Óscar Carpintero: «Dan ganas de pedir que no haya más cumbres climáticas»

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“Desde cualquier perspectiva, si nos remontamos a cincuenta años atrás, ecológicamente estamos peor”. Según Óscar Carpintero, profesor de Economía de la Universidad de Valladolid, es paradójico, porque “ahora sabemos mejor por qué estamos peor” pero sin embargo “cuanto más sabemos, menos hacemos por remediarlo”. El día 27 de junio, en la sala José Saramago, Carpintero impartió la conferencia titulada ‘Límites, transición energética y escenarios postcrecimiento’, dentro del Foro de reflexión ‘Fronteras y direcciones del progreso’. “Si atendemos a las emisiones que se han producido en el periodo en que se han celebrado las últimas cumbres sobre el clima, cuanto más nos preparamos para afrontar el problema, más aumentan las emisiones: Dan ganas de pedir que no haya más cumbres climáticas”, expresó el ponente.

El cambio climático, en el fondo, no es más que una manifestación de los límites. Estamos dentro de una crisis energética, pero también en una crisis de los límites, tanto por el lado de los residuos como por el lado de los recursos. Nos enfrentamos, eso sí, a una novedad histórica. A lo largo de la Historia todas las transiciones se han saldado con un uso de energía mayor, tanto total como per capita. La novedad es que en esta transición la disponibilidad de energía va a ser menor que en el pasado. En 2035 se prevé extraer un tercio del petróleo convencional que se extraía en 2010. Incluso, aunque el petróleo no tuviera un techo, cabría preguntarse si podríamos quemar todo el petróleo que quisiéramos. La respuesta es sencilla: no, porque tenemos el límite del cambio climático.

Carpintero destacó que es esencial hablar de economía cuando nos referimos al cambio climático. La relación entre el Producto Interior Bruto (PIB) y las emisiones es muy estrecha. Es difícil reflexionar sobre el cambio climático sin profundizar en el sistema económico. De esta manera, ¿cuánto tendríamos que reducir las emisiones para no tener que sobrepasar ese aumento de 0,5 grados centígrados de temperatura media en el planeta? Aunque no hiciéramos nada, la inercia nos llevaría ya a ese escenario, pero es que no estamos reduciendo las emisiones, sino que las seguimos incrementando a un ritmo de un seis por ciento anual. Es más, si se cumplieran los planes de reducción de emisiones que han presentado los 168 países, las emisiones aumentarían entre un 19 y un 37 por ciento, porque las reducciones previstas no son totales, sino relativas, por unidad de PIB. Con este escenario, el incremento de la temperatura podría ser de entre 3 y 4 grados.

¿Qué se tendría que haber hecho en la Cumbre de París para que llegáramos a un escenario razonable? ¿Cuánto petróleo deberíamos quemar para cumplir el objetivo? ¿O cuánto deberíamos dejar de quemar para mantener la temperatura por debajo de un aumento de 0,5 grados? Deberíamos dejar de extraer el 58 por ciento del petróleo que queda, el 59 por ciento del gas y el 90 por ciento del carbón. Lo que pasa es que esos recursos pertenecen a empresas, por lo que hace falta una negociación para compensarlas, algo que no se ha abordado. De manera más coloquial: “Llevamos treinta años mareando la perdiz” en unas cumbres del clima que tienen, como dice Federico Aguilera Klink, una “función ceremonial”. La única vez que se planteó algo similar lo hizo Ecuador, que estaba dispuesto a no extraer petróleo si se le compensaba por ello. La comunidad internacional no respondió. Tan solo se cubrió el cinco por ciento del fondo de compensación previsto.

Prosiguió Carpintero que cuando hablamos de cambio climático estamos abordando un debate sobre la igualdad. Ahora, el 1 por ciento de los países que más emiten son responsables del 17 por ciento de las emisiones totales y el 10 por ciento de los países emite más del 30. En el otro lado, la mitad de la población mundial es responsable solo del 12 por ciento de las emisiones. En España deberíamos reducir el 90 por ciento de nuestras emisiones brutas, quedarnos solo con la cifra de las que hoy genera Andalucía. Eso supone “una transformación muy importante”.

La segunda parte de la conferencia de Carpintero, se centró en los escenarios posibles de la transición. Hay dos tipos de soluciones. El primero es acudir a las soluciones convencionales, como las del “pacto verde” o el “crecimiento verde”, que plantean que siga creciendo la actividad económica y el consumo pero, en lugar de con combustibles fósiles, mediante energías renovables. ¿Es factible sustituir toda la energía fósil por energía renovable? De momento, las renovables solo abarcan una cuarta parte de las necesidades energéticas y se centran principalmente en la electricidad.

“Llegamos 30 o 40 años tarde para esta sustitución”. Hay otra limitación: los costes ambientales. Con la lógica de la expansión, no se asumen los límites y “se peca de optimismo tecnológico, cuando la tecnología nunca ha sido un buen aliado ecológico”. No se tiene en cuenta que para instalar ahora y renovar después estas energías renovables, hace falta un gran consumo de energías fósiles y de materiales. Es la conocida como “trampa de la energía”. Si sustituyéramos todos los coches actuales que hay en el mundo, unos 1.400 millones, por coches eléctricos, acabaríamos con todas las reservas de aluminio, cobre, cobalto, magnesio o níquel solo para los vehículos, sin poder emplearlos en otros usos. En ese escenario, España debería dedicar toda su capacidad eléctrica solo para cargar los coches: “Cuando se hacen estas cuentas elementales, la burbuja explota”.

Millones de coches duermen en la calle en nuestro país. Para poder recargar esos coches durante la noche haría falta poner un poste eléctrico cada cinco metros de acera aproximadamente. Si fueran postes de 22KW, como los que quiere instalar el gobierno en las gasolineras, en ciento veinticinco metros de calle habría que tender un cableado junto con los postes para poder suministrar más de un megavatio (MW) de potencia. Una ciudad como Madrid, con más de mil kilómetros de calles, necesitaría cableados, subestaciones eléctricas y sistemas de control para disponer de unos 8GW de potencia (es decir, como todas las centrales nucleares de España). Si extrapolamos estos datos para el resto de España, estaríamos hablando de más de 100GW (igual que la capacidad eléctrica máxima de España). (Antonio Turiel, 2020, en Petrocalipsis, p. 145)

El segundo tipo de soluciones son las basadas en el decrecimiento o el post crecimiento, que no son sencillas pero “al menos miran el problema a la cara”. Carpintero dejó claro que es una propuesta que se hace a los países ricos, no a los países que aún no cubren sus necesidades. Para llegar a este este escenario es necesario hacer políticas de prevención del empleo y de reparto del trabajo, una reforma fiscal y del sistema financiero profunda y llevar a cabo una macroeconomía ecológica porque el PIB no es un buen objetivo ya que no tiene relación con el bienestar. Hace falta medir la economía de otra manera.

Carpintero recordó la “teoría de la rosquilla”, de la economista inglesa Kate Raworth, según la cual hay que buscar un espacio seguro y justo, tanto desde el punto de vista ecológico como social, que tenga en cuenta los límites ecológicos y el suelo social. Actualmente, ningún país entra dentro de estos parámetros. En el año 2050, para estar dentro de los límites de esa rosquilla, el consumo energético debería estar entre 13 y 18 gigajulios por habitante, y ahora está entre 5 y 200. En España está cerca de 100. Sería necesario un descenso en los niveles de consumo del 60 por ciento cuando va a haber un 30 por ciento más de población.

