recorrido desde el barrio de El Jable en San Bartolomé hasta la actualidad pasando por las salinas de Janubio. «Antonio es, a su manera, una duna en la que confluyen siglos de arena y es depositario del legado de su familia».

Cabrera explicó que las coplas de Víctor Fernández Gopar El Salinero «son coplas que denunciaron las desigualdades sociales de la época, así que no es raro que encontraran el mejor eco posible en Antonio Corujo, que, como ya sabemos, no le presta su voz a nada que no encierre un significado».

Antonio Corujo siempre ha vivido en el presente, aunque lo haga desde la defensa de la tradición. Prueba de ello es que algunos de los proyectos musicales más innovadores que han tenido lugar en las últimas décadas en Canarias han contado con su colaboración. «Personas como Antonio nos demuestran que existe un hilo conductor entre el ayer y el presente que jamás debemos perder de vista. Y no como un ejercicio de nostalgia, sino porque tirar de este hilo invisible nos hará ver el presente y el futuro de una manera más clara y diferenciar entre lo que es un legado y lo que es simplemente un lastre», agregó Cabrera.

El autor finalizó su intervención hablando del proceso de escritura del libro. En este sentido explicó como su intención «ha sido transmitir parte de ese conocimiento y de esa particular manera de estar en el mundo de Antonio». Reveló que el libro surgió en la mesa de la cocina de su casa de La Isleta «donde se cocinó literalmente este texto, porque es la mesa más grande que tenemos y la única donde podíamos desplegar los cientos de folios con apuntes y recortes de prensa de cada capítulo».

Señaló que acabó saliendo airoso de ese proceso de escritura «gracias a la gran verdad que habita en Antonio Corujo». «Su autenticidad me salvó de todas las tormentas», afirmó para posteriormente cerrar el acto citando unas palabras de Antonio Corujo que ya forman parte de la banda sonora de Lanzarote: «Estamos, que no es poco, y nos seguimos mirando». Como colofón, el protagonista del libro recitó ante el público el poema Lanzarote, de Vicente C. Hernández. A continuación, y durante más de una hora, el autor y el protagonista procedieron a la firma de los ejemplares del libro.

Más información: Nota de prensa

Grabación de la conferencia: Grabación

José Díaz Bethencourt: «El discurso sobre el paisaje en Canarias no ha cambiado mucho»

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José Díaz Bethencourt presentó en la sala José Saramago el último título de la colección Torcusa, que edita la Fundación César Manrique: Paisaje en celuloide. Canarias como decorado cinematográfico. El libro, explicó el autor, tiene su origen más remoto en su interés por el cine y en una beca del Gobierno canario. Con esa beca, realizó una tesina y, aunque tuvo una oferta para su publicación, la pospuso porque la Filmoteca canaria justo había publicado en aquel momento un trabajo similar.

Díaz fue la primera persona que comenzó a interesarse por recopilar los rodajes realizados en las Islas. Esta publicación recoge rodajes del siglo XX, centrándose en los largometrajes, aunque también incluye algún corto, sin incorporar los rodajes de series de los últimos años. En este sentido, el autor señaló que no se trata de un recorrido «detallado», sino de destacar lo más significativo, analizando su impacto en la población y cómo se reflejaron en la prensa.

Tanto el libro como la presentación del mismo que hizo su autor, siguieron un orden cronológico. En primer lugar, Díaz habló sobre los motivos que llevan a las productoras a elegir Canarias para sus rodajes cinematográficos y, «aunque sea un tópico», puntualizó, es por la gran diversidad paisajística y su climatología. «El discurso sobre el paisaje no ha cambiado mucho» en los últimos 120 años, aseguró. La labor actual de la Film Commission orientando a las productoras sobre los paisajes más convenientes para rodar según sus necesidades, ya se reflejaba en la prensa de hace cien años.

La primera producción en Canarias con capital isleño fue El ladrón de los guantes blancos (1926) y ya entonces se relacionó el paisaje y el cine como un reclamo turístico. La película se rudó en Tenerife y tuvo su contestación, dos años después, en Gran Canaria, con la realización de otra película de «peor calidad», pero de «interés etnográfico», titulada  La hija del mestre (1928), rodada en el barrio de San Cristóbal.

Después, el director alemán Douglas Sirk rodó La Habanera (1937), ambientada en el Caribe. Ese rodaje de la UFA, el estudio cinematográfico más importante de Alemania, despertó el interés en la islas por la posibilidad de rodar. Así, comenzó a rodarse cine folclórico como Tierra canaria (1941) de Rafael Gil, Alma canaria (1947), de un «tipismo empalagoso», y varios cortos del No-Do.

Llega la «época dorada» de los años cincuenta con películas españolas y extranjeras como Tirma (1954), Mara (1958), El reflejo del alma (1958) y Moby Dick (1956). Estas supusieron, según Díaz, «un acontecimiento», principalmente, el último largometraje citado, por la llegada de Gregory Peck. Es a partir de este momento cuando se empieza a pensar en la conveniencia de que lleguen más películas e incluso en que Canarias sea un lugar de producción y no solo de rodaje. Es tal el entusiasmo que se suscita, que la prensa habló incluso de la visita al Archipiélago de estrellas de Hollywood que en realidad nunca llegaron, como Marlon Brando o Spencer Tracy.