Como consideraciones finales, Carpintero señaló que “la distancia entre lo que tendríamos que hacer y lo que parece probable políticamente es muy grande”. También dijo que es muy improbable que asistamos a una transición tranquila y que puede haber un colapso, que no sería “de un día para otro”. Si se dirige la acción hacia un escenario de post crecimiento, que es un escenario a contracorriente, habrá que gestionar los conflictos. Acabó la conferencia solicitando no perder nunca la perspectiva global, poner el foco en la investigación, asumir la naturaleza humana y evitar la ilusión del optimismo tecnológico. “La solución óptima es minimizar los remordimientos futuros”.

Más información: Nota de prensa

Grabación de la conferencia: Grabación

Rosa María Regueiro: «El modelo eólico alienta la participación de las empresas, deja de lado a las comunidades y provoca inseguridad jurídica»

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El modelo eólico español actual alienta la participación de las empresas, deja de lado a los agentes implicados en su desarrollo y provoca inseguridad jurídica, afirmó el jueves 20 de junio, Rosa María Regueiro, experta en economía ecológica, durante el taller titulado: “El desarrollo eólico en el contexto de crisis ecosocial”, impartido en la sala José Saramago de la FCM. En este sentido, la profesora de Economía Aplicada de la Universidad de Santiago de Compostela, matizó que nos encontramos ante “una crisis energética provocada por un modelo que ha cambiado, sustituyendo parte de la energía fósil, para seguir igual”.

Esta crisis es multifactorial, a diferencia de las anteriores que estaban basadas solo en la oferta y la demanda. Al modelo hegemónico fósil nunca le ha importado el entorno ni los límites de la biosfera y “es importante señalar que los recursos no se originan a la misma velocidad que los consumimos”. Por otro lado, sigue habiendo personas que no disponen de electricidad, incluso en España, donde existe pobreza energética, que es una situación provocada por el propio modelo. Regueiro también indicó la importancia de conocer las relaciones de poder derivadas de la propiedad de la energía ya que están detrás de las decisiones políticas y geoestratégicas. España, y la Unión Europea, en general, tienen una gran dependencia energética del exterior.

Hay otro elemento relevante: las energías renovables no son sustitutivas del modelo hegemónico fósil, están diseñadas para que sean complementarias. Tienen la ventaja de que no producen emisiones pero su construcción, mantenimiento y desmantelamiento no es inocuo. El sistema fósil sigue siendo hegemónico, queda mucho camino para que deje de serlo y es difícil que cambie porque va de la mano del modelo productivo. No es factible que cambie de forma sustancial en los próximos treinta años. Regueiro señaló que ya se habla, no de la Agenda 2030, sino del horizonte de 2050 o 2070: “La adaptación no está siendo tan rápida y esto tiene que ver con la limitación de los recursos”. El pico máximo de petróleo disponible de calidad ocurrió ya en el año 2010. Puede haber reservas por descubrir, pero su coste de extracción es mucho más caro, al igual que pasa con el gas natural y con otros materiales imprescindibles. “Así que tenemos que cambiar”, dijo.

Los países que importan energía tienen ese problema, el de la dependencia energética. Desde 2021 India juega un papel estratégico en silencio. Compra energía a Rusia y la vende a Europa. Las cifras de compra y venta indican el juego de poder y el dominio de quien tiene los recursos frente a quien los necesita. En un futuro próximo será clave lo que ocurra en el Estrecho de Ormuz. Si hay problemas que dificulten el transporte en esa zona, el precio del barril de Brent subirá mucho “y muchos países van a tener un serio problema”. El 43 por ciento del gas natural de la Unión Europea venía de Rusia antes del conflicto con Ucrania. Cada país, no obstante, tiene unas dependencias diferentes. España depende más de Argelia que de Rusia. Por otra parte, el gas licuado, que es más caro, puede venir por barco desde Estados Unidos. “Hay que ser conscientes de las implicaciones que se derivan del acopio energético”.

Con los minerales pasa lo mismo: escasean y sus precios suben. El litio, por ejemplo, es fundamental no solo para los móviles o los automóviles, sino para construir aerogeneradores. De ahí la importancia de que se puedan reciclar e incorporarlos a una economía circular. En este mercado, las empresas dedicadas a la eficiencia energética y a las bajas emisiones son las mismas que las que venden petróleo. Hay cuatro grandes fondos de inversión que dominan el mercado del modelo fósil energético en el mundo.

Para Regueiro, “un detalle preocupante es la situación de pobreza energética” en España, donde el número de hogares que no puede mantener una buena temperatura creció entre 2015 y 2021 un 3,6 por ciento frente a una subida media menor en Europa, del 2,7. La profesora de la Universidad de Santiago también explicó el funcionamiento del sistema marginalista de fijación de precios, que es complejo y en el que el precio lo marca la última tecnología que entra en la red. Es un modelo que genera distorsiones: las energías renovables perciben una sobrerremuneración y el gas y el petróleo se compran por su precio futuro. Las mismas empresas que venden electricidad son las que compran, y el mercado, en el fondo, se ha convertido en un mercado financiero.

El cambio climático tiene la capacidad de alterar las posibilidades de obtención de energías renovables al modificarse las condiciones de sol, lluvia y viento. China es la primera potencia eólica mundial, seguida de lejos por Estados Unidos, Alemania, India, España y Reino Unido. La eólica marina está despegando, pero China también está a la cabeza.

El modelo pionero en la eólica fue el de Dinamarca, que comenzó en 1973. Se trata de un modelo que “no dejó a nadie fuera”, desde las grandes empresas a los consumidores, y esa fue su baza para el triunfo. Promovió un modelo asociacionista de propietarios, que tenían derecho a una remuneración acorde al beneficio que se iba a obtener. Eso dio garantías jurídicas a los propietarios y les dio la oportunidad de entrar en el sistema.

Mientras que otros países sí adoptaron algunas de las características del modelo eólico danés, en España esto no se dio. En Dinamarca, el 85 por ciento del negocio está en manos de los propietarios. “Es importante incluir la protección del entorno y de las comunidades locales y por ello deberían recibir un beneficio y cerrar así las puertas a la especulación”, señaló Regueiro. En este sentido, explicó cómo en Japón, mediante fondos soberanos, el 70 por ciento de los parques eólicos está en manos de amas de casa o en Bélgica hay una cooperativa con 24.000 socios y en Dakota (EE.UU.) otra que surte de energía a 2,8 millones de personas.

El modelo eólico en España es un “no modelo”, según Regueiro. En Galicia, de setenta proyectos en marcha, sesenta están parados por el Tribunal Superior de Justicia ya que incumplen la declaración de impacto ambiental. En España no hay una norma eólica integral, sino una sucesión de normas con alcance parcial y cada comunidad autónoma se rige por su norma. Mientras que la eólica marina depende del Ministerio, la terrestre, si es de menos de 50 megavatios, depende de las comunidades autónomas, con lo cual se produce “la trampa de los 50 megavatios” porque se trocean los proyectos, entre otros controles, para evitar la evaluación ambiental.

Para instalar un parque eólico es necesaria la inversión de mucho capital, sin embargo no se ve reflejado en la generación de empleo. Un megavatio cuesta aproximadamente un millón de euros. Durante su construcción crea unos trece empleos por año y megavatio mientras que, para su mantenimiento, solo es necesario un empleo por cada cinco megavatios. En Canarias, de momento, la penetración de la energía eólica está en el 16,2 por ciento, mientras que en España es del 22,4. Es un modelo muy productivista que alienta la participación del sector empresarial y deja de lado a las comunidades y los pequeños propietarios, provocando inseguridad jurídica. “La duda es si se va a trasladar este modelo a la eólica marina”.