En los años sesenta se ruedan películas como Más bonita que ninguna (1965), de Rocío Dúrcal, y alguna del Dúo Dinámico y en los setenta se hace incluso cine S o porno, películas del Oeste o de James Bond. Díaz destaca entre ellas las de Jess Franco que rodó Ópalo de fuego (1978), sobre la que la prensa dijo que «destroza visualmente» Canarias ya que su ambientación era oscura.

En los años ochenta aparece el proyecto Cinematógrafo Yaiza Borges, en Santa Cruz de Tenerife, un colectivo que exhibía películas que normalmente no se veían en las salas comerciales. Esta asociación fundada por miembros de la Asamblea de Cineastas Independientes Canarias (ACIC) intentó producir la película Mararía, pero finalmente no fue posible y la acabó rodando Antonio Betancor.

Otras artes

Según Díaz Bethencourt, el primer interés por el paisaje de Canarias no vino del cine ni del arte sino de la literatura, con Guillén Peraza o Antonio de Viana. Después, «la Arcadia canaria se va reflejando en la pintura y todas las artes van recogiendo esa idea» de las islas afortunadas, hasta que Pedro García Cabrera muestra también la visión de la desnudez del paisaje de Tenerife y no solo de su exuberancia. Los surrealistas y la exposición en la que participó André Breton en Tenerife influyen también en la mitificación del paisaje isleño.

La segunda parte del libro se centra en cuatro películas rodadas en Lanzarote y un proyecto que no vio la luz. Dos de ellas son del alemán Werner Herzog, Todos los enanos empezaron pequeños (1970), rodada en un caserón en Tegoyo, «que transgrede todo y vuelve los paisajes del revés» y Fata Morgana (1969), «una cosa de locos». Las otras dos son la superproducción Hace un millón de años (1966), con Raquel Welch, y Road to salina (1969), que incluye escenas de desnudos y una historia de incesto que pasó la censura. El proyecto que no se llegó a hacer por su alto coste de rodaje fue la adaptación de la novela de Ignacio Aldecoa, Parte de una historia, que debía rodar Juan Antonio Bardem en La Graciosa y de la que llegó a escribir el guion.

El libro, finalmente, incluye bibliografía y un apartado con la filmografía citada. El autor terminó la presentación con un pequeño homenaje a César Manrique mostrando una escena de la película Mr. Arcadine, de Orson Welles, en la que aparece en el camarote de un barco un cuadro del artista lanzaroteño.

Más información: Nota de prensa

La FCM publica el libro Perspectiva Manrique, un mosaico de aproximaciones multidisciplinares firmado por 31 autores

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La Fundación César Manrique (FCM) publica Perspectiva Manrique, un libro que recoge las reflexiones de una treintena de profesionales vinculados a diversos ámbitos de la cultura, que ejercen su actividad en Canarias. El conjunto de lecturas ofrece un mosaico de aproximaciones multidisciplinares a César Manrique, que amplían la compresión e interpretación de aspectos específicos de la subjetividad del artista y de su universo creativo, ya sea la pintura, las obras ambientales o el activismo.
 

En concreto, el libro consta de 31 textos cuyos autores, entre los que se incluyen profesores universitarios, escritores, artistas, arquitectos y críticos, son: Teresa Arozena, María Laura Benavente, Luna Bengoechea, Adonay Bermúdez, Rafael-José Díaz, Carlos Díaz-Bertrana, José María Fernández-Palacios, Carmela García, Oswaldo Guerra, José Herrera, Míchel Jorge Millares, Moneiba Lemes, Pablo Ley, Alicia Llarena, José Manuel Marrero, Fernando Menis, Rosa Mesa, Nilo Palenzuela, Luis Palmero, Yolanda Peralta, Flora Pescador, Antonio Puente, Sara Robayna, Dalia de la Rosa, Fernando Sabaté, Juan Sánchez, Andrés Sánchez Robayna, Lázaro Santana, Ernesto Suárez, Mónica Trujillo y Carmelo Vega de la Rosa.

Presentación de La intuición de la isla. Los días de José Saramago en Lanzarote

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Pilar del Río: “Lanzarote fue la posibilidad de silencio. Saramago descubrió que llegaban todas las ideas y no se perdía el tiempo”

Alba Cantón, Pilar del Río y Fernando Gómez Aguilera, durante la presentación del libro La intuición de la isla, el día 15 de junio de 2022, en la Sala José Saramago de la Fundación César Manrique.

Antes de instalarse en Lanzarote, en 1992, Saramago había tenido poca relación con islas: visitas fugaces a Cuba, Cabo Verde… Pero ocurrió lo de ‘El evangelio según Jesucristo’. En Portugal, dice Pilar del Río, “se introdujo la Inquisición, no la censura”. En sede parlamentaria, el Gobierno portugués dijo que ese libro no podía representar al país porque estaba mal escrito”. Así que se plantean venir a la Isla, “pero la Isla aún no era la Isla, era la posibilidad del silencio”, de alejarse del ruido creado por la reacción al libro. “La Isla llegó más tarde, cuando descubrió que llegaban otros, que llegaban todas las ideas y no se perdía el tiempo”.

Pilar del Río, el día 15 de junio, presentó en la sala José Saramago, en la Fundación César Manrique (FCM), el libro ‘La intuición de la isla. Los días de José Saramago en Lanzarote’, editado por Itineraria. El libro recoge vivencias, acontecimientos y emociones compartidas en Lanzarote, en A Casa.

Pilar del Río, durante la presentación del libro La intuición de la isla, en la Sala José Saramago de la Fundación César Manrique.

“El estilo de Saramago cambia en la Isla porque cambia después de escribir ‘El evangelio según Jesucristo’, de enfrentarse al hecho fundacional de la civilización europea”, dijo Pilar del Río. Ese cierto barroquismo de su escritura se transforma en un estilo más duro, más directo: “Si Jesucristo no es Dios, nuestra civilización está basada en la mentira”.

Su siguiente libro fue ‘Ensayo sobre la ceguera’. Cuando lo termina, descubre la Isla. Se da cuenta de que una isla es un espacio habitado donde tiene que predominar el auxilio mutuo, la ayuda, porque si no, no se sobrevive. “Estamos ciegos, así que la ética del cuidado no es una opción, es una urgencia”.

Saramago, dice Pilar, era un hombre solitario “y hasta un poco triste” pero en Lanzarote va perdiendo esas características. Su vida empieza a llenarse de gente. La Isla ya estaba en la vida de Saramago, aunque él no lo viera. “Había una intuición de la Isla porque había una intuición de encuentros”. El escritor escribía para comunicarse, para encontrarse, y acaba escribiendo la mitad de su obra en Lanzarote. “Aunque no le gustaba mucho ese concepto, en la Isla se hizo ciudadano del mundo”.

Dice la autora: “Es muy importante para su obra que viniera a Lanzarote y creo que su obra también es muy importante para Lanzarote, si es que la queremos salvar”. Pilar del Río terminó dando las gracias y manifestando su orgullo por comprobar que la Fundación César Manrique tiene aún por José Saramago el mismo respeto que le tenía, doce años después de su muerte: “Sigue vivo en esta Fundación”.

Cuidados

El director de la FCM y albacea del Nobel portugués, Fernando Gómez Aguilera, citó al inicio de su intervención, para presentar el libro, a Leonardo Boff. “Cuando cuidamos, amamos; cuando amamos, cuidamos”. Las 71 crónicas de ‘La intuición de la isla’ conforman un álbum de recuerdos, un relato filtrado por el prisma de quien compartió su vida con Saramago. Se trata de crónicas ágiles, donde no hay “majestad, ni rencor, quejas, dramatismo o chismes ni ajustes de cuentas” pero sí hay “belleza, generosidad, un tributo a Lanzarote, respeto a la literatura, sensibilidad y mucho amor”.

La estancia de Saramago en Lanzarote fue una etapa determinante en su vida. Escribió la mitad de su obra y tomó un nuevo rumbo. Se hace un escritor más metafísico, más esencial, se aferra a la alegoría y se interroga sobre la condición del ser humano contemporáneo. “Aquí, su pensamiento social alcanzó una perspectiva global, se universaliza”.

Fernando Gómez Aguilera, durante la presentación del libro La intuición de la isla, en la Sala José Saramago de la Fundación César Manrique.

“¿Qué es este libro?” “Es una malla de respiración diaria”, según Gómez Aguilera, un libro que trata de libros, de un ambiente de vida, que retrata una casa, A Casa, como un “espacio de agencia permanente”. “Esa casa abierta al público, un privilegio que aún no hemos sabido valorar ni en Lanzarote ni en Canarias ni en España”, dijo el director de la FCM.

A la vez, el libro levanta una tipografía sentimental y también es un ejercicio de traducción cultural, de un patrimonio inmaterial. “La autora abre de par en par una puerta que solo estaba entreabierta”. Lanzarote aparece como una casa-isla. “Pilar y José hicieron de la Isla su casa pero su casa nunca fue una isla, no se aislaron”. “Aquí Saramago fue feliz, encontró tranquilidad y sosiego reparadores”.

“De su mayor virtud nace su mayor carencia”, porque el lector debe incorporar al personaje ausente, la narradora que habita en esa casa donde la conversación sobre la civilización tiene garantizado su futuro y que es un “universo de raíz y pulso femenino”. “Los libros los escribe Saramago pero la vida la vivieron Pilar y José”.

Gómez Aguilera empezó con el cuidado y terminó también con él, porque es el “significado último del libro”. La ética del cuidado y sus valores frente al paradigma del éxito, del poder y la acumulación “que nos ha llevado hasta aquí”. “Saramago no conocía ninguna prioridad por encima del ser humano, y es hora de sustituir una inteligencia patriarcal por una altruista”.

Itineraria

Este es el tercer libro que publica la editorial Itineraria. Alba Cantón, su responsable, dijo que con este libro “Pilar rompe fronteras físicas y temporales para compartir con los lectores un tiempo y un lugar extraordinarios” y lo hace con una prosa sabia, poética y generosa. “Un libro para amigos y amigas que consigue que A Casa viaje al corazón de los lectores”, que se convierta en un lugar eterno.

Pilar del Río, durante la presentación del libro La intuición de la isla, en la Sala José Saramago de la Fundación César Manrique, el día 15 de junio de 2022.