Finalmente, Regueiro abordó los retos, como la afectación ambiental sobre el territorio —tanto de la eólica terrestre como de la marina— que también tiene un impacto multifactorial: hidrodinámicas, sonidos, materiales de construcción actividad naval, impacto visual… Hay que estudiar todas esas afecciones, al igual que las sociales, al entorno o a la vida tradicional: hay conflictos entre vecinos, ocupación de áreas de ocio, etc. En casi todos los modelos, también fuera de España, existe “falta de credibilidad, compromiso y transparencia”. Hay inconvenientes provocados por la instalación de la energía eólica en todo el mundo.  En lugar de fijarse en el modelo danés, que es el que más experiencia posee, “parece un proceso de neocolonización”.

Respecto a la eólica marina hay un informe del Tribunal de Cuentas Europeo (TCE) del año 2023 que advierte sobre sus posibles efectos adversos. Alerta sobre la posible generación de problemas prácticos, que aún no han tenido atención, y pide evitar esos conflictos a la vez que se protege el medio ambiente, garantizando así la convivencia con otras actividades. En España, el Real Decreto 150/2023 define cinco zonas de uso prioritario para la instalación de parques eólicos marinos. De los 40 proyectos previstos en territorio español, 21 están en la provincia de Las Palmas.

A pesar de la ausencia de datos claros en más del 80 por ciento de estos proyectos, lo seguro es que escasearán los materiales para su construcción, y su instalación tendrá un impacto visual. Además, se puede dar otra “trampa” y es que la extracción de materiales necesarios para su montaje y su fabricación consuman tanta energía y se produzcan tantas emisiones como las que se pretenden ahorrar con su puesta funcionamiento. “Seguimos haciendo mal el proceso de extracción de esos materiales y, por otro lado, no debemos olvidar que la economía circular de reciclaje nos puede ayudar”.

Como consideraciones finales, Regueiro aseguró que “el triálogo energía-biosfera-materiales es imprescindible” y no se puede aplazar hasta el año 2050. “Cambiar el modelo de producción y de consumo es inaplazable”. Sigue siendo un modelo asimétrico, no inclusivo y que está dominado por los fondos de inversión, pero no hay aceptación social. “No dupliquemos este modelo en la eólica marina porque no ha funcionado en las anteriores”, demandó Regueiro en su apuesta por poder contar con instrumentos conceptuales que nos permitan obtener información sobre los materiales disponibles porque es esencial contabilizar y gestionar el capital mineral del planeta.

En este sentido, el Derecho Internacional tendría algo que decir sobre el impacto global de la degradación causada por el modelo energético. También hace falta una transición política, económica y cultural “porque si no perdemos todos, hasta los que creen que ganan”. La Unión Europea sigue dependiendo mucho del petróleo, tiene una gran debilidad energética, las renovables siguen siendo complementarias, no hay un modelo inclusivo y hay que prevenir la pobreza energética. En definitiva, “hay que aprender de las lecciones recientes”.

Díptico completo: Díptico del taller

Más información: Nota de prensa

Grabación de la conferencia: Grabación

Miriam García: «En lugar de protegernos y rediseñar la orilla, hay que reinventarla»

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La arquitecta y paisajista Miriam García intervino el día 6 de junio en la sala José Saramago para contar una historia que anime a imaginar “escenarios más resilientes ante el cambio climático”. Durante su intervención hizo un recorrido por el camino que hay entre el deseo de la orilla y la reinvención de la costa, los dos términos del título de su conferencia.

“Las costas son el resultado de una invención” que comienza a mediados del siglo XVIII, cuando la burguesía busca escenarios de deleite y, posteriormente, se hace extensible poco a poco a la clase trabajadora. “El derecho a las vacaciones pagadas transforma la costa en el deseo de la orilla”, pero también transforma físicamente la costa. En España, el turismo se convierte en el gran “invento” en el momento de transición hacia la democracia.

Esa transformación no solo produce efectos físicos sino que también provoca otros grandes cambios. Se origina un “tsunami demográfico” con el traslado masivo de la población a la costa “donde había dinero y trabajo”. También un “tsunami especulativo” que transforma la orilla construyendo a lo largo de toda la costa y, por tanto, un “tsunami físico” ya que entre 1997 y 2006 se construyen 5,5 millones de viviendas. Hay que sumar un “tsunami biogeofísico” porque se altera el ciclo metabólico del suelo y del agua y, por ende, “lo que comemos y lo que bebemos”. Todo está al servicio del lema “todo bajo el sol”.

La Ley de Costas de 1988 supone un pequeño esfuerzo por frenar estos tsunamis pero se dibuja con la idea de que todas las costas son iguales. “La costa se pensó como una línea y no como un sistema”, señaló García. Y entonces “llega otro tsunami, que es el del cambio climático y sus efectos cada vez mayores”.

Así que desde el deseo de la orilla llegamos a la reinvención de la costa, a un momento en el que hay que poner la atención en entender el paisaje como una infraestructura de vida y como un espacio público en el que la gente se comunique. “Hemos alterado todo y las costas son más vulnerables”. De hecho, los tramos de costa más vulnerables son los que más disfrutamos: las playas. El reto reside en cómo rediseñar la costa para hacerla menos vulnerable y adaptarnos a los efectos del cambio climático, como inundaciones, erosión o la intrusión salina, unas consecuencias que las sufren todas las costas del mundo, con mayor o menor intensidad.

Durante la investigación para su tesis doctoral, Miriam García generó una taxonomía de medidas de adaptación basadas en entender la naturaleza. En el transcurso de su conferencia, expuso algunos ejemplos de este tipo de intervenciones, como la creación de islas intermareales en el Delta del Misisipi, el llamado “motor de arena” en La Haya o los sistemas de drenaje en Nueva Orleans. En su tesis están recogidas todas las posibles metamorfosis de la costa.

La arquitecta mostró tres de sus últimos trabajos. El primero es el Plan de Adaptación de la Costa de del Área Metropolitana de Lima, junto a WWF y el Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria. Localizaron las zonas que acumulaban más riesgos para los ecosistemas y la población y propusieron medidas para que fueran consideradas por los agentes implicados. “No todas las costas tienen la misma vulnerabilidad ni son susceptibles de que se restablezca la resiliencia con las mismas medidas, señaló, hay que conocer los procesos de la naturaleza para decidir cuáles podrían implementarse de manera más efectiva”.

Hay varias opciones diferentes de actuación en la costa. Una es no hacer nada, “que es lo que estamos haciendo” puntualizó. Otra es retroceder para que se regenere y, también se puede avanzar, con o sin infraestructuras, acomodarse o protegerse. Existen distintas medidas y estrategias, pero hay que hacer un análisis científico y hacer “aterrizar a la ciencia” para favorecer la toma de decisiones de la población. “Hace falta mucha inversión y hay que intentar multiplicar sus efectos, procurando mejorar la vida de humanos y no humanos y convirtiendo las obras de ingeniería en lugares, en paisajes, en escenarios para la vida”.

En Barcelona, todas las playas están en regresión. En el año 2100 habrán retrocedido 40 metros, no habrá playas “a no ser que se las alimente con arena, aunque no tenemos tanta”. Una de las ideas es hacerlas más resilientes y transformar los espacios de mediación en la costa, con bordes en terraza, parques o arbolado. Uno de esos proyectos ya está en licitación. También trabaja en un anteproyecto en la playa de la Pineda, en Tarragona, que igualmente está en regresión y tiene como horizonte y amenaza el puerto. Ahí está proponiendo la creación de lagunas.

Finalizó señalando que el planeta y el mar, aunque detuviéramos hoy las emisiones a la atmósfera, se van a seguir calentando, y los temporales se van a intensificar en magnitud y en frecuencia. De manera que, se debería trabajar en medidas basadas en la naturaleza, en entender sus procesos, y en procurar “que la naturaleza trabaje para nosotros, humanizando los espacios de costa”. “En lugar de protegernos y rediseñar la orilla hay que reinventarla”, aseguró.

Por último, señaló durante el turno de preguntas del público, que las administraciones, en España, son poco receptivas a esta visión y a estos proyectos, entre otras cosas porque “hay una atomización competencial que lleva a la miopía”, y solicitó que “en los concursos públicos, por lo menos, no se siguieran sacando licitaciones que están abocadas al fracaso. Y no emplear el dinero para volver a poner la playa en el mismo sitio”.

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United Unknown: «Estamos a punto de no distinguir entre un vídeo real y otro artificial»

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United Unknown es un colectivo que comenzó haciendo humor y sátira política en el año 2010 con fotomontajes “cortando caras en Photoshop”. “Era muy sencillo”, dijo Sebastián Puiggrós, que impartió, el día 23 de mayo, en la sala José Saramago el taller Creación de imágenes y vídeos con inteligencia artificial. Tenían necesidad de “canalizar la rabia interior de esa época después de la crisis” y hacían memes con políticos.

En la primera parte del taller, Puiggrós explicó la trayectoria del colectivo. Ya en 2012 comenzaron a colaborar con la revista Mongolia con sus primeros trabajos profesionales. En 2015 llegaron los primeros vídeos, “recortando cabezas de forma tediosa, fotograma a fotograma”. Después vino la televisión, en los programas Leit Motiv, Locomundo o El día después, entre otros.

En 2018 empezaron a hacer deepfakes, aunque tuvieron que dedicar un año a aprender un programa “muy complejo hecho por un ruso”. Eso les permitió que les encargaran spots generados ya con Inteligencia Artificial (IA) a partir de instrucciones de texto. Los de Amnistía Internacional, Greenpeace o la Fundació Arrels tuvieron gran impacto. “Nos dimos cuenta de que podíamos pensar cualquier cosa y crearla en imágenes”. “Todo lo que imagines, la inteligencia artificial lo puede convertir en realidad, para bien y para mal”, añadió.

El taller había comenzado exponiendo tres imágenes: una supuesta foto de Van Gogh, un supuesto autorretrato y un cuadro parecido a Los Girasoles. Las tres generadas por IA. “La Inteligencia Artificial -explicó-, hace lo mismo que hacemos nosotros, analiza patrones a través de datos y los reproduce, hace predicciones. Combina referencias. Sin la IA, crear esas imágenes sería una misión imposible”. “Antes no lo habíamos podido ni soñar”.

Finalizó la primera parte del taller, tras repasar toda su trayectoria, explicando de forma resumida cómo funcionaba ese proceso de generación de deepfakes. Los procesos de cálculo tardan varios días porque para un vídeo se necesitan entre 5.000 y 10.000 imágenes. El programa extrae las caras y las analiza. Tiene una vía que reconoce las auténticas y otra que genera datos falsos. La IA va aprendiendo del error hasta que es capaz de generar una imagen falsa que parece auténtica.

En la segunda parte del taller explicó los detalles, los pros y los contras, de los tres principales generadores de imágenes: Dall-e, de Open AI; Midjourney y Stable Diffusion. Dall-e está dentro de Chat GPT y es el único en el que se puede escribir en español. Midjourney ofrece un modelo cerrado en el que hay poco control de la imagen y Stable Diffusion tiene un modelo abierto, sin restricciones. No tiene límites.

También explicó cuatro elementos o conceptos básicos en la generación de imágenes, que son comunes a todos los programas. Un prompt es la estructura de la instrucción que se le da al programa. Seed, la semilla, es un identificador de una imagen concreta, como si fuera la matrícula de un coche. Inpainting significa pintar dentro de la imagen y Outpainting, fuera de ella, en su entorno.

Stable Diffusion es “la gran revolución”. Dentro de él se puede trabajar con diferentes programas, como Freepik, que es español, Lexica, o Ideogram, que incluye textos en las imágenes. Photoshop, uno de los programas de imagen más populares, ya ha incorporado la inteligencia artificial a sus herramientas, “aunque ha sido reticente porque la mayoría de sus clientes son ilustradores y fotógrafos y tienen problemas con los derechos de autor”. Runway “es un programa de generación de vídeos, creado por cuatro chavales, que en solo cuatro años ya ha superado a Photoshop”. Repasó los principales programas generadores de vídeo, como el propio Runway, Krea, Pika Labs y Kyber.

Finalmente, en la tercera parte del taller, habló sobre ética y valores. La Inteligencia Artificial analiza los datos y tiene los mismos sesgos que la sociedad: racismo, sexismo, edadismo o un determinado canon de belleza. “Lo que hace es amplificar y multiplicar nuestros sesgos, así que el problema es nuestro, no de la Inteligencia Artificial”, afirmó. Puiggrós apostó por cambiar antes la sociedad para permitir una IA más diversa o inclusiva. “Es como un espejo en el que mirarnos y que nos ayude a cambiar”. La IA utiliza millones de imágenes y audios, para sus predicciones, así que existe un malestar por parte de actores, dobladores, ilustradores o fotógrafos porque se usa su trabajo para generar todas esas imágenes. Puiggrós expresó que entiende todas esas reivindicaciones y que esos artistas deberían recibir una remuneración. En cualquier caso, ya existe la posibilidad de que un artista se apunte a una lista en la que se excluye a su obra, del generador de imágenes.

Afirmó que es difícil predecir el futuro de la inteligencia artificial, no ya a largo plazo, sino también a corto plazo, porque los avances son muy rápidos. Como ejemplo, expuso una demo de generación de vídeos de Sora, de OpenAI, que aún no está al alcance del público y que con un sencillo prompt crea un vídeo muy realista. “Estamos a punto de no distinguir entre un vídeo real y otro artificial”, declaró. Apuntó, así mismo, que el futuro camina hacia la inteligencia multimedia a tiempo real y a que la IA pueda realizar “aquellas ideas que tenemos sin grandes medios” pero también señaló que “siempre, detrás de todo esto, es necesaria una mente que piense.”

Más información: Nota de prensa

Díptico completo: Díptico del taller

Remedios Zafra: «La tecnología no ha conseguido el objetivo de darnos más tiempo para nosotros»

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“Para una toma de conciencia planetaria necesitas escuchar a gente que vea con claridad lo que pasa”. Por eso dice Remedos Zafra, escritora y ensayista, que César Manrique forma parte de su vida en estos últimos años, gracias a las enseñanzas de amigos más jóvenes.

Hace años que Zafra reflexiona sobre el tiempo, el trabajo creativo o la deshumanización tecnológica. Lo ha hecho en su último libro, ‘El informe. Trabajo intelectual y tristeza burocrática’ (Anagrama) y lo hizo en la conferencia ‘Razones para una escritura rebelde’, que impartió en la sala José Saramago el 9 de mayo, dentro del Foro de reflexión ‘Fronteras y direcciones del progreso’.

En ese libro habla de la transformación de los trabajos creativos o intelectuales dentro de este “mundo acelerado que habitamos” dominado ya por el tecnocapitalismo en el que hasta el tiempo de descanso debe ser organizado por tareas, en el que el tiempo “limpio” se convierte en tiempo “enlatado”. Se preguntó al inicio si no deberíamos repensar lo que llamamos vida para no irnos con la sensación de que “casi toda nuestra vida trabajamos y ya está”, que el tiempo se va.  