Un cambio de civilización y una Constitución para la Tierra para procurar que este Planeta sea más habitable

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Después de algo más de dos años sin actividad cultural por la pandemia, la Fundación César Manrique, el día 31 de marzo de 2022, volvió a llenar la Sala José Saramago para presentar los últimos trabajos de dos de los miembros del Gabinete científico de la Reserva de la Biosfera de Lanzarote: José Manuel Naredo, que acaba de escribir La crítica agotada. Claves para un cambio de civilización y José Antonio Martín Pallín, con Una constitución para la Tierra. La abogada Irma Ferrer presentó el acto y condujo en su último tramo un coloquio. Alabó la fortaleza y generosidad de ambos por compartir su conocimiento con esta Isla: “Solo el conocimiento y la sabiduría nos van a permitir enfrentarnos al futuro”.

El propósito de Naredo con su último libro es el de desvelar las causas del impass sociopolítico que vivimos y los requisitos para reorientar esta crisis hacia horizontes ecológicos y saludables. La portada refleja el mito de Sísifo como metáfora de la movilización social. Para Naredo, “estamos peor, en cuanto a perspectivas de cambio, que en los años setenta”, cuando el cambio parecía plausible. Es en esa década cuando el mundo financiero se comienza a separar del mundo real y del enfoque económico ordinario. Este impass político viene acompañado de un impass ideológico y sus causas residen, por un lado, en el repunte de la economía a partir de los años ochenta, en la invención de la imagen verde y el medio ambiente y en la desorientación de la izquierda.

El libro consta de cuatro partes: la primera está dedicada al contexto de crisis civilizatoria. La segunda, a los no conceptos que agotan el discurso ecologista, la tercera a los no conceptos que agotan el discurso político, y por último a la encrucijada política actual. En los setenta comienzan a proliferar las administraciones que dicen velar por el medio ambiente aunque en realidad carecen de competencias para ello, mientras que la izquierda pierde la iniciativa y disipa sus energías en esfuerzos inútiles. “Hemos pasado del sistema económico a una economía de sistemas”. Ahora un país desarrollado es el que atrae capital. Como ejemplo, Estados Unidos, el más desarrollado, es el más endeudado. Desarrollado significa depredador. “La metáfora de la producción encubre la realidad de la adquisición”, según Naredo, que puso sobre la mesa otras falacias, como que el capitalismo sea una economía de mercado cuando en realidad tiende al monopolio. “Estamos en un capitalismo clientelar y corrupto”.

En el apartado de propuestas, Naredo considera que para que prospere un paradigma ecointegrador, hay que asumir el colapso de las viejas idolatrías, lograr una interpretación común de la evolución de la especie humana y conseguir propuestas inclusivas y atractivas, así como centrar las críticas en el núcleo duro de la ideología y las instituciones dominantes.

Una Constitución

El magistrado José Antonio Martín Pallín recordó que fue el primer ponente en España en redactar una sentencia por un delito contra el medio ambiente, lo que le llevó a interesarse por este asunto. Dijo que son las comunidades indígenas las que saben el futuro que le espera a la humanidad y que los textos constitucionales de Ecuador y Bolivia integran el respeto por la Tierra, que tiene derechos  que deben ser ejercitados a través de los tribunales para que sean efectivos y reales. “Pero el Derecho puede hacer poco si no hay convicción de la necesidad de poner coto a este desarrollo descontrolado”.

Recordó también que el nacimiento de los parques nacionales, primero en Estados Unidos, se debió a la carta de un jefe indio por la tala de unas secuoias y que la intervención del Derecho penal por un delito de medio ambiente se produce tras el desastre de Bophal, en India, con 30.000 muertos. Martín Pallín considera que el movimiento ecologista ha avanzado en el empeño de inculcar el amor a la Tierra, pero con el riesgo de que se convierta en una religión o un club ideológico porque debe ser “un objetivo más allá de las ideologías”.

En el campo del Derecho se han ido imponiendo las personas jurídicas a las personas físicas y aún se puede avanzar, por tanto, hacia los derechos de la Tierra. Va calando la idea de que la biodiversiad, las plantas y los animales, son sujetos de Derecho y seres sintientes. Se ha avanzado en casos como el caso Morton contra Disney para proteger los derechos de un río, o por los derechos de los árboles en un caso de deforestación contra Chevron. Incluso el Tribunal Penal Internacional considera un crimen de guerra aquel que genera daños contra el medio ambiente.

Por todo esto, Martín Pallín esboza en este libro lo que podría ser una Constitución para la Tierra, que después necesitará mecanismos para que sus derechos sean reales y efectivos. Lo prioritario, apuntó, es que prevalezca la vida de las personas frente a los recursos económicos y que se incluya como obligatoria en todos los ciclos de la enseñanza una materia que enseñe los valores de la ecología “para garantizar la habitabilidad del Planeta”. “Este movimiento tiene que ir calando y es imprescindible”. Y como hay algunas constituciones que incluyen la bandera y el himno, propone que el himno sea la Canción de la Tierra de Mahler. “¡Movilizaos antes de que sea tarde!”, concluyó.