Como “metáfora de la vida contemporánea” expuso una obra de la artista Marta Azparren que refleja una rutina, una imagen que materializa la cadencia del bucle porque representa los movimientos de los trabajadores de una fábrica, que son casi los mismos movimientos. “Desde que nuestros trabajos están mediados por máquinas, se favorecen ciertas inercias”, señaló, “pero lo que no se ha logrado es un mundo más igualitario”. La tecnología, la mediación por pantallas, en realidad no ha conseguido el objetivo de “darnos más tiempo para nosotros”.

Zafra recordó a Simone Weil, que defendía que una organización social es buena si avanza hacia la igualdad y mala si lo hace hacia la desigualdad, pero es odiosa si favorece los comportamientos estancos. También recordó a César Manrique por la importancia que tiene “enseñar a ver”, encontrar en un rayo, un extrañamiento que nos perturba, una revelación que permite romper el bucle. “Si los libros que leemos no nos perturban, para qué los leemos”, decía Kafka. Y sin embargo los trabajos creativos se están transformando hacia la rutina.  

Esa perturbación o esa escritura rebelde nos permite decir sí y no a la vez. No a la deshumanización tecnológica, al esfuerzo por crear apariencia, al desafecto por tareas que no tienen que ver con su propósito como investigar, enseñar o crear. Y sí al tiempo propio, a los cuidados o al planeta.

Hay al menos tres razones para esa escritura rebelde. La primera es que la cultura está en lo que es difícil de narrar, lo inefable. Propone hablar de la práctica creativa desde la libertad y la motivación, no olvidar cuál es el objetivo por el que hacemos las cosas, recordar el amor por hacer las cosas con valor, su verdadero sentido. A diferencia del trabajo creativo, con muchos otros trabajos solo se logra el placer con el resoplido final. Zafra ha recogido testimonios de creadores porque es importante narrar cómo hacen lo que hacen y no solo el resultado. Esos testimonios revelan prácticas como pagar con visibilidad de su obra, la presión de agradar o la competición constante.

La segunda es que la transformación tecnológica está motivada por fuerzas monetarias. El mundo cada vez más mediado por pantallas “nos hace olvidar los cambios sobre los que se asienta la transformación digital”, que provoca la conversión del sujeto en un producto, que impulsa la precariedad de la apariencia frente al sentido, que no favorece la profundización y en el que hemos aceptado que lo más visto es lo más valioso. “Si no hay tiempo para pensar no se puede profundizar ni generar pensamiento crítico”.

En ese mundo se ha producido un giro antropológico en el que lo privado ya se ha convertido en público y estamos bajo escrutinio permanente. La profesión se eclipsa por la búsqueda de audiencia, el artista se convierte en una marca, se paga con visibilidad, se fusiona el tiempo de vida y de trabajo, se falsea la promesa de mayor disponibilidad de tiempo y las tareas más mecánicas no las hacen las máquinas, sino los trabajadores más precarios. Se ha pasado de una generación educada en la penalización del descanso a llenar los tiempos limpios con actividades bajo paquetes turísticos. En lugar de terror el vacío, hay terror al vago, al que intenta no hacer nada.

La tercera es la crisis ecosocial planetaria. Si la vida se convierte en un concurso, los compañeros son rivales. Zafra expone el vínculo necesario entre cultura y comunidad frente a esta crisis: la cultura como costura comunitaria. Cambiar esa sumisión “implica vernos entre nosotros”. La sororidad y los cuidados aparecen como ejemplos para ese reto, dadas las similitudes entre el patriarcado y el tecnocapitalismo. Ambos hacen a los sujetos responsables de su subordinación, autoexplotación, rivalidad o aislamiento. En lugar del capital afectivo como pago aparece el capital simbólico. “No se trata de resignarnos a tener un rato de descanso y volver a lo mismo, sino de renegociar los tiempos y que el planeta no sea un lugar de producción sino de cuidados”. Salvar un concepto de la vida. “Se trata de mirar al futuro”, tener conciencia crítica y construir una alternativa limpia, basada en la calidad de la vida porque, aludió a las palabras de César Manrique “el futuro nunca está conseguido”.

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Fernández Polanco: «Crecer indefinidamente ya es retroceder indefinidamente»

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A grandes pasos, “calzando las botas de siete leguas”, la catedrática de Historia del Arte, Aurora Fernández Polanco, recorrió con su conferencia “La naturaleza como no-paisaje: acciones, estudios y labores desde el arte contemporáneo” el camino de la separación entre la cultura y la naturaleza desde el siglo XVIII. Fue un camino convertido en comedia del arte en tres actos: el primero, para contar el nacimiento de esa distancia, el segundo con las escenas que se apropian del territorio como lugar y el tercer acto, “aterrizados ya en la tierra”, en el que expuso las prácticas actuales desde la conciencia de la colaboración necesaria entre todas las disciplinas.

El camino comenzó por pensadores como Rousseau y su obsesión por la totalidad, que ya enmarca la naturaleza como paisaje, o Goethe que se mudó a una casa en el campo, o Kant que “si hubiera tomado tierra, otro gallo nos hubiera cantado”, señaló Fernández Polanco. Son autores influidos por lo que Almudena Hernando denomina la fantasía de la individualidad, “como si no dependiéramos unos de otros”. Es un momento de sublimación en el que domina la estética de “lo pintoresco que alegra el ojo”, pero no es una mirada inocente porque existe relación entre el paisaje y la ideología, y entre el paisaje y el poder. La conferenciante puso diversos ejemplos de cómo se separa el paisaje de la naturaleza. Esos paisajes, por otra parte, se encargan de hacer invisibles los procesos de industrialización que no aparecen en los cuadros de la época. “El impresionismo cumple esa función de enmascarar la industria”. Dicho de manera más gráfica: convierte el humo en nubes.

El segundo acto: el “chispazo del como no”, haciendo alusión al título de la conferencia. Fernández Polanco puso ejemplos del siglo XX de destrucción y construcción del territorio, miradas de artistas que ponen su atención en lo que ocurría en la periferia y el exceso de construcción. Ya se considera el territorio como espacio vivido. Se trata de “ir más allá de las apariencias y aproximarse a las experiencias”, alejarse de la naturaleza como paisaje.

Y después de la naturaleza enmarcada y el territorio vivido, llega el tercer acto, el de “tomar tierra” o sentir la piedra del territorio en el zapato. Este último acto es una búsqueda de soluciones a la crisis ecosocial a través de un cruce entre los saberes populares y académicos y entre diferentes disciplinas. “La naturaleza no es exterior ni inerte” y en este acto se cuestionan las dicotomías anteriores.

Fernández Polanco destacó el trabajo de Jaime Vindel, doctor en Historia del Arte, cuya obra pone el dedo en la llaga sobre cuáles son los imaginarios “que nos han llevado a la estética de lo fósil” con el objetivo de salir de ese marco. La autora puso algunos ejemplos de trabajos de estudiantes de Bellas Artes que ya toman ese camino, con mecanismos de apropiación de espacios y “ganas de humanizar las ciudades”, como la propuesta de ‘A tomar la fresca, que es verano’, talleres de fabricación de bancos o el trabajo de la Fundación Antonino y Cinia en el pueblo leonés de Cerezales del Condado. Este tipo de proyectos toman el paisaje como un medio, no como un fin. En esa misma línea está la iniciativa titulada “El aula de las maravillas”, de Bárbara Fluxá, aparentemente un aula paleobotánica sobre las minas de Fabero que desafía la lógica dualista y en la que se cruzan la modernidad y la naturaleza, que acabó convertida en unas jornadas de diálogo. También expuso el proyecto de agrociudad de Amelie Aranguren sobre Roma y la videocreación Barruntaremos de Asunción Molinos Gordo, que habla de las Cabañuelas como método tradicional de predicción meteorológica.

Los tres actos, en definitiva, se funden en una sola preocupación: conocer y amar la pequeña parte del mundo que pisamos. Fernández Polanco terminó su intervención señalando que tanto los academicistas como aquellos que representan el saber popular, “están en el mismo saco” y estarían de acuerdo tanto en el Manifiesto por la sostenibilidad de Lanzarote de la Fundación César Manrique como en que “crecer indefinidamente ya es retroceder indefinidamente”.

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Gregorio Cabrera: «Personas como Antonio Corujo demuestran que hay un hilo conductor entre el ayer y el presente que jamás debemos perder de vista»

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La Fundación César Manrique (FCM) acogió el viernes 24 de noviembre la presentación del libro Antonio Corujo. Siglos de arena y sal, escrito por Gregorio Cabrera y editado por el Departamento de Publicaciones de la FCM dentro de su colección «Islas de Memoria». El acto tuvo lugar en la sala José Saramago (La Plazuela, Arrecife) y fue retransmitido en directo a través de la web y el canal de Youtube de la institución.

El periodista Saúl García abrió el acto justificando su presencia por su amistad con Gregorio Cabrera y por ser el prologuista del libro que se presentaba. Comentó que autor y protagonista son dos personas auténticas, genuinas, que reciben la misma frecuencia, que tiene que ver con la tradición oral y el patrimonio inmaterial de la isla, y con la idiosincrasia lanzaroteña.

Señaló que Corujo es una artista innato y que, tras la lectura del libro, comprendió la importancia de Antonio Corujo como depositario de una tradición pero que además, añade el valor de hacerla suya y de transformarla, que es lo que hacen los grandes. Asimismo, señaló que se trata de un libro muy bien escrito, con el lenguaje adecuado, el tempo, la composición o el tono, y pidió que se culmine el trámite para su nombramiento como hijo predilecto de Lanzarote.

Saúl García y Gregorio Cabrera

Gregorio Cabrera comenzó señalando que hay acontecimientos que permanecen para siempre en la memoria. «Yo fui uno de aquellos niños y niñas del colegio Salinas de Arrecife a quienes avisaron un día antes de que vendría un señor a actuar en clase. Nos dijeron algo de unas coplas de El Salinero, aunque nuestra imaginación infantil pasó a otra cosa rápidamente», afirmó.

Aquel hombre, claro, era Antonio Corujo, con su cachorro, su timple y sus lapas. «Y el eco de ese timple, de esas lapas y de esas coplas resonó para siempre en nuestro interior», aseguró. «Nos entregó su arte, su verdad, su conocimiento, y es lo que ha hecho toda su vida. Por eso nadie que haya escuchado a Antonio puede olvidarlo».

Enlazó este hecho el autor del libro con la impresión que debieron llevarse los hombres que estaban en la barbería y cantina de su padre, en San Bartolomé, «aquel día que el pequeño Antonillo se arrancó a cantar y los dejó a todos con la boca abierta antes de volver a ‘ver, oír y callar’, que era la orden que le imponía su padre mientras servía vasitos de vino de La Florida o cogía la brocha para echar espuma en los rostros de quienes iban a ser afeitados».

«Antonio, en definitiva, es un artista porque deja huella. Y también porque es incapaz de interpretar algo que no sienta como propio y porque quiebra los límites del tiempo». Cabrera narró el proceso de entrevistas con Corujo para afrontar la escritura de este libro, que supone el séptimo número de la colección «Islas de Memoria». Comenzaron dialogando en su peluquería, pero las entrevistas se veían interrumpidas por los clientes, y después en restaurantes, donde Antonio solía terminar enhebrando una copla, una seguidilla o un poema tras otro, «así que era normal que acabara llamando la atención de todo el mundo, lo cual no era lo mejor para la entrevista, pero sí suponía la mejor demostración de que donde está Antonio está el escenario», tal y como reconocen sobre él desde el escritor Antonio Hormiga hasta el timplista Domingo Rodríguez, El Colorao.

«La verdad es que si no existiera un Antonio, habría que escribirlo. Por fortuna, existe, y solo ha sido necesario escribir su biografía», dijo el autor, que considera que «hablar con Antonio y contar su historia es como entrar en un túnel del tiempo», en un recorrido desde el barrio de El Jable en San Bartolomé hasta la actualidad pasando por las salinas de Janubio. «Antonio es, a su manera, una duna en la que confluyen siglos de arena y es depositario del legado de su familia».

Cabrera explicó que las coplas de Víctor Fernández Gopar El Salinero «son coplas que denunciaron las desigualdades sociales de la época, así que no es raro que encontraran el mejor eco posible en Antonio Corujo, que, como ya sabemos, no le presta su voz a nada que no encierre un significado».

Antonio Corujo siempre ha vivido en el presente, aunque lo haga desde la defensa de la tradición. Prueba de ello es que algunos de los proyectos musicales más innovadores que han tenido lugar en las últimas décadas en Canarias han contado con su colaboración. «Personas como Antonio nos demuestran que existe un hilo conductor entre el ayer y el presente que jamás debemos perder de vista. Y no como un ejercicio de nostalgia, sino porque tirar de este hilo invisible nos hará ver el presente y el futuro de una manera más clara y diferenciar entre lo que es un legado y lo que es simplemente un lastre», agregó Cabrera.

El autor finalizó su intervención hablando del proceso de escritura del libro. En este sentido explicó como su intención «ha sido transmitir parte de ese conocimiento y de esa particular manera de estar en el mundo de Antonio». Reveló que el libro surgió en la mesa de la cocina de su casa de La Isleta «donde se cocinó literalmente este texto, porque es la mesa más grande que tenemos y la única donde podíamos desplegar los cientos de folios con apuntes y recortes de prensa de cada capítulo».

Señaló que acabó saliendo airoso de ese proceso de escritura «gracias a la gran verdad que habita en Antonio Corujo». «Su autenticidad me salvó de todas las tormentas», afirmó para posteriormente cerrar el acto citando unas palabras de Antonio Corujo que ya forman parte de la banda sonora de Lanzarote: «Estamos, que no es poco, y nos seguimos mirando». Como colofón, el protagonista del libro recitó ante el público el poema Lanzarote, de Vicente C. Hernández. A continuación, y durante más de una hora, el autor y el protagonista procedieron a la firma de los ejemplares del libro.

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Íñigo Losada: «La erosión y la inundación son los dos problemas principales para la costa canaria»

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La Fundación César Manrique (FCM) acogió este jueves 26 de octubre, en la sala José Saramago, la conferencia Riesgos y adaptación al cambio climático en la costa canaria, pronunciada por el ingeniero hidráulico Íñigo Losada, uno de los expertos más relevantes a nivel internacional en costas, cambio climático y energía offshore.

El experto explicó que el riesgo en la costa viene determinado por tres factores: la exposición, la vulnerabilidad y la peligrosidad. Para intentar reducirlo existen dos posibles acciones: la mitigación y la adaptación. Además, es importante “tener una visión sistémica de la costa” ya que esta “no entiende de competencias ni de límites municipales”.

El nivel del mar subirá más cuantas más emisiones de CO2 se emitan a la atmósfera, ya que el océano las absorbe. El nivel del mar aumentará pero no de igual forma en todas partes. De momento, en Canarias, la subida media es de cuatro milímetros al año, lo que supone que en algunos tramos acabará subiendo el doble. La cota de inundación no es igual en todos lados y por eso es importante tener la información a escala local, matizó Losada.