Más información: Nota de prensa

Antonio Puente y su mapa inexistente de la literatura atlántica comparada

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Para Eugenio Padorno, el punto de partida de Isla militante. El testamento insular de Shakespeare y Cervantes. Entre La tempestad y La ínsula Barataria (Pretextos), el libro de Antonio Puente que presentó el día 20 de diciembre, en la sala José Saramago, está en La Utopía de Tomás Moro, cuyo título en realidad es Libro del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía. Padorno dijo del libro de Puente que no es un libro académico, pero que no le falta rigor, que es como la onda que provoca en el agua una piedra arrojada al Atlántico. La obra indaga sobre la insularidad y tiene una doble estructura: horizontal, por el paralelismo entre las obras y las islas de las obras de Shakespeare y Cervantes, y vertical, por la oposición entre los personajes de ambas, Próspero y Calibán, colonizador y colonizado, occidental y hombre periférico, y Don Quijote y Sancho Panza. También dijo que Puente presta atención al concepto de isla como “soporte geográfico y existencial donde acontece la vida, como el territorio desde el que se obtiene la imagen del mundo”. Además, no renuncia ni al estilo ni a la originalidad. Solo puso un reparo a la obra, y es que no tiene índice onomástico de los autores que aparecen, porque sería “un libro de consulta indispensable”.

La presentación en la Fundación César Manrique es la primera que se hace del libro. Puente subrayó la importancia de Lanzarote en el libro a través de Lancelot 28º-7º, de Agustín Espinosa como “mito fundamental de este ensayo”. De hecho, acabó su intervención destacando la capacidad de ese autor de adelantarse en definir al “ser insular atlántico”.

El objetivo del libro, según el propio Antonio Puente, es el de buscar rasgos distintivos de la condición insular atlántica. El Atlántico, para Puente, es un mar en “perpetuo descubrimiento” y la capital de su cultura es el agua. Para ello, el autor buceó en los textos de autores atlánticos cubanos, antillanos, irlandeses o canarios, como Cairasco de Figueroa, a quien también reivindicó Padorno, que es “el fundador secreto de la literatura sudamericana”, por su influencia en Silvestre de Balboa, “y sin embargo ningún académico cubano -afirmó- sabe quién es Cairasco” a pesar de que también está documentada su influencia en Góngora.

El autor habló sobre la elección de la isla sin nombre de La Tempestad, de la ínsula Barataria y de otros autores atlánticos con los que ha ido construyendo “un mapa inexistente de esta literatura atlántica comparada”. Para él, una de las cuestiones clave es que la insularidad es “geografía sin tiempo y sin historia”, es atemporal. Del mismo modo, en las islas parece que todo es arrebatado o procede de una disputa mientras que el continente es el terreno de la dialéctica. Sin embargo, hay conexiones, como la que existe entre la morriña gallega, la saudade portuguesa y la magua canaria, que es algo así como anticiparse a tener nostalgia, una “nostalgia del presente”.

En su presentación, Puente fue pasando de Domingo Pérez Minik a Domingo López Torres y Ángel Sánchez hasta Joyce, para quien el humor insular (irlandés, luego insular), era húmedo y seco, y para quien el ideario insular es “silencio, destierro y astucia”. Otro paralelismo: una contestación de León y Castillo a Galdós, amigos de juventud. Cuando el escritor le cuenta al político, entonces embajador de España en París, las dificultades para publicar sus obras en Francia, éste le contesta: “Paso de buey, tripas de lobo y hágase el bobo”, que, para Puente es “silencio, destierro y astucia”. Otro irlandés, Samuel Beckett, confesó que en realidad nunca había abandonado la isla y que es lo único que conocía… aunque tampoco la conocía.

Después de repasar la preeminencia del espacio sobre la historia, la deslocalización y la parodia, Puente terminó con Agustín Espinosa, pero antes habló de otra característica insular, la ambivalencia, a la que se refiere Severo Sarduy cuando afirma que cada cosa de la isla es la isla misma. La presentación, terminó, como es habitual, con la intervención del público y con Padorno preguntándose por el silencio, o por los silencios, de los canarios y los autores canarios.

Nota de presa: Más información. Presentación del libro Isla militante

José Farrujia: «En Canarias se ha patrimonializado el discurso del poder»

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El libro Identidad canaria. Escritos en torno al patrimonio cultural y la divulgación del pasado, de José Farrujia de la Rosa, ofrece herramientas para poder unir la lucha por el territorio a la gestión patrimonial. Así lo afirmó Raúl Vega, coordinador de proyectos de la Fundación Tamaimos, editora del libro que se presentó en la sede de la Fundación César Manrique, el 13 de diciembre. Para Vega, los últimos proyectos relacionados tanto con el territorio como con el patrimonio en las islas tienen dos problemas comunes: el colonialismo y el clasismo, o bien el desprecio por lo indígena y la predilección por lo señorial.

Borja Rubio, José Farrujia y Raúl Vega

Para el otro presentador del acto, Borja Rubio, se hace fundamental hablar de la identidad en un contexto “de efervescencia de identidades excluyentes” en el que se está pretendiendo “tapar con banderas un cambio de época” y por lo tanto hay que preocuparse de parar “la maquinaria de la superficialidad”, con una ciencia exenta de toxicidad. Rubio señaló que un axioma clave es que la dirección del relato de las identidades está en función de la identidad del poder. “No se considera al pueblo como sujeto político autoconsciente”. También citó las tensiones que surgen de ciertos proyectos artísticos (Tindaya, Ibarrola en La Palma, De Caires en Lanzarote…) sumados a la Ley del Suelo “que afecta de forma directa a la convivencia y a la Naturaleza”. Aseguró que el libro le plantea la necesidad de generar pedagogía para poder mantener la identidad, tener una mirada “lo más rica posible sin perder un ápice de la universalidad que es ser canario” y pasar “del contar al ser, no interiorizando lo que espera el turista de nosotros”.

El autor del libro, José Farrujia, calificó a la FCM como “uno de los bastiones del pensamiento libre en Canarias”, “de los pocos que quedan”. Dijo que fue otro libro, Lanzarote. Arquitectura inédita (1974) de César Manrique, el que le impulsó a interesarse por el patrimonio. La obra Identidad canaria aborda la atención al patrimonio arqueológico y otros temas transversales, como conflictos sociales y políticos, pérdida de la memoria, el papel de los medios de comunicación, los efectos del colonialismo o la influencia amazigh. Son cinco bloques temáticos con un hilo conductor: “El libro persigue generar conciencia sobre nuestro pasado y la realidad cultural”. Su lectura permite “enseñar a ver” para posicionarse y adoptar una posición. Uno de los retos que se planteó fue el de ayudar a entender el patrimonio canario, aunque también es un libro escrito desde el activismo.

Farrujia citó, igualmente dos grandes problemas: la herencia colonial y el modelo desarrollista canario. Señaló que el pensamiento único provoca que haya una parte del patrimonio que esté infrarrepresentado, porque desde el siglo XVI hay un discurso hegemónico sobre el pasado canario que hace que se haya recuperado el patrimonio colonial y el que está asociado a las élites, y que haya un desequilibrio alarmante con el patrimonio anterior a la conquista. En Tenerife hay 26 Bienes de Interés Cultural (BIC) de zonas arqueológicas (anteriores a la conquista) y 135 de monumentos posteriores. Esto no se debe tanto a la desaparición de esos elementos ya que, en Gran Canaria, donde “hay otra mirada”, son 30 los BIC’s de zonas arqueológicas y 42 los de monumentos. “Está más compensado”. Por su parte, en Lanzarote se repite el modelo existente en Tenerife: un BIC arqueológico frente a 16 monumentos BIC.

Para Farrujia, en Canarias “se ha patrimonializado el discurso del poder”. De esta forma, casi todo los hitos patrimoniales están en el paisaje urbano, el más cotidiano, como casas señoriales o edificios religiosos, mientras que “lo indígena, lo etnográfico, lo que corresponde al campesino, lo que no es monumental ni de las élites, ha ido languideciendo”. El libro, por tanto, aboga por el consenso social, por concienciar en que hay unos valores finitos y en peligro de desparecer pronto, pero también intenta aportar algo de resistencia cultural: recuperar la memoria, transmitir conocimiento y orgullo de pertenencia. Como se predica con el ejemplo, según Farrujia, se ofrece una herramienta para cuestionar y transformar la realidad que sirva al público en general y también a los estudiantes.

Por último, este libro trata sobre lo amazigh, su importancia, sus relaciones y su significado actual, y para entender las relaciones contemporáneas, el autor se entrevistó con los grandes referentes de esa cultura.

Más información: Nota de prensa

Marcos Vaquer: “En España debería haber una sola política del territorio con varias competencias”

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Presentación del libro Derecho del Territorio

El jueves 15 de noviembre, a las 20,00 horas, en la Sala José Saramago de la Fundación César Manrique, tuvo lugar el acto de presentación del libro Derecho del Territorio, de Marcos Vaquer.

Una de las principales razones por las que Marcos Vaquer se decidió a escribir el libro Derecho del territorio (editorial Tirant lo Blanch) es la sensación “de que en España tenemos una pobre cultura del territorio”. “No es una sensación solo mía”, señaló, ya que en 2006 el Colegio de Geógrafos de Madrid elaboró un Manifiesto por una nueva cultura del territorio. “Esto es especialmente grave en un país que vive de los recursos territoriales, tanto en el sector inmobiliario como en el turismo”, aseguró el autor. Afirmó que “hemos ido depredando el territorio” porque entre 1987 y 2011 hemos “artificializado” o “urbanizado” casi tanto terreno como en los 3.000 años anteriores.

Vaquer señaló que esta insensibilidad con el territorio se da especialmente entre los juristas; y que el derecho del territorio es una disciplina “fragmentaria e inmadura” porque se ha creado una materia como la ordenación del territorio pero no se ha desarrollado. Canarias, Baleares y Euskadi son las comunidades pioneras en la ordenación, sin embargo, Cataluña no tiene un desarrollo de ordenación territorial y Madrid tiene una ley pero no cuenta con ningún plan supramunicipal. “Hay una esclerosis institucional” y el territorio se ordena de forma fragmentaria. El libro pretende establecer qué instituciones deberían regir “el tiempo del mundo finito”, como definió Paul Valery a este tiempo en el que ha finalizado “la era de la expansión libre” y cada pedazo del territorio del Planeta pertenece a algún país.

Para explicar un problema actual, el autor recurrió a la película americana Mar de hierba, un western protagonizado por Katherine Hepburn y Spencer Tracy en el que él es propietario de una gran extensión de terreno, defiende, sin saberlo, el desarrollo sostenible y se enfrenta a los colonos que apuestan por el aprovechamiento intensivo de esas tierras. Ella es urbanita y donde él ve país, ella solo ve paisaje. “Este es un problema, señaló, porque cuatro de cada cinco personas vivimos en una ciudad y no percibimos el hábitat como lugar sino como paisaje, no hay conexión vital con el territorio”.

Hasta aquí el porqué del libro. El para qué tiene que ver con los administrativistas, “una subespecie triste y gris” de los juristas a la que dijo pertenecer el autor y cuya misión, según Eduardo García Enterría, es la de “convertir la metafísica en técnica”. El territorio es el espacio en el que las personas ejercen su jurisdicción y hay que distinguir entre territorio y suelo. El territorio no es objeto de apropiación e incluye tierra, aire y mar, las llamadas aguas territoriales. Incluye al suelo pero no sólo es suelo y es necesario emancipar un concepto del otro.

Por otro lado, en España, en la actualidad, la planificación es una suma de ordenaciones urbanísticas, principalmente de cada una de las comunidades autónomas, pero la ordenación de una influye en las demás. No hay una cohesión territorial y esto genera graves problemas de desigualdad y de despoblamiento. Por eso, el objeto de las políticas públicas debería girar en torno a dos elementos. El primero es una propuesta, un principio de gobierno del territorio como principio vertebrador en lugar de varias políticas. Ahora al Estado, en realidad, no se le permite ordenar el territorio pero sí desordenarlo con proyectos ajenos al planeamiento (por ejemplo, aeropuertos, grandes infraestructuras viarias, puertos, etc.). Vaquer es partidario de una sola política del territorio con varias competencias, porque todo ente territorial debería poder decir algo en esta materia.

El otro elemento sería el del derecho territorial y urbano sostenible, que actualmente está siendo considerado de forma favorable por el Tribunal Supremo, que tiende a aumentar la protección del territorio, del medio ambiente, anulando, por ejemplo, planeamientos que no justifican los motivos para eliminar zonas verdes. También analiza en el libro la ordenación del territorio y su relación con el urbanismo. En España hay un “injustificado divorcio entre la legislación de espacios naturales y la de bienes culturales mientras la Unión Europea está marcando el camino “por el que debemos superar este divorcio”. El autor está perplejo con el nuevo Convenio europeo del paisaje, que no está claro si es el culmen de la civilización o el principio de la decadencia. En cualquier caso, asegura que “no tenemos claro cómo ordenar los paisajes”.

Estaba previsto que participara en la presentación el magistrado del Tribunal Supremo José Suay, que llegó al final del acto por problemas en el aeropuerto. Suay destacó la solvencia del autor como “excelente urbanista”. En el turno de preguntas, Vaquer reflexionó sobre el caso de Canarias y su nueva Ley del Suelo. Aseguró que, después de ser pionera en la ordenación, ahora relaja los usos en suelo rústico donde se permiten todo tipo de usos complementarios.

Más información: Nota de prensa

Lanzamiento nacional de libros relacionados con la recepción del Premio Nobel de José Saramago

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El pasado jueves 25 de octubre, a las 20:00 horas, en la sede de la FCM de Taro de Tahíche, tuvo lugar el lanzamiento nacional de los libros El cuaderno del año del Nobel, de José Saramago y de Un país levantado en alegría de Ricardo Viel.

En el acto estuvieron presentes Pilar del Río, Ricardo Viel, Pilar Reyes —directora editorial de Alfaguara, Taurus y Publicaciones Académicas— y Fernando Gómez Aguilera, que mantuvieron una conversación en torno a las obras presentadas.

El cuaderno del año del Nobel: el diario perdido de Saramago

“Traspasando la ausencia nos ha regalado un nuevo libro”. Así se refirió el director de la Fundación César Manrique, Fernando Gómez Aguilera, a José Saramago y su libro póstumo El cuaderno del año del Nobel (Alfaguara), que se presentó en Taro de Tahíche, junto a un libro hermano, Un país levantado en alegría, del periodista Ricardo Viel, que narra cómo vivieron Saramago y su entorno durante 1998, el año en que ganó el Premio Nobel de Literatura. En la mesa del coloquio de presentación, además de Gómez Aguilera y Viel, participaron Pilar del Río, traductora y presidenta de la Fundación José Saramago y Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara.

Pilar Reyes, Ricardo Viel, Pilar del Río, Fernando Gómez Aguilera

Este “libro durmiente alojado en el vientre de la ballena”, que en este caso era el ordenador Acer del despacho del Nobel, es el protagonista de los actos de conmemoración del veinte aniversario de ese premio, que se van repitiendo por España y Portugal desde el 6 de octubre. De la existencia del libro, el sexto Cuaderno de Lanzarote, dejó noticia el autor en 2001 pero “el propio Saramago lo olvidó”, señalo Gómez Aguilera antes de preguntar a Pilar Reyes cómo recibió la noticia del hallazgo. La recibió como un regalo. “He encontrado algo que se nos escapó a todos, no entiendo por qué no se publicó”, le dijo Pilar del Río. “José está jugando contigo”, contestó Reyes.

El libro contiene las entradas del diario correspondientes a 1998, dos más de 1999 y cuatro conferencias del Nobel. Según Reyes, este diario “no es tan cotidiano como los cinco anteriores” y hay un libro hasta el 8 de octubre, cuando recibe la noticia del Nobel y otro después, porque “le era casi imposible escribir”. De hecho, el día que recibe la noticia, la entrada del diario es la siguiente: “Aeropuerto de Frankfurt. Premio Nobel. La azafata. Teresa Cruz. Entrevistas.”

El periodista brasileño Ricardo Viel nunca conoció a Saramago ni habló con él ni estrechó su mano. Tan sólo lo vio una vez de lejos en el Foro de Portoalegre. “Aún así es una persona presente en mi vida, tengo muy presente su obra”, dijo. Cuando era estudiante compró La balsa de piedra, pero cuando le quedaban dos capítulos olvidó el libro en el autobús. Como no tenía más dinero, fue a la librería donde lo había comprado y leyó el final allí, de pie. “Esa media hora no hubo nada más importante en mi vida”. Cuando terminó el libro “ya era otra persona”.

Pilar del Río contó cómo fue el hallazgo. Había mirado, “fisgoneado mil veces”, en ese ordenador pero no había abierto el archivo ‘Cuadernos’. Necesitaba encontrar un dato para el libro que prepara Fernando Gómez Aguilera sobre los escritos públicos del autor portugués. Eran las dos de la madrugada y no tenía los libros a mano. Estaban en la biblioteca que está en la casa de al lado. Así que abrió el ordenador, entró en el archivo ‘Cuadernos’ y vio seis carpetas. Pensó que eran unas notas pero rápidamente se dio cuenta de que no era así. “Esto empieza a ser demasiado fuerte”, se dijo. “¿Es posible -se preguntó en alto- que por el día a día se pierda un libro en un ordenador?”. Se respondió: “Posible no es, pero pasó”. Y añadió: “Dicen que es un invento mío. Corran la voz porque adoro que me atribuyan libros”.

Pilar Reyes dijo que en este libro hay “más reflexión literaria y política” y que “la presencia de los lectores empieza a ser muy vívida”. Recordó que “lo que provocó el Nobel no fue normal”. “La sensación es que lo había ganado una lengua, un país y casi un continente, fue un logro colectivo”, dijo: “Hizo que la gente pareciera que había crecido tres centímetros”. Tanto es así que, como contó Pilar del Río, en la asamblea del Benfica, el equipo de fútbol de Lisboa, uno de los socios tomó la palabra y dijo: “¡Hemos ganado el campeonato mundial de literatura!” Gracias al Nobel, Saramago “plantó más árboles que su abuelo, que era agricultor”, inauguró colegios, bibliotecas y hasta puentes. “Vimos que un país era capaz de levantarse de alegría”, dijo Del Río, para quien el Nobel de este año vuelve a ser de Saramago, veinte años después, porque va a quedar desierto.

Gómez Aguilera coincidió en que el libro es “rico en observaciones de carácter social y político” y apuntó que aborda asuntos como la sociedad de consumo, la iglesia, el indigenismo, el neoliberalismo o el europeísmo… Pilar del Río afirmó que Saramago no era un visionario sino sólo un pensador. El director de la FCM añadió que ya es un clásico contemporáneo.

Para escribir su libro, Viel recopiló noticias y vio decenas de horas de programas de televisión dedicados a la noticia del Nobel. También entrevistó a uno de los personajes del libro, Amadeu Batel, un profesor portugués que vivía en Estocolmo y a quien comunicaron el Nobel seis días antes de que se hiciera público. Batel llamó a la casa de Saramago, en Tías, el 7 de octubre, preguntando por el teléfono del escritor que estaba en Francfort. Pilar del Río logró sonsacarle la noticia con la promesa de no revelarlo. Lo que sí hizo fue llamar a su marido para proponerle que al día siguiente no fuera al aeropuerto, como tenía previsto, y se quedara en el hotel hasta que se supiera a quién le daban el Nobel, por si acaso. Saramago le contestó: “Claro, y pierdo el Nobel y el avión”.

Señalización de A Casa

El acto terminó con la recomendación por parte de Gómez Aguilera de algunas de las entradas del libro y la lectura de varios pasajes, muchos de ellos dedicados a Lanzarote. A continuación, hizo pública una reivindicación. Señaló que en estos momentos en que se calculan los impactos de algunas noticias sobre Lanzarote por su potencialidad como promoción turística, sería incalculable el valor de las palabras de Saramago sobre la isla. “Si alguien tiene la tentación de hacerlo, que antes señalen cómo se puede llegar a la Casa Museo de Saramago”, A Casa, ya que no hay letreros  que lo indiquen y las instituciones aluden a normativas u ordenanzas para no hacerlo. Aguilera señaló que “se refugian en la catetada” para no ayudar a llegar a un lugar “que es un faro en el mundo”. “Han perdido ya mucho tiempo -dijo interpelando a los responsables públicos-, pónganse manos a la obra sin más demora, aprovechando que vienen elecciones, e incorporen un puñado de señales viarias”. 

Más información: Nota de prensa