En un escenario en el que apenas se reduzcan las emisiones, en el año 2100 el nivel del mar podría llegar a aumentar más de un metro en algunas zonas, con una subida media de 20 milímetros por año. “En ese caso no seríamos capaces de adaptar la costa”, sentenció. La mayor preocupación para los expertos está en los fenómenos extremos, que cada vez van a ser más frecuentes.

La erosión y la inundación son los dos problemas principales para la costa canaria. Aunque el nivel medio aumente poco, va a tener influencia en la inundación. En cuanto a la erosión, “si la playa retrocede, ya no se recupera. Por cada centímetro de aumento del nivel del mar, la playa retrocederá un metro”. La pérdida de las playas es uno de los mayores riegos para las costas canarias “si no hacemos nada”. “Y no solo sería negativo desde el punto de vista económico/turístico, sino porque si no hay playa, las olas no rompen, y, si no rompen, hay más probabilidad de inundaciones”, destacó el experto.

La adaptación de la costa, por su parte, no tiene una visión global, sino que se trata de algo muy local. El Gobierno de Canarias encargó un amplio estudio que permite conocer los indicadores del riesgo de inundación y erosión costera frente al cambio climático en Canarias. En ese estudio, realizado por Grafcan con el apoyo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y en el que también participó el Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria del que Losada es cofundador, se calculan varios escenarios futuros posibles.

El estudio, que presenta los mapas de potenciales inundaciones y se puede consultar en la web pimacostas.grafcan.es, evalúa el riesgo y da a conocer la peligrosidad a escala local. Se calcula el riesgo sobre cinco elementos: la población, el tejido productivo, el patrimonio, las infraestructuras y los ecosistemas.

Con el horizonte más crítico para 2100, con un aumento de 4ºC en la temperatura del mar, en Lanzarote se producirían retrocesos de las playas de entre 25 y 40 metros. En el informe se añade un índice con todas las posibles actuaciones de adaptación a realizar en las costas canarias, desde grandes infraestructuras a pequeñas intervenciones en función de los riesgos y de los diferentes escenarios y espacios temporales. En Lanzarote, si no se actúa, el mayor riesgo se encuentra en las zonas urbanas.

En cuanto a las adaptaciones de los lugares costeros, el profesor apuntó que en España “todo el mundo tiene competencias en las costas”, todas las administraciones, y por tanto las políticas respecto a la costa están muy fragmentadas. “La costa es transversal y hace falta una coordinación importante”, aseguró apelando a una nueva gobernanza. Para adaptar la costa se pueden llevar a cabo acciones de retirada planificada, acomodación, protección o incluso de avance.

La línea del deslinde marítimo terrestre, en cualquier caso, va a seguir avanzando hacia el interior. “Va a ser difícil mantener la costa como ahora. Tendremos que aprender a vivir con más riesgo”, o adaptarnos según Losada, que puso como ejemplo a Reino Unido, en donde se barajan escenarios en los que el Támesis suba hasta cuatro metros.

Finalizó exponiendo el caso de Garachico que “ha servido como laboratorio” tras haber sufrido varias inundaciones recientes, algunas de ellas muy extremas. En Garachico no se puede retroceder, por el terreno escarpado, y tampoco es viable levantar un muro, que taparía la visión del mar. En ese pueblo, las pérdidas económicas por las inundaciones ya son de 800.000 euros, mientras que en la Macaronesia se calculan en unos 250 millones. Según Losada, que explicó las medidas que se han aplicado en Garachico, “es necesario actuar”.

Como conclusiones, la costa canaria sí que está amenazada por el cambio climático. No obstante, el Archipiélago ya ha dado un paso importante, que es haber realizado esa primera evaluación del riesgo. Es fundamental la colaboración entre administraciones, y de estas con el sector privado, y también es básica la monitorización de la evaluación del riesgo porque permitirá reducir costes, así como la mitigación y la adaptación, que harán que la costa sea más o menos resiliente a los efectos del clima.

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José Díaz Bethencourt: «El discurso sobre el paisaje en Canarias no ha cambiado mucho»

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José Díaz Bethencourt presentó en la sala José Saramago el último título de la colección Torcusa, que edita la Fundación César Manrique: Paisaje en celuloide. Canarias como decorado cinematográfico. El libro, explicó el autor, tiene su origen más remoto en su interés por el cine y en una beca del Gobierno canario. Con esa beca, realizó una tesina y, aunque tuvo una oferta para su publicación, la pospuso porque la Filmoteca canaria justo había publicado en aquel momento un trabajo similar.

Díaz fue la primera persona que comenzó a interesarse por recopilar los rodajes realizados en las Islas. Esta publicación recoge rodajes del siglo XX, centrándose en los largometrajes, aunque también incluye algún corto, sin incorporar los rodajes de series de los últimos años. En este sentido, el autor señaló que no se trata de un recorrido «detallado», sino de destacar lo más significativo, analizando su impacto en la población y cómo se reflejaron en la prensa.

Tanto el libro como la presentación del mismo que hizo su autor, siguieron un orden cronológico. En primer lugar, Díaz habló sobre los motivos que llevan a las productoras a elegir Canarias para sus rodajes cinematográficos y, «aunque sea un tópico», puntualizó, es por la gran diversidad paisajística y su climatología. «El discurso sobre el paisaje no ha cambiado mucho» en los últimos 120 años, aseguró. La labor actual de la Film Commission orientando a las productoras sobre los paisajes más convenientes para rodar según sus necesidades, ya se reflejaba en la prensa de hace cien años.

La primera producción en Canarias con capital isleño fue El ladrón de los guantes blancos (1926) y ya entonces se relacionó el paisaje y el cine como un reclamo turístico. La película se rudó en Tenerife y tuvo su contestación, dos años después, en Gran Canaria, con la realización de otra película de «peor calidad», pero de «interés etnográfico», titulada  La hija del mestre (1928), rodada en el barrio de San Cristóbal.

Después, el director alemán Douglas Sirk rodó La Habanera (1937), ambientada en el Caribe. Ese rodaje de la UFA, el estudio cinematográfico más importante de Alemania, despertó el interés en la islas por la posibilidad de rodar. Así, comenzó a rodarse cine folclórico como Tierra canaria (1941) de Rafael Gil, Alma canaria (1947), de un «tipismo empalagoso», y varios cortos del No-Do.

Llega la «época dorada» de los años cincuenta con películas españolas y extranjeras como Tirma (1954), Mara (1958), El reflejo del alma (1958) y Moby Dick (1956). Estas supusieron, según Díaz, «un acontecimiento», principalmente, el último largometraje citado, por la llegada de Gregory Peck. Es a partir de este momento cuando se empieza a pensar en la conveniencia de que lleguen más películas e incluso en que Canarias sea un lugar de producción y no solo de rodaje. Es tal el entusiasmo que se suscita, que la prensa habló incluso de la visita al Archipiélago de estrellas de Hollywood que en realidad nunca llegaron, como Marlon Brando o Spencer Tracy.

En los años sesenta se ruedan películas como Más bonita que ninguna (1965), de Rocío Dúrcal, y alguna del Dúo Dinámico y en los setenta se hace incluso cine S o porno, películas del Oeste o de James Bond. Díaz destaca entre ellas las de Jess Franco que rodó Ópalo de fuego (1978), sobre la que la prensa dijo que «destroza visualmente» Canarias ya que su ambientación era oscura.

En los años ochenta aparece el proyecto Cinematógrafo Yaiza Borges, en Santa Cruz de Tenerife, un colectivo que exhibía películas que normalmente no se veían en las salas comerciales. Esta asociación fundada por miembros de la Asamblea de Cineastas Independientes Canarias (ACIC) intentó producir la película Mararía, pero finalmente no fue posible y la acabó rodando Antonio Betancor.

Otras artes

Según Díaz Bethencourt, el primer interés por el paisaje de Canarias no vino del cine ni del arte sino de la literatura, con Guillén Peraza o Antonio de Viana. Después, «la Arcadia canaria se va reflejando en la pintura y todas las artes van recogiendo esa idea» de las islas afortunadas, hasta que Pedro García Cabrera muestra también la visión de la desnudez del paisaje de Tenerife y no solo de su exuberancia. Los surrealistas y la exposición en la que participó André Breton en Tenerife influyen también en la mitificación del paisaje isleño.

La segunda parte del libro se centra en cuatro películas rodadas en Lanzarote y un proyecto que no vio la luz. Dos de ellas son del alemán Werner Herzog, Todos los enanos empezaron pequeños (1970), rodada en un caserón en Tegoyo, «que transgrede todo y vuelve los paisajes del revés» y Fata Morgana (1969), «una cosa de locos». Las otras dos son la superproducción Hace un millón de años (1966), con Raquel Welch, y Road to salina (1969), que incluye escenas de desnudos y una historia de incesto que pasó la censura. El proyecto que no se llegó a hacer por su alto coste de rodaje fue la adaptación de la novela de Ignacio Aldecoa, Parte de una historia, que debía rodar Juan Antonio Bardem en La Graciosa y de la que llegó a escribir el guion.

El libro, finalmente, incluye bibliografía y un apartado con la filmografía citada. El autor terminó la presentación con un pequeño homenaje a César Manrique mostrando una escena de la película Mr. Arcadine, de Orson Welles, en la que aparece en el camarote de un barco un cuadro del artista lanzaroteño.

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Soledad Gallego-Díaz: «Es la primera vez que existen medios creados e ideados exclusivamente para la manipulación»

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La situación actual del panorama mediático es “muy complicada” a juicio de Soledad Gallego-Díaz, ex directora de El País y protagonista de la conversación titulada “El periodismo de hoy en la mesa de disección” junto con los periodistas Techy Acosta y Saúl García. “No vemos la solución a este embrollo”, matizó Gallego-Díaz para luego destacar, como lo más importante y fundamental, la recuperación de poder por parte de los periodistas dentro de las redacciones “para conseguir que se respeten los principios básicos del periodismo”.

Explicó que, tras la crisis y la desaparición del anterior modelo de negocio, se va consiguiendo un nuevo modelo gracias a la suscripción, “pero no es suficiente”, ya que, sobre todo los medios más pequeños, necesitan publicidad o que el Estado los considere como un bien social y los subvencione porque permiten crear espacios donde se pueda debatir en común, “que es una de las cosas que ha desaparecido”. 

Así mismo, la ex directora de El País señaló la importancia de diferenciar la opinión de la información y reconocer los hechos: “No es bueno que no compartamos los hechos, tenemos que hablar sobre el mismo hecho y hay medios de comunicación que los niegan sistemáticamente”. “Usted puede ser de izquierdas o de derechas y tener una línea editorial, pero no mezcle información y opinión”. A este respecto, Gallego-Díaz dijo que es la primera vez que existen medios creados e ideados exclusivamente para la manipulación y que sería importante que fuéramos capaces de expulsar de la profesión periodística a este tipo de medios “que crean una confusión enorme” y pretenden “romper la sociedad” a través de la manipulación.

¿Cómo hacer para que el ciudadano vuelva a acercarse a los medios? “También es difícil”. Una de las premisas sería que el periodismo mantenga su propia agenda y no se deje arrastrar por otros debates. En este sentido, la veterana periodista indicó que no es nuevo que alguien busque el medio que más se ajusta a sus creencias pero, insistió, en que lo novedad está en que existan medios que no respeten los hechos.

“Somos los profesionales los que vemos los problemas y decidimos lo que hay que contar”, señaló, frente al algoritmo que “no es neutral” y pretende que la gente solo reciba la información que le interesa. “¿Cómo cuentas entonces que hay una hambruna, si eso no está entre las prioridades de nadie?”, ejemplificó para explicar a continuación que los periodistas deben “intentar convencer a la gente de que este tipo de cosas afectan a su vida, aunque no quieran saber nada sobre eso”.

Con respecto a las redes sociales, Soledad Gallego-Díaz expuso que estas “no indican los problemas de la gente”, sino los temas de los que están hablando y, precisamente, los usuarios “no están hablando todo el día de sus problemas”. El problema viene cuando se habla de tonterías y “los medios entran de cabeza a contar esa tontada, dando a entender que es un tema importante y resulta que no lo es”.

Por otro lado, la ex directora de El País, también planteó la dificultad para afrontar los bulos. Explicó que The New York Times estuvo una semana desmintiendo que Hillary Clinton formara parte de un grupo de pederastas, porque se retuiteó miles de veces, en lugar de investigar a Donald Trump, y habló de la dificultad de regular a las grandes tecnológicas y su responsabilidad sobre las mentiras que se publican en sus plataformas.

Respecto a la creciente importancia del lenguaje audiovisual frente al lenguaje escrito, expresó que cuando apareció la televisión, cambió la forma de contar las cosas, pero no fue tan radical como ahora: “Habría que convencer a la gente joven de que Tik Tok puede ser muy entretenido, pero no es información”.

Durante la conversación, también se analizaron las relaciones entre la prensa y el poder y su connivencia, puso como ejemplo a Sir Robin Day, un “gran periodista británico” que trabajó con Margaret Thatcher y después volvió a la BBC y le hizo a ella la entrevista más dura posible “porque respetaba las reglas”. “Lo que hay hoy es un problema de medios dirigidos por sinvergüenzas”, sentenció.

En lo relativo a la inteligencia artificial, Gallego-Díaz manifestó su utilidad, no obstante también dijo que podía ser un peligro. A su juicio, habría que llegar a un acuerdo internacional para que la IA lleve un sello, que se identifique como una advertencia al lector de que un contenido determinado se ha producido gracias a la inteligencia artificial. “Sobre eso creo que podríamos ponernos de acuerdo sin necesidad de grandes discusiones”, aseveró.

Acerca de la prensa local, la periodista dijo considerarla fundamental por su mayor cercanía a los problemas locales y porque gracias a ella los lectores tienen la posibilidad de discutir sobre algo común, además de lo beneficiosa que resulta para los medios nacionales e internacionales. Apostó, así mismo, por la publicidad institucional local “de acuerdo a unas reglas aceptadas por todo el mundo que ayude a mantener estos medios”.  También habló, a preguntas del público, de su experiencia como defensora del lector y de los problemas que tiene la prensa en papel.

Soledad Gallego-Díaz finalizó pidiendo mayor formación en las escuelas para crear a ciudadanos con espíritu crítico. “Decir que todos los periodistas mienten y que los medios están vendidos debilita la democracia, forma parte también de esa manipulación de que la democracia no es útil para estos momentos, que no puede resolver los problemas”, apuntó para luego añadir: “Los periodistas somos útiles, cumplimos un papel necesario en una sociedad democrática y deberíamos defender nuestro trabajo, pero nos hemos dejado comer por los especialistas en tecnología”. Sin embargo, matizó, “el oficio que tenemos es necesario, tiene unas reglas que ustedes deben exigirlas y nosotros respetarlas”. “Ustedes presionen para que los periodistas respeten las normas y nosotros para que desaparezcan la cantidad de sinvergüenzas que hay”, concluyó dirigiéndose al público. 

